Me desperté sola en la habitación de Habis y con una extraña sensación de desconcierto. La noche pasada había revivido una y otra vez lo que había visto desde la perspectiva de Xanthippe, pero había ido un poco más allá: era como si me hubiera convertido en mi tía y compartiera sus más íntimos y oscuros recuerdos.
Comprobé que Habis no estuviera en el dormitorio y me quedé un poco chafada cuando vi que se había marchado.
No obstante, eso terminó de despejarme cuando comprendí lo que suponía que Habis no estuviera allí; salté de la cama como un resorte y cogí el vestido del suelo para volvérmelo a poner antes de salir al pasillo.
El pulso se me había disparado y era capaz de escuchar mis propios latidos en los oídos mientras salía de la habitación y miraba a ambos lados, esperando encontrarme a Habis saliendo de la nada.
Pero allí no había nadie.
-¡Habis! –exclamé.
La puerta de mi habitación se abrió y mi corazón dio un vuelco cuando vi que era Leda, quien me miró con repentina sorpresa y me hizo señas para que entrara en el dormitorio. Decidí obedecerla.
-¡Alteza! –dijo a mi espalda, agitada-. ¡Está cubierta de sangre!
Miré mi vestido destrozado, pero no le di mayor importancia; en aquellos momentos lo único que ocupaba mi cabeza era saber el paradero de Habis.
-No importa –protesté débilmente-. Tengo que encontrarle...
Leda enarcó una ceja.
-¿Quién, Alteza? –quiso saber.
Hice un aspaviento con ambos brazos.
-¡A Habis!
En aquel momento llegó Clímene, que parecía igual de aterrorizada por el aspecto de mi vestido que por mi agitado estado de ánimo.
-¡Alteza! ¿Por qué tiene ese aspecto? –hizo una pausa para coger aire-. ¿Dónde ha pasado toda la noche?
La última pregunta sonó un tanto acusatoria, como si por el simple hecho de no haber puesto un pie en el dormitorio en toda la noche fuera un acto sumamente grave; su mirada estaba fija en mí, con el mismo brillo acusador que el tono de voz que había utilizado para preguntarme dónde había estado toda la noche.
-¡Tenemos que cambiarla inmediatamente! –exclamó Leda.
Entre ambas me cogieron con delicadeza por los brazos y me condujeron por uno de los pasadizos que salían de mi habitación y que conducían al baño que habíamos utilizado para bajarle la fiebre a Habis; el agua ya estaba preparada, al igual que un nuevo vestido que pudiera sustituir el viejo.
Amimone ya nos estaba esperando allí, igual de impresionada por mi mal estado físico, pero pasando por alto mi parte anímica; Clímene se encargó de explicarle a grandes rasgos la situación y Leda añadió si podía ir a buscar a Habis, quizá siendo la única que parecía realmente preocupada por mi nerviosismo. Amimone no tardó en salir del baño con premura, no sin antes dedicarme una rápida reverencia de despedida, dejándome a solas con las otras dos doncellas.
-Desnúdese, Alteza –me pidió con suavidad Clímene mientras Leda se encargaba de comprobar la temperatura del agua.
-El agua está perfecta, señorita –apoyó Leda, dedicándome una amable sonrisa.
Con el corazón en un puño, me quité todo y, al apartarme el pelo, los ojos de mis dos doncellas se abrieron de par en par. Leda se llevó una mano a la boca, tratando de ocultar una sonrisa, mientras que Clímene se había sonrojado de manera violenta.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...