{♛} Capítulo treinta y siete | 03

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Amelia.

Seguía atrapada en aquel extraño limbo.

La intrusión de aquellas mentes sobre la mía, tratando de separar a una inclemente Xanthippe, había sido peor que mi Prueba; mil veces peor. Xanthippe se había resistido con uñas y dientes, haciéndoles muy complicada la tarea a esas mentes que intentaban expulsar a la presencia de Xanthippe de mí.

Tenía el recuerdo de haber gritado, llorado y suplicado. Incluso de haber pedido que acabaran con todo aquello, que me dejaran morir en paz.

Una de aquellas mentes intrusivas, una vez se llevaron fuera de mí a Xanthippe, se quedó unos segundos más, como si estuviera comprobando algo. O esperando.

«Han escogido por ti, pero ahora has recuperado tu capacidad de elección. Ninguno de nosotros te obligará a que sigas aquí si tú así no lo deseas; puedes partir, Ameria. Eres libre.»

Y así había terminado en ese extraño limbo, a la espera de que tomara mi decisión. Le había asegurado a Habis que tenía la certeza de que tomaría la decisión correcta... pero no la que yo había creído en un principio; al descubrir que yo albergaba la consciencia de Xanthippe y que había sido yo, bajo el control de mi tía, la que había hecho todas aquellas cosas había llegado a una única conclusión: debía morir.

Si yo moría, me llevaría conmigo a Xanthippe y habría desaparecido la amenaza. En aquel momento, atrapada contra la pared mientras recuperaba el control de mi cuerpo frente a Habis, comprendí las palabras de la sacerdotisa: podría haberle suplicado a Habis que me ayudara, eligiéndome a mí misma; pero había decidido pedirle que me matara, que me dejara ir e hiciera desaparecer conmigo a Xanthippe, liberando así a la Atlántida.

Pero Habis no había sabido entenderlo y había escogido la primera opción, la que yo no le había pedido: no había podido matarme. Seguía viva y Xanthippe... en aquellos momentos no sabía qué era de Xanthippe.

Atrapada en aquel limbo, en el que no era consciente de nada, esperaba a tomar mi propia decisión. Una parte de mí se sentía agotada, incapaz de seguir un segundo más; al final todo estaba pasándome factura, aplastándome bajo su peso y haciéndome perder las ganas de continuar, de seguir adelante. Esa parte me instaba a que me dejara llevar, que cruzara al otro lado...

Pero la otra parte se aferraba al hilo que me unía a la vida, como si estuviera aguardando a que sucediera algo. Era consciente a ratos de lo que sucedía mi alrededor y captaba, de manera distorsionada, algunos sonidos.

Al igual que era consciente de esa presencia a mi lado. La misma que, últimamente, había empezado a irse, siendo sustituida por otra que creía reconocer...

«Sigue luchando.

»Quédate conmigo.

»No me abandones, por favor.

»Te quiero.»

La parte que se resistía a abandonar la vida se aferró con más ahínco a esas frases que había ido guardando en mi interior. A pesar de que sonaba lejana la voz, la reconocía y sabía a quién pertenecía... pero también me traía a la memoria todo lo que había sufrido por él, haciendo que la parte que ya se había rendido ganara un poco más la batalla.

Hasta que esa presencia fue sustituida por otra que reconocía vagamente y que había añorado desde que me había visto obligada a abandonar mi vida mundana. Pero debía tratarse de un error porque ella se había quedado atrapada en Portia, incapaz de llegar hasta la Atlántida.

Debía tratarse de una imaginación... de un delirio.

-Vuelve, Amelia –dijo la voz, rota y hundida-. Ya he perdido a mucha gente a la que amaba... y todo por este maldito mundo... por la locura de mi hermana... Todavía no estoy recuperada de todas esas muertes, cariño; no puedo perderte a ti también. No podría soportarlo.

Crónicas de la Atlántida II: La conquista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora