No me gustó en absoluto la forma en que me lo dijo; como tampoco el mensaje que debía ocultar sus palabras. Algo en mi interior me avisó que Vasilis sabía qué era lo que había sucedido apenas unos momentos antes; a pesar de haberle prometido mi fidelidad, había quebrantado mi promesa abriendo aquella brecha y dejando que mis dos amigos regresaran a Portia, lejos de sus garras.
Mis labios se fruncieron en una amplia sonrisa al comprender que Vasilis tendría que buscarse a otros rehenes para poder manipularme si sus otros trucos fallaban; Natalia y Matteo estaban en casa. Mi madre sabría que todo había sucedido; Natalia se encargaría de decir que había conseguido mi trono.
-Veo que mi propuesta os ha puesto de mejor humor –observó Vasilis.
Ignoré la puya y me concentré en lo que realmente me importaba en aquellos momentos: prepararme para aquella nueva prueba que parecía haberme tendido Vasilis... otra vez.
Ladeé la cabeza y lo contemplé en silencio.
-En su estado quizá no fuera apropiado... -intervino Elsen, haciendo uso de la mentira que Vasilis había hecho extender sobre mi embarazo.
El séquito de Vasilis comenzó a murmurar entre ellos, excitado por la confirmación por parte de Elsen de que los rumores eran ciertos; el hombre nos contempló de nuevo con aquella expresión de sospecha.
No nos convenía en absoluto que Elsen empezara a perder la confianza que Vasilis había depositado en él.
No podía arrebatarme también a Elsen, que era lo único a lo que podía aferrarme después de haber enviado a Portia a mis dos amigos.
-No es nada peligroso –aclaró Vasilis-. Ve y reúne a Hirieo y sus dos subalternos.
No se me pasó por alto el desagrado de su voz cuando pronunció el nombre del segundo al mando; Elsen me había explicado que Vasilis había ordenado a un par de sus hombres de más confianza que hicieran una exhaustiva investigación sobre Hirieo para comprobar si aún mantenía algún tipo de conexión con Habis. No en vano Hirieo había sido su compañero de armas durante el tiempo que mi ex prometido había sido capitán de la Guardia de la Emperatriz.
Elsen me dirigió una mirada cargada de dudas, pero terminó por ceder. Parecía haberse dado cuenta de las sospechas de Vasilis y no quería seguir contrariándolo, poniendo en riesgo su próximo ascenso.
No aparté la mirada de la espalda del chico hasta que desapareció por la esquina, dejándome a solas con Vasilis y su séquito de marionetas; el hombre se pasó la lengua por el labio inferior, contemplándome con los ojos entrecerrados.
-Sofronio –llamó y un hombrecillo barrigudo salió del grupo con una mirada de pura adoración; realmente sabía cómo camelarse a la gente-. Por favor, ve a las caballerizas y manda que ensillen varios caballos; partimos de inmediato.
Fruncí el ceño ante la pequeña pista que me había brindado Vasilis: que tuviéramos que montar a caballo significaba que nuestro destino estaba lejos. Yo solamente me había movido por los Círculos Interiores, por lo que era muy posible que el objetivo de Vasilis estuviera en los Círculos Exteriores; por un segundo tuve la desagradable sensación de que lo que quiera que estuviera tramando tenía que ver con Habis.
-Por supuesto, mi señor –aceptó el hombrecillo, más que encantado por la atención que había suscitado.
Me crucé de brazos, tratando de ocultar a los ojos de Vasilis el repentino temblor que me sacudía de pies a cabeza; me parecía muy poco probable que Vasilis supiera que nos habíamos reunido con Habis en la ciudad, al igual que tampoco quería creer que también supiera lo que acababa de hacer unos minutos antes.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...