{♛} Capítulo cuatro

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Habis me mordió el labio inferior, arrancándome un gruñido de dolor y devolviéndome la cordura; aquello que estaba haciendo no estaba bien y me estaba comportando como una estúpida al permitirlo. Aparté la cara de golpe y le di un empujón en el pecho, deseando que se separara de mí; que creara una distancia que me ayudara a recobrar el control.

Me pasé el dorso de la mano por el labio, creyendo que así podría borrar cualquier rastro del beso, mientras Habis se levantaba del catre y me daba la espalda; era obvio que para los dos había sido un error, un fallo al que nos habíamos avocado después de tanta tensión acumulada. Pero agradecía que Habis hubiera reaccionado de esa forma, en vez de haberme hecho daño físico.

Había visto la rabia y la frustración en sus ojos, había tenido serias dudas respecto hasta dónde sería capaz de llegar.

-Levántate –me espetó Habis, aún dándome la espalda-. Tenemos que regresar a tu celda.

Me puse en pie, notando cómo me temblaban las piernas, y conseguí llegar a su lado; Habis me cogió del brazo y salimos de aquella habitación. Supuse que aún seguíamos en el mismo nivel, que Habis no se habría arriesgado a llevarme mucho más lejos por temor a que alguien pudiera reconocerme.

Solté un quejido de dolor cuando noté a Habis retorciéndome el brazo.

-Ni una palabra de lo que ha sucedido –me advirtió, amenazante-. Yo me encargaré de Desdémona.

Contuve un nuevo gemido de dolor. No entendía a qué venía eso cuando había sido el propio Habis quien se había lanzado contra mí; decidí mantenerme en silencio, esperando que relajara la presión contra mi brazo, pero sus dedos se clavaban dolorosamente, transmitiéndome de qué humor se encontraba Habis.

Habis hizo que me detuviera frente a la puerta abierta de mi celda y mis ojos se abrieron desmesuradamente al ver que su interior estaba limpio; los cadáveres habían desaparecido y un ligero hedor a podredumbre parecía viciar el poco aire limpio que quedaba allí abajo.

-¿Qué...?

No tuve tiempo siquiera a terminar de formular mi pregunta porque Habis me empujó hacia su interior con brusquedad; trastabillé y conseguí mantener el equilibrio, pero no pude evitar lanzarle una desconcertada mirada.

Pero Habis se marchó como cuando me entregó el colgante: llevándose todas las respuestas consigo.

***

Nadie bajó a mi celda hasta varios días después, o eso supuse; no sabía qué podía significar esa ausencia. ¿Xanthippe habría decretado que me dejaran morir lentamente sin agua y comida? ¿Habría Habis hablado con ella sobre lo que había hecho?

Empecé a balancearme, tal y como llevaba haciendo cuando me encontraba en una encrucijada, sopesando mis posibilidades. La opción que cobraba más fuerza era mi inminente ejecución, Xanthippe habría decidido divertirse a mi costa dejándome más débil para evitar que pudiera presentar algún tipo de resistencia.

¿Qué tipo de resistencia podría oponer si estaba agotada y llena de heridas? Mi regreso a Portia y el desencuentro con aquellos tres guardias habían cubierto mi cuerpo de heridas y moratones.

Me froté el labio distraídamente recordando...

No. Detuve ese recuerdo de golpe, reprendiéndome a mí misma por seguir comportándome como una chiquilla enamorada; Habis me había demostrado en más de una ocasión que lo único que podía sentir hacia mí era odio y desprecio. Me estaba engañando a mí misma si seguía creyendo, o haciéndome creer, que podía haber otro tipo de intenciones por parte de Habis.

Crónicas de la Atlántida II: La conquista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora