{♛} Capítulo quince

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Elsen vino a buscarme al patio de la fuente de Poseidón donde me había refugiado después de que condujeran de nuevo a Habis a las mazmorras y pudiera huir de la presencia de Vasilis.

El líder de los Opositores no había terminado de gustarme. Había algo en su presencia que me recordaba a Xanthippe y a los métodos que utilizaba para conseguir lo que se proponía; había conseguido escabullirme de su presencia y había terminado en aquel patio, oculta en uno de los bancos.

Levanté la cabeza de mis manos cuando lo escuché llegar. Su gesto me indicó que no le había gustado cómo había intervenido en aquella reunión y, por ende, que no estaba conforme con mi postura; sus ojos verdes relucían con enfado y sus labios estaban fruncidos en una fina línea.

No me amilané.

-No me arrepiento de lo que he hecho –le advertí antes de que Elsen tuviera tiempo de hablar.

Elsen se dejó caer a mi lado en el banco y se pasó una mano por el pelo, alborotándoselo; su rostro mostraba el mismo enfado de antes y mis palabras no habían servido de nada.

-Tendrías que haberte mantenido al margen.

Lo miré como si hubiera escuchado mal. Elsen me había demostrado que era una persona que respetaba y cumplía con justicia, pero no parecía utilizar esa justicia con todo el mundo por igual. ¿Estaríamos manteniendo esta conversación si la persona que se encontraba frente a los Opositores no hubiera sido Habis?

Aguardé unos segundos, esperando a que Elsen se retractara de sus palabras; pero no lo hizo.

-Entonces, según tú, ¿tendría que haberme quedado callada mientras veía cómo lo condenaban a muerte? –pregunté, estupefacta.

Elsen apoyó la barbilla entre sus manos y desvió la mirada hacia la fuente de Poseidón donde yo me había desnudado siendo niña. Por unos segundos deseé retroceder en el tiempo hasta ese momento donde, al menos, tenía claro en quién debía confiar.

-Es obvio que eres incapaz de ver más allá de tus sentimientos –resopló con fastidio.

Emití un elocuente gruñido de protesta, cada vez más molesta por las palabras de Elsen.

-Habis debe ser ejecutado, Ameria –insistió y aquello me sentó como si me hubiera golpeado en el estómago-. Él nos entregó a Xanthippe y muchos de nuestros miembros murieron debido a ello. Por no hablar de todo el daño que te ha causado a ti –añadió de manera más que intencionada.

Quise abofetearlo allí mismo por lo que estaba insinuando, a pesar de que no estaba diciendo ninguna mentira; Habis había sido la persona que más daño me había causado con sus mentiras y traiciones, pero no necesitaba que nadie me recordara los problemas que existían entre Habis y yo.

Ya me encargaba yo solita de hacerlo.

-Y, por eso mismo, creo que es un asunto entre él y yo.

Ahora fue Elsen quien me miró con estupefacción.

-¿Cómo puedes seguir defendiendo a una persona que te ha hecho tanto daño? –preguntó, boquiabierto.

Desvié la mirada, mordisqueándome el interior de la mejilla.

-No lo defiendo, simplemente no comparto la idea de que sea ejecutado –musité en voz baja.

Los dedos de Elsen rozaron levemente mi muñeca, llamando mi atención. Me mantuve con la mirada desviada, incapaz de poder mirarlo fijamente; sus palabras, las de Habis y mis propios pensamientos sobre lo que estaba sucediendo se entremezclaban los unos con los otros en mi cabeza, produciéndome una leve molestia.

Crónicas de la Atlántida II: La conquista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora