Varios años después.
Observé cómo la figura de Danáe desaparecía entre la multitud, de la mano de Lykaios, con un gesto de preocupación. Había sido consciente del cruce de mirada de ambos desde el inicio de aquella fiesta y sabía que, tarde o temprano, algo así pudiera suceder.
Me vi momentáneamente interrumpida cuando un grupo de nobles venidos desde las aldeas situadas fuera de la ciudad se acercaron para hablar de temas relacionados sobre la cosecha de ese año, pero pude despacharlos poco tiempo después de que hubieran venido a verme.
Mi mirada recorrió con premura los rostros de los invitados que se habían congregado con motivo del aniversario de la muerte de Xanthippe; había pasado demasiado tiempo desde ese día, pero la velada de cada aniversario me despertaba con el cuerpo empapado en sudor, presa de las pesadillas de lo que había sucedido en el pasado. Fruncí el ceño al no reconocer el cabello rubio de mi hija entre ellos, como tampoco el de su compañero.
Alguien me rozó el codo, sobresaltándome.
-Danáe ha vuelto a desaparecer con Lykaios –me informó una voz junto a mi oído-. No los vas a encontrar aquí.
Ladeé la cabeza en dirección a la persona que se encontraba a mi lado, con un gesto idéntico al mío.
-¿Has estado espiando a nuestra hija? –cuchicheé para que nadie pudiera escuchar nuestra conversación.
Recibí una sonrisa culpable por su parte.
-Por Dios, Danáe tiene edad para encontrar un prometido y debemos respetar su decisión, sea cual sea –dije en voz baja.
Sus ojos resplandecieron ante mis palabras, nada conforme con el mensaje implícito que iba en ellas. Alcé ambas cejas en señal de advertencia silenciosa; había sido consciente del poco agrado que debía sentir hacia el joven Lykaios desde que nació, pero siempre se había movido sigilosamente, procurando no dejar huellas que pudieran apuntar en su dirección.
-No permitiré que sea esa decisión –recalcó en el mismo tono.
Me giré hacia él con un gesto enfadado. Mi marido se cruzó de brazos en un gesto obstinado, no queriendo dar su brazo a torcer respecto a ese asunto en concreto; Danáe, al ser nuestra primogénita y la heredera de mi trono, había sido su pequeña, su preferida. Lo conocía lo suficiente para saber que no descansaría hasta salirse con la suya, sin que le importara lo más mínimo lo que pudiera decir nuestra hija al respecto.
-Se conocen desde niños –intenté de que lo entendiera-. Es mejor que escoja a alguien en quien confíe y conozca que a un completo desconocido.
Apretó los labios con enfado. No era la primera vez que manteníamos esa discusión y, como siempre, sabía que no tardaría en utilizar su mismo argumento.
-No confías en él –respondí por él y puse los ojos en blanco ante el gesto de desesperación que puso-. De igual modo que no confiabas en Elsen en su momento. Veo que algunas cosas no cambian a pesar de los años que han pasado.
Habis resopló con disgusto.
-Creo recordar que no me equivocaba al respecto –comentó en tono casual-. De todos modos, sé que Lykaios no es una buena opción para Danáe.
Le solté un leve golpe con el dorso de la mano en el brazo mientras Habis desviaba su mirada por el salón, controlándolo todo. Mi marido tenía la irritante costumbre de comportarse como si aún siguiera siendo el capitán de la Guardia de la Emperatriz; se había ajustado perfectamente a su papel como Príncipe Consorte y había estado a mi lado para apoyarme en cualquier conflicto que nos hubiera surgido. Arnor se había encargado de que la imagen de Habis mejorara frente al pueblo, haciendo correr nuestra trágica historia de amor y logrando que nuestro nuevo compromiso fuera visto con mejores ojos frente a toda las personas que se habían tratado de oponer.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasíaAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...