Mis doncellas vinieron a despertarme más temprano que de costumbre. Todas ellas venían con el rostro ceniciento y sin un ápice de su habitual alegría matinal; su aspecto no era mucho mejor que su humor, por lo que supuse que no traían consigo buenas noticias. La noche anterior Elsen no había podido proporcionarme mucha más información al respecto sobre su próximo ascenso a capitán debido a que Vasilis lo había retirado de su actual posición dentro de los Opositores, impidiéndole conocer detalles sobre la ceremonia.
-Majestad –me saludó Clímene, con la protocolaria reverencia.
Les hice una señal para que entraran rápido en el dormitorio, ya que la presencia de mis carceleros aún seguía vigente; mis doncellas parecían igual de incómodas con los guardias que Vasilis había apostado en mi puerta desde el día de la playa.
Mis ojos se clavaron en el bulto que Leda llevaba entre manos; levanté la vista hacia su rostro con una expresión interrogante.
-Es... es un regalo de vuestro... futuro prometido –balbuceó la sirvienta, extendiendo los brazos para que pudiera tomar el vestido de Vasilis.
Me mordí el interior de la mejilla al contemplar la nueva elección que había hecho Vasilis para mí, tratando de ponerme a prueba otra vez; mis doncellas empezaron a revolotear por la habitación, tratando de poner algo de orden en mi dormitorio mientras yo seguía contemplando aquel trozo de tela con una expresión de horror.
Clímene, que se encargaba de la zona de la chimenea, se giró en mi dirección con un gesto inescrutable. Sus ojos se clavaron durante unos segundos sobre el vestido que yo aún tenía entre manos, con un breve brillo en su mirada.
-También nos ha pedido que se lo ponga, Majestad –dijo con un tono neutral-. Quiere verla.
Mis cejas se alzaron en un gesto de sorpresa. Vasilis me había mantenido allí encerrada desde el episodio de la playa, asegurándose de que me encontraba vigilada a todas horas y con todos mis movimientos controlados; no pude evitar ponerme nerviosa. ¿Y si la visita de Habis no había pasado desapercibida como Elsen me había hecho creer? De manera inconsciente empecé a morderme el labio inferior, preocupada por los motivos que se escondían tras aquella tregua en mi cautiverio; Leda se me acercó con una sonrisa amable y me pidió que le dejara ayudarme con el vestido.
Elsen, acompañado por dos guardias, vino por mí con un gesto sombrío. Mis tres doncellas se deshicieron en reverencias al salir de la habitación, como si supieran que las cosas no marchaban del todo bien.
Dirigí una breve mirada a los dos hombres que respaldaban a Elsen y sospeché que formaban parte de los Opositores; Elsen me había contado que Vasilis había reducido el número de cadetes que entrenaban para formar parte de mi guardia personal y ejército, aumentando la presencia de sus propios hombres allí.
Estaba quitándome poco a poco el poder, asegurando que todas aquellas medidas eran necesarias debido a mi situación y los peligros que conllevaba mi falso embarazo. Me pregunté si Habis no habría tenido razón al asegurarme que él no era mi enemigo.
Sacudí la cabeza, enfadándome conmigo misma. Los pocos informes que podía traerme Elsen sobre el grupo de Habis no eran nada halagüeños: secuestros, extorsiones y pequeñas ejecuciones. Si Vasilis decidía enviar al cadalso a alguien acusado de traición, Habis le devolvía el golpe de igual forma; a pesar de los intentos de mi ex prometido de asegurarme que estaba haciéndolo por mí, no podía creerle.
No cuando estaba actuando de igual manera que Vasilis.
No abrí la boca en todo el trayecto, ya que Elsen no podría decirme la verdad estando en presencia de aquellos guardias; mi estómago se contrajo al ver hacia dónde nos dirigíamos: el centro de operaciones desde donde Vasilis movía sus hilos.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasíaAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...