{♛} Capítulo treinta y uno

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Las rodillas comenzaron a temblarme cuando Habis finalmente me liberó la otra muñeca y se quitó la capa negra que había utilizado para ocultar su identidad; a pesar del tiempo que habíamos estado separados, de lo que había sucedido aquella noche, mi traicionero corazón dio un vuelco ante su cercanía.

Aprecié, aun con la poca luz que había en aquel rincón, que su rostro estaba demacrado y ojeroso. Liderar un ejército rebelde debía consumirle demasiadas energías y todo en Habis demostraba que no estaba yéndole tan bien como creíamos y que no parecía descansar lo suficiente. ¿Remordimientos, quizá?

-¿Qué haces aquí? –conseguí articular con esfuerzo.

Su cercanía me estaba poniendo terriblemente nerviosa. La última vez que había habido tan poca separación entre nosotros había sido semanas atrás, tras el banquete que había tenido lugar a modo de despedida de Xanthippe; la sangre se me congeló en las venas al ser consciente del riesgo al que nos estábamos exponiendo ambos. Si Vasilis decidía irrumpir en mi habitación...

-He venido a hablar contigo –respondió sin ápice de arrepentimiento.

Me recordé a mí misma el poco interés que había mostrado aquel día en esa pequeña plaza. Habis no había perdido la oportunidad de burlarse de Elsen y de mí, haciéndonos creer que teníamos una mínima posibilidad de conseguir ayuda por su parte, cuando la realidad había sido completamente distinta.

¿Había tenido que utilizar Elsen la treta del embarazo para arrancarle a Habis un mínimo de preocupación?

Fruncí el ceño.

-Creí que lo habíamos dejado todo claro.

La voz me falló en la última sílaba, haciéndome parecer más patética de lo que ya era. Los ojos de Habis reflejaron el desconcierto y cierto dolor ante la fiereza de mis palabras; mi cuerpo fue liberándose poco a poco del estupor de la presencia de Habis, siendo sustituido por el enfado y la decepción.

-Las últimas noticias han cambiado esa circunstancia –me contradijo, hablando entre dientes.

Apreté los dientes.

-No tienes ningún derecho a estar aquí.

Su cuerpo se pegó más al mío, provocando que todos mis músculos se pusieran en tensión.

-Yo creo que existe uno que me da más derecho que a nadie para estar aquí.

No pude evitar sentirme profundamente molesta por el hecho de que Habis se hubiera obligado a venir hasta el palacio por el hecho de que creía que estaba embarazada; lo estaba haciendo por el bebé, no por mí.

Le di un empujón en el pecho con enfado.

-No después de que haya pasado tanto tiempo –repliqué.

El rostro de Habis se contrajo en un gesto de molestia.

-No me ha sido fácil colarme aquí. He necesitado mucho tiempo para poder planear esta incursión; lamento no haber venido antes, pero no es nada sencillo hacerlo cuando tu cabeza tiene un alto precio y tu rostro empapela todos los rincones de la Atlántida.

No tuve una réplica que darle, ya que Habis se había convertido en el líder de los que aún seguían siendo fieles a Xanthippe; Vasilis no había perdido la oportunidad de hacerme conocedora de los avances que estaban llevándose a cabo, asegurándome que pronto descubrirían dónde se ocultaba Habis.

-Hablemos como personas civilizadas, Amelia –me pidió con tono cansado-. No he venido a hacerte daño, simplemente he venido a hablar.

-El daño ya está hecho –en aquella ocasión no me guardé aquellas hirientes palabras-. Cuando la elegiste a ella en vez de a mí.

Crónicas de la Atlántida II: La conquista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora