Su inesperada confesión me golpeó como una maza. No entendía esa reacción por mi parte, ya que era algo que había deseado escuchar desde... desde siempre; con Desdémona no había parecido que le costara tanto decírselo, pero conmigo había sido diferente. A pesar de las veces que yo le había dicho en varias ocasiones aquellas mismas palabras, Habis nunca me las había dicho... hasta ahora.
Me aparté de su lado, con un gesto de desconcierto; Habis me siguió con la mirada, igual de perdido que yo.
Me sentía como si todo hubiera perdido su sentido.
-Me estoy desgarrando poco a poco por dentro –continuó Habis, bajando el tono de voz-. Me estoy perdiendo a mí mismo, atrapado en algo que yo ni siquiera elegí...
Lo contemplé con recelo.
-Sí tenías opción –le contradije-. Podrías haberme elegido a mí, podrías haber elegido decirme la verdad y dejar a Desdémona.
Habis cerró los ojos con un gesto de cansancio y apoyó la frente sobre uno de los respaldos de la otomana.
-Nunca he tenido opción, Amelia –desvió la mirada hacia mí-. Al igual que tú tampoco tenías opción.
No pude evitar creer que estaba refiriéndose a la conversación que mantuve con la sacerdotisa, cuando Sidé me dijo que tendría que hacer una elección que podría cambiar el rumbo de la Atlántida; había creído que ya la había hecho cuando decidí romper cualquier conexión con Habis, pero sospechaba que mi verdadera gran elección había sido en la playa, cuando había decidido desobedecer las órdenes de Vasilis, condenándome a mí misma en aquella habitación, a la espera de que se hiciera el anuncio y se señalara la fecha.
-Lo estoy haciendo por mi pueblo –contesté en un susurro-. No quiero que suceda lo mismo que cuando Xanthippe ocupó el trono.
Los ojos de Habis se estrecharon.
-Pero ella te ha obligado a que te comprometas con Vasilis, permitiéndole que regrese a por lo que cree que es suyo –repuso con gravedad-. Aquella noche te pedí que no nos olvidaras y te hice una promesa. Sigo manteniéndola.
Parpadeé con auténtica confusión. ¿Promesa? Habis se había limitado a pedirme que tuviera cuidado con Vasilis, identidad que había suplantado Xanthippe para continuar con su venganza, además de casi rogarme que no me olvidara de esos días en los que ambos habíamos creído firmemente que teníamos una oportunidad.
-El anillo –especificó entonces Habis, haciéndome caer en la cuenta-. Era de mi madre y siempre lo he guardado yo; hablé con mi padre y le pregunté al respecto para... para cuando estuviéramos preparados a dar el siguiente paso.
El aire se me quedó atascado en los pulmones. ¿Realmente Habis había tenido alguna vez la intención de casarse conmigo, terminando con ese largo período de compromiso? Las dudas me atenazaban el estómago, recordándome que Desdémona, mientras yo estuve en Portia y luego en las mazmorras, no paraba de alardear sobre la promesa que le había hecho Habis, la misma que a mí.
Aquella repentina confesión de amor me había resultado demasiado forzada, como si Habis no hubiera tenido otra opción.
De repente me sentía asfixiada, como si la habitación hubiera encogido de tamaño.
-Pero ya no hay ninguna conexión, Habis –musité, tratando de sonar lo más delicada posible-. Rompimos el compromiso, hemos recuperado cada uno el control de nuestras emociones.
Los ojos de Habis me contemplaron con alarma; yo asentí con suavidad, a pesar del extraño vuelco que me había dado el estómago. La nuca comenzó a hormiguearme debido a la tensión del momento, el dolor estaba cerca... y yo no tenía a mano ninguna de las cápsulas que me había fabricado Talos para aliviarme.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...