Me pregunté si aquella sería la primera vez que veía a Habis teniendo emociones... sinceras. Tenía el rostro cubierto por una fina capa de sudor y varios mechones pegados, demostrándome que había tratado de resistirse a los escrutinios de los Confesores dentro de su cabeza; yo había intentado hacer lo mismo, proteger mi secreto...
¿Tendría Habis algún secreto más?
-Amelia, no quería que te enterases de esta forma –reconoció.
-¿Y de qué forma, según tú, tendría que haberlo hecho? –escupí-. ¡He tenido que enfrentarme y dar la cara por ti frente a Vasilis cuando él llevaba razón desde el principio!
Mi conversación con Vasilis hizo que Habis se mostrara repentinamente preocupado.
-¿Cuándo has hablado tú con él? –quiso saber con un leve deje de autoridad.
Esquivé de nuevo su contacto y me dirigí hacia la puerta, poniendo distancia entre ambos.
-Eso no te importa –espeté.
-¡Tienes que confiar en mí, Amelia! –explotó entonces Habis, dándole una fuerte patada a una de las sillas.
-¿Por qué tendría que hacerlo cuando tú no confías lo suficiente en mí? –grité, echándoselo en cara.
Habis soltó un exabrupto.
Elsen abrió la puerta y nos miró a ambos con expresión cautelosa; su rostro demostraba que había sido testigo mudo de nuestra discusión desde el otro lado y no parecía muy cómodo interrumpiéndonos.
-Lamento la intromisión, pero debemos irnos –comentó, mirándome a mí-. El funeral está a punto de dar comienzo y aún queda un largo trecho hasta el cementerio.
Habis parecía estar a punto de lanzarse contra Elsen, pero yo me dirigí hacia él con resolución. La tensión que reinaba entre Habis y yo estaba alcanzando niveles alarmantes y no quería estar cerca de él hasta que lograra que se me pasara el enfado... y el sentimiento de traición.
Escuché los pasos de Habis a mi espalda y me cogí al brazo de Elsen automáticamente, arrancándole un quejido de conmoción y temor por si Habis decidía agredirle de nuevo. Sin embargo, Habis se mantuvo a una prudente distancia de nosotros, con su fulminante mirada clavada en mi espalda.
La irrupción de Elsen solamente había supuesto un aplazamiento, ya que Habis y yo aún teníamos asuntos pendientes por resolver.
Me sorprendió encontrarme a Mérope y Antígona junto a Arnor, que parecía encontrarse mal. Los ojos de Mérope me traspasaron cuando vieron que me acercaba junto a Elsen; su mirada pasó de mí a Habis, convirtiéndose en una mirada de clara hostilidad.
-Elsen, ya le he dicho a Mérope la buena nueva –comentó Arnor, evitando mirar deliberadamente a Habis.
Aquello sirvió para que Mérope abandonara definitivamente la idea de seguir fulminando con la mirada a Habis y esbozara una amplia y orgullosa sonrisa; Antígona, por el contrario, se mordía el labio inferior y lanzaba rápidas miradas en dirección a Habis. Parecía que su breve affaire se mantenía bastante fresco en su memoria.
Fruncí las cejas al observar sus mejillas ligeramente sonrosadas.
Me aparté con suavidad de Elsen cuando Mérope se lanzó hacia su hijo para darle un prolongado abrazo. Por el rabillo del ojo vi a Habis contemplar la escena con un extraño brillo en los ojos, casi parecía ser... añoranza.
-Oh, hijo –suspiró Mérope, exagerando su reacción-. Capitán de la Guardia de la Emperatriz... Tu padre estaría tan orgulloso de ti...
Me retorcí las manos con nerviosismo mientras seguía escuchando a Mérope lanzando cumplidos sobre Elsen, asegurando que ella sabía que iban a llegar lejos. En cierto modo no pude evitar recordar a la multitud de madres de compañeros de colegio que, en algunas reuniones de alumnos, no paraban de alardear de sus hijos.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...