{♛} Capítulo diez

12.5K 1.4K 160
                                    

A la mañana siguiente, la casona se despertó bastante agitada. La noche anterior, después de mi funesta excursión desde la azotea al primer piso, había regresado casi arrastrándome a mi dormitorio; Natalia roncaba suavemente en su cama y yo no tardé en meterme en la mía.

Sin embargo, alguien irrumpió en nuestro dormitorio bastante temprano y con aspecto de querer desmantelarlo por completo. Natalia dejó escapar una exclamación de horror y yo abrí los ojos de golpe para encontrarme con Elsen y un par de Opositores flaqueándole; su mirada verde recorría la habitación de manera concienzuda, como si estuviera esperando encontrar algo.

-¡Eh! ¿Acaso no sabéis que irrumpir en la habitación de dos jovencitas a estas horas de la mañana es algo muy irrespetuoso, por no hablar de raro? –protestó Natalia a voz en grito.

Elsen le dedicó una mirada enfadada y los dos Opositores comenzaron a murmurar por lo bajo.

-Es necesario, forastera –a pesar de que Elsen y Natalia no habían charlado en muchas ocasiones, el chico siempre se había referido a mis dos amigos como «forasteros»-. Tenemos que registrar el dormitorio.

Aquello horrorizó aún más a Natalia, que abrió mucho los ojos, al igual que su boca. Sin embargo, Elsen se había centrado de nuevo en mí y vi en sus iris un leve brillo de acusación, como si yo hubiera hecho algo; ¿esconderme en la azotea durante horas sin que nadie supiera dónde me encontraba, tal vez? Le sostuve la mirada sin pestañear, tratando de adivinar a qué venía aquella intromisión.

Pero Natalia no parecía querer darse por vencida. En aquel tiempo que había pasado en la Atlántida se había vuelto más osada y no dudaba en utilizar su sarcasmo en la menor oportunidad que se le presentaba.

-¿Y qué pretendes encontrar aquí? –le espetó, saliendo de la cama y abrazándose a sí misma-. Lamento decepcionarte, pero no hallarás en este dormitorio nada de interés, a no ser que seas un fetiche de la ropa interior femenina. O un obseso por la limpieza y la pulcritud; en tal caso te verás doblemente decepcionado.

No pude evitar sonreír ante su comentario, lo que provocó que el rostro de Elsen enrojeciera levemente; los dos Opositores se habían puesto frenéticos ante las palabras de Natalia y la observaban con espanto, casi como si hubiera dicho una blasfemia. Natalia, lejos de achantarse ante Elsen, enarcó una ceja, invitándole a continuar con los motivos por los que debían registrar nuestro dormitorio.

-¿Y bien, Elsen? –apostillé intencionadamente-. ¿A qué viene todo esto?

Sus ojos se oscurecieron al mirarme a mí; al parecer, uno de los motivos debía ser yo misma, a pesar de que no sabía qué había hecho mal.

-Habis ha huido –se limitó a responder.

Sus palabras me golpearon con la fuerza de una maza. A mi cabeza acudieron las imágenes que había presenciado la noche anterior entre Habis y Antígona, además de otras sacadas de mi propia imaginación; mi cara se convirtió en todo un poema, ya que Elsen se mostró momentáneamente desconcertado, antes de volver a poner un gesto serio y acorde a las circunstancias.

-¿Cómo que ha huido? –quiso saber Natalia-. ¡Pero si ayer lo subisteis inconsciente a su dormitorio!

Elsen se aclaró la garganta, molesto por la osadía de Natalia. A mí se me contrajo el estómago, síntoma que llevaba repitiéndose continuamente desde hacía bastantes días, al imaginarme la situación; sin embargo, no tuve mucho tiempo de seguir metida de lleno en mis ensoñaciones porque los dos hombres que habían acompañado a Elsen perdieron la paciencia y nos sacaron del dormitorio al pasillo de malas formas, cerrándonos la puerta en nuestras propias narices.

Crónicas de la Atlántida II: La conquista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora