Cogí las mantas que me tendía Antígona y le devolví la sonrisa. No sabía quién eran los Opositores, pero tenía una ligera idea de a qué se dedicaban: a plantarle cara a Xanthippe demostrándole que no estaban con ella, que jamás seguirían sus mandatos ni se postrarían ante su trono.
Eso quería decir que podrían ayudarme. No apoyaban a Xanthippe y, era más que evidente, querían quitarla del poder; no había oído hablar de ellos siendo niña, por lo que su creación debía ser relativamente reciente.
Antígona, en un acto de piedad hacia mí, se quedó en la habitación para ayudarme a colocar las sábanas en aquella cama que iba a ocupar mientras estuviera en aquella casona, bajo la supervisión de Arnor.
Señalé con un gesto de cabeza la otra cama que estaba desnuda.
-¿Quién la ocupa? –quise saber.
Antígona miró en la dirección que le señalaba y volvió fijar la vista en el colchón.
-Ahora nadie –respondió.
-¿Y antes?
-Se llamaba Equidna –contestó con aspecto de no querer ahondar mucho en el tema.
No quise insistir, ya que sospeché que la chica que antes había ocupado aquella cama podrí estar muerta; los Opositores plantaban cara a Xanthippe, sí, pero también tenían que pagar un alto precio al luchar por sus ideales: su libertad y, muchas veces, su propia vida. ¿Cuánto habrían tenido que sufrir a manos de mi tía para ser capaces de llegar hasta tal extremo?
-Vino más gente conmigo –confesé repentinamente, con la vista clavada en las sábanas-. Gente del... del Exterior.
Antígona dejó escapar un gemido, pero no dijo nada. Eso me animó a continuar; a pesar de haberla conocido apenas unos minutos atrás, tenía la sensación de que podía explotar después de haber pasado tanto tiempo retenida.
-Ellos no tendrían que estar aquí –se me formó un nudo en la garganta-. Xanthippe los trajo para poder tenerme controlada...
«Y antes habían estado protegidos por un acuerdo que quedó completamente anulado», añadí para mi fuero interno. Dudaba que los Opositores supieran con exactitud qué hacía atrapada en aquella nauseabunda celda, pero no quería contarles los verdaderos motivos que habían ayudado a Xanthippe a mantenerme bajo sus hilos de manipuladora.
-Elsen los traerá de regreso aquí –me aseguró con demasiada convicción.
Recordé con un escalofrío al chico que había acompañado a Arnor disfrazado de guardia para liberarme; el padre de Habis le había pedido que se encargara de traer consigo a Matteo y Natalia después de habérselo casi suplicado.
-Parece muy joven para... para todo esto –comenté a media voz.
La sonrisa de Antígona se hizo más amplia. No pude evitar pensar en que era muy posible que ella conociera bastante bien a Elsen, ya que debían haber convivido en aquella casona juntos mucho tiempo.
-Es posible –reconoció Antígona, con una misteriosa sonrisa-. Pero, a pesar de su edad, es uno de los rebeldes más buscados y Xanthippe aún no se ha dado cuenta de que se encuentra delante de sus propias narices.
Miré a la chica con curiosidad. Arnor me había contado que habían seguido mis pasos en Portia gracias a la información que conseguían recolectar de lo que sucedía en el palacio; me resultaba muy difícil de creer que Xanthippe aún no hubiera descubierto a los topos que se habían escondido entre su personal.
Los ojos verdes de Antígona relucieron cuando nuestras miradas se encontraron.
-No puedo estar más orgullosa de él –declaró con una extraña alegría.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...