Habis.
No me arrepentía en absoluto de mi decisión.
Estaba bastante seguro de que me traería consecuencias con las sacerdotisas, pero no me importaba en absoluto; habían sido esas arpías las que habían estado jugando con ambos desde aquel día, susurrándonos palabras de aliento y prometiéndonos falsas esperanzas. Ellas habían sabido desde un principio lo que iba a suceder y nos habían alentado, haciéndonos creer que teníamos una oportunidad.
Cargué con el cuerpo inconsciente de Amelia y me encargué de mantener lejos de sus manos cualquier tipo de objeto que pudiera utilizar como arma; la consciencia de Xanthippe aún seguía latiendo en su interior, arrebatándole poco a poco su propia identidad.
Tesalia había sido tajante al respecto: si Amelia moría, Xanthippe desaparecería para siempre. Pero ¿no se habían equivocado en una ocasión? Estaba seguro que su profecía tenía algún tipo de fallo, que había una auténtica oportunidad y que el camino de Amelia no terminaba tan pronto.
Regresé por el pasillo y Elsen apareció cubierto de sangre, con la espada apuntándome directamente al pecho. Se quedó paralizado al verme con una Amelia inconsciente y ensangrentada entre mis brazos; su mente fue la primera en darle una respuesta errónea.
-¡La has matado! –gritó, fuera de sí.
Tuve que esquivar su arremetida si no quería acabar como un pollo trinchado, listo para cocinarse; Elsen había perdido el control y se limitaba a atacarme, sin tan siquiera darme una oportunidad de explicarme. Quizá por eso lo odiaba tanto: por ser tan inconsciente, al menos en lo referente a mí.
Me agaché para esquivar una nueva estocada de Elsen y le propiné una fuerte patada en el muslo que lo mandó directo al suelo, desarmado. Una parte de mí ansiaba acabar con su vida, ver cómo se le escapaba poco a poco sin que yo moviera un solo dedo; pero no podía hacerlo, ya había causado suficiente daño... Elsen era importante para Amelia.
El susodicho me miró desde el suelo con un gesto de profundo odio, quizá siguiendo la misma línea de pensamiento que había tenido yo segundos antes; alzó ambas manos en señal de derrota, rindiéndose ante mí.
-No voy a matarte –escupí-. Al menos, todavía no.
Sus ojos se abrieron de par en par y me observó fijamente antes de desviar la mirada al cuerpo de Amelia. Seguramente seguiría pensando que yo la había asesinado y que toda nuestra tregua se había basado en una mentira para poder cumplir con el deseo de Xanthippe: que yo ocupara su lugar una vez ella no estuviera.
-Está viva –le expliqué con un tono helado-. Pero, si no actuamos deprisa, las cosas podrían ponerse peor... y no solamente para ella, sino para todos nosotros.
Podría haberle dicho la verdad, que Amelia estaba desapareciendo poco a poco y que su cuerpo había sido ocupado por su desquiciada tía, pero no teníamos tiempo. Necesitaba urgentemente acudir a alguien que pudiera ayudarnos, que nos diera la solución que buscábamos: que todavía había una oportunidad.
Que las sacerdotisas estaban equivocadas.
Dejé que Elsen se pusiera en pie y ambos echamos a correr hacia donde estaba teniendo lugar la refriega. Sin embargo, cuando irrumpimos allí, fue como si el tiempo se detuviera; todo el mundo nos vio aparecer con el cuerpo de Amelia entre mis brazos se quedaron de piedra, dando por supuesto lo mismo que había hecho Elsen al verme en aquel pasillo.
El murmullo general se extendió como la pólvora:
-La Emperatriz ha muerto –se escuchaba-. El heredero de Xanthippe la ha matado.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...