Me desperté en mi dormitorio, tendida sobre mi cama y rodeada de gente. Miles de rostros se sobreponían los unos sobre los otros sin que pudiera distinguir ni uno de ellos; tenía un persistente dolor de cabeza y no me encontraba del todo cómoda estando rodeada de todas aquellas personas.
La imagen de la decapitación de Xanthippe seguía repitiéndose en mi cabeza en bucle.
Mi estómago estaba más que dispuesto a dejarme sin nada en él.
-Alteza, por favor –dijo una voz a mi lado y yo me sobresalté.
No podía ser muy mayor y sus ojos estaban cargados de auténtica preocupación. Reconocí vagamente su vestimenta, típica de los sanadores; el hombre me dedicó una sonrisa que pretendía tranquilizarme, pero ver los rostros que se giraban hacia mí y que yo no conocía hicieron que estuviera a punto de perder definitivamente los nervios.
El pecho se me agitó y retrocedí en la cama hasta que casi me caí por el otro lado. El dolor de cabeza no se había disipado aún, provocando que se me nublara la visión y me encontrara desorientada.
-¡Salgan de inmediato de la habitación! –ordenó con voz firme el sanador, mirando a toda aquella aglomeración de personas que no paraban de hablar entre ellos, incluso protestando.
Finalmente, y debido a las continuas insistencias del sanador, la habitación fue vaciándose hasta que únicamente se quedaron unas pocas personas a las que sí que reconocía. El corazón me dio un vuelco al contemplar los rostros de Arnor y Elsen, que parecían estar bastante agitados; ambos se encontraban heridos, pero ambos estaban vivos.
El sanador se acercó a la cama y alzó ambas manos en señal de rendición. Miré a Arnor y Elsen por encima del hombro del hombre, pidiéndoles con la mirada ayuda; Elsen sacudió la cabeza, instándome a que no hiciera nada.
Decidí confiar en él.
-¿Qué... qué ha pasado? –pregunté con un hilo de voz.
Tenía la garganta seca y notaba todo mi cuerpo pesado, como si no me sintiera cómoda en él. La imagen de la decapitación de Xanthippe parecía haberse quedado fijada en mi cabeza; se me agitó la respiración y la bilis ascendió lentamente por mi garganta, abrasándomela.
Los tres hombres se miraron entre ellos con aspecto de no saber muy bien qué decirme. ¿Qué es lo que había sucedido?
El sanador fue el encargado de responderme.
-Te desplomaste sin más, Alteza –me explicó con cuidado-. Creemos que la presión del momento hizo que se desmayara; lleva mucho tiempo con demasiado peso sobre las espaldas y esto iba a ocurrir tarde o temprano.
La respuesta no era tan grave como me había imaginado en un principio. Muchas personas sufrían de estrés y no por ello morían, como había llegado a creer; suspiré de alivio y le dediqué una tímida sonrisa al sanador, que no tardó en devolvérmela.
Solamente necesitaba un poco de descanso y todo quedaría en el olvido. Xanthippe ya no me perseguía y su presencia en este mundo había desaparecido para siempre; estaba viva y era la nueva Emperatriz de la Atlántida.
Las cosas estaban comenzando a volver a su sitio.
-¿Dónde está Habis? –caí en la cuenta de que no estaba en la habitación.
De nuevo fui testigo de otro cruce de miradas entre aquellos tres, en esta ocasión acompañado de un mal presentimiento al respecto; Habis había sido la persona que había desvelado que había sido Xanthippe, a través de mí, la que había asesinado a mi abuela y luego había tratado de aprovechar la jugada para poder deshacerse de mí.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...