Capítulo 16 (2): Prioridades.

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Mas tarde ese día, luego de mi última clase, quedé dividida. Decidí no tomarme tan enserio mi búsqueda de identidad, o de personalidad múltiple visto el caso. Ni fundirme tanto en el tema de los guardianes o en por qué diablos tenía un par de alas negras saliendo de mi espalda. Me propuse ser equilibrada, darle tiempo al tiempo y no olvidarlo todo.

No obstante, ahora mismo, sentada allí en un salón prácticamente vacío de almas humanas, no tenía la menor idea de que era lo que tenía que hacer ahora. Además de la tarea, claro está, pero no era como que yo realmente hiciera mi trabajo para el hogar.

Repiqueteé mi pluma contra el pupitre sin parar, tenía la mente en blanco y lo odiaba; no me ayudaba a tomar decisiones sobre lo que tenía que hacer ahora mismo.

¿Cuáles eran mis prioridades antes de que mi vida se volviera de cabeza?

De manera literal porque desde que desperté aquella noche, viéndolo todo al revés con mi espalda pegada al techo de mi habitación todo parecía haber cambiado. Antes de ello solo me importaban el desfile anual de la tía Tania... y Jinx.

Miré la ventana llevando mi mente más allá, fuera del campus, al otro lado de la calle... con él.

¿Por qué de todos los chicos lindos en el mundo de los que yo me podía enamorar tenía que fijarme precisamente en el que vivió un siglo esperando la reencarnación de su amante prohibida?

Justo en ese preciso instante me di cuenta de una cosa: Yo no tenía la menor idea de qué era él.

Un humano no precisamente vivía mas de ciento cincuenta años; jamás le vi alas hasta el momento, todo lo que sabía sobre su naturaleza era que había vivido mas de un siglo, Cid había dicho que "era como nosotros", y que era capaz de ver mis alas.

Aunque Ángeles también era capaz de verlas y ella era... normal, bueno, no normal, humana.

Yo no sabía hasta cuanto era posible entrar en el club de la anormalidad de los cinco chicos sexys dueños de el bar al otro lado de la calle, pero lo único realmente anormal en él era tener un siglo y medio de vida y continuar en sus veinticinco años por fuera.

El resto solo seguía siendo el fantástico chico guapo que me encantaba.

Jamás lo dejé explicarse mucho. Quizá fui injusta, pero no quería que su versión de los hechos nublara lo que yo pudiera encontrar, quería una verdad pura sobre mí, sobre quién y qué era yo, qué había sucedido conmigo, o con ellas, Kuolema y Tod.

―Hola.―Con aquella palabra me arrancaron de la tierra de mis pensamientos.

Sonreí, mirando a la chica por la que peleé el día anterior frente a mí, insegura, temerosa. Podía escuchar sus pensamientos y sentir lo que la agitaba. Tenía miedo de hablarme porque yo no había buscado hablar con ella y porque pensaba que yo podría haber olvidado lo sucedido. Ella pensaba que yo la ignoraría tan pronto la viera, como solían hacer los chicos populares con ella, simplemente hacerla a un lado y fingir que solo fue una mosca pasando a su lado.

―Evie ―dije y sonreí, me sorprendí a mi misma de saber su nombre, ya que jamás lo escuché. Hasta hacía solo unos segundos lo único que sabía de ella era su apellido: Montenegro.

¿Cómo rayos llegó su nombre a mi boca?

Puede que Ruach tuviera razón en algo, yo aun no era capaz de comprender mi poder, lo sabía, ni siquiera entendía como funcionaba.

―Sabes mi nombre ―dijo entusiasmada, tanto que sus palabras salieron como un susurro ahogado gracias a la emoción.

―Si,―ni yo sabía que lo sabía―. ¿Sucede algo?

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora