Me horrorizó la idea de que Xanthippe estuviera al tanto de todo lo que había hecho Habis cuando lo había enviado a Portia; pero me horrorizaba aún más que los dos supieran lo que realmente lo que sentía por Habis y se estuvieran aprovechando de ello.
Miré con espanto a Habis y me quedé congelada cuando la mano de Elsen lo agarró por el hombro y lo apartó hacia la pared sin ceremonia alguna; los ojos verdes de Elsen seguían resplandeciendo con una furia casi asesina.
Los tres éramos conscientes de que, si se desataba una pelea entre Habis y Elsen, yo sería incapaz de separarlos. Ambos eran casi de la misma estatura y sus complexiones eran mucho más fuertes que la mía, por lo que era un punto en contra para meterme en mitad de la disputa si ésta tenía lugar.
Habis observó a Elsen con un brillo burlón reluciendo en sus ojos azules, lo que importunó aún más a Elsen, quien tenía más que reciente la humillación que había sufrido en la cocina delante de todo el mundo.
-¿Dónde crees que vas? –espetó Elsen de malas formas.
El otro se encogió de hombros con calculada arrogancia.
-¿Fuera de aquí, quizá? –replicó con el mismo tono.
Aquella respuesta no le sentó nada bien a Elsen, quien no estaba acostumbrado a que nadie le llevara la contraria; apretó la mandíbula y cerró la mano que tenía libre hasta formar un puño. En mi cabeza se repitió el puñetazo que le había dado a Habis en la cocina, pero en esta ocasión no contaría con el factor sorpresa.
Habis parecía encontrarse de lo más cómodo, aunque estuviera casi atrapado contra la pared; todo su cuerpo desprendía arrogancia y desafío, buscando a Elsen las cosquillas para que éste perdiera el control. Así era su forma de actuar: llevando al límite a la gente hasta que finalmente explotaban.
-No recuerdo haberte dado permiso para abandonar la casona.
Habis alzó una ceja.
-Y yo no recuerdo que tengas que darme ningún permiso para hacer lo que me venga en gana, Elsen.
Los dos parecían haberse olvidado de que yo también estaba allí. Ambos parecían más que animados por la animadversión que existía entre los dos, quizá por Arnor, y por la posibilidad de que estallara otra confrontación.
Habis estaba buscando llevar al límite a Elsen y éste no parecía estar dándose cuenta de los juegos a los que Habis estaba sometiéndole hasta conducirlo hasta el punto que él quería.
Elsen se cruzó de brazos para intentar amedrentar a Habis.
-Estás bajo custodia de los Opositores –declaró con dureza-. Te quedarás aquí hasta que sepamos qué hacer contigo.
Habis sonrió con malicia.
-Dejarme marchar –propuso-. Creo que es una idea con bastante futuro.
Elsen perdió la poca paciencia que le quedaba, abalanzándose hacia Habis; éste lo evitó con un simple quiebro y golpeó a Elsen entre los omóplatos. Se me escapó un grito ahogado al ver cómo el chico caía contra la pared y tenía que apoyarse en ella para poder dar media vuelta. Mis ojos se clavaron en un frasco que Habis llevaba colgando del cinturón y que había quedado al descubierto tras el quiebro al que se había obligado a hacer para evitar ser arrollado por Elsen.
Los dos parecían haberse olvidado de que podían controlar el agua, esa misma que Habis llevaba reunida en aquel pequeño envase lujosamente decorado, y se habían puesto a pelearse como dos críos en un patio de colegio. Yo no podía meterme ahí en medio para separarlos, ya que eran como dos moles de carne dándose golpes, pero sí podía hacer uso de mi control para poder... ponerles trabas.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasiaAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...