Habis bajó lentamente las escaleras, sin despegar la mirada de mí. El corazón no paraba de latirme con fuerza dentro del pecho, consciente de lo que significaba que Habis hubiera decidido venir hasta aquí.
Espié por el rabillo del ojo a Arnor y vi que su padre lo miraba con agradecimiento... y orgullo. Había entendido el sacrificio que Habis había hecho al salir del dormitorio para enfrentarse a ese duro momento que suponía ver a su padre casándose con otra mujer, sepultando a su primera esposa y madre de Habis.
«Te he fallado, Seraphine –había dicho Habis, presa de la fiebre-. Te he fallado.»
No me había atrevido a preguntarle al respecto, pero ahora que sabía que su madre se llamaba Seraphine no podía evitar sentir una insana curiosidad por saber más de la madre de Habis.
-Hijo, estoy muy...
Habis lo silenció con una simple mirada.
-Estoy aquí porque Ameria me lo ha pedido –le espetó-. Y porque es mi deber.
Lo último lo dijo con la mirada clavada en Vasilis, desafiándole a que lo corrigiera. La tensión era más que palpable en el ambiente y los ojos de Vasilis parecían soltar pequeñas chispas de rabia; Elsen miraba a Habis con una mezcla de alivio y desconcierto, quizá sorprendido por ese repentino cambio de opinión de Habis.
Arnor esbozó una tímida sonrisa, a pesar de la mirada que había recibido por parte de su hijo.
-Tu prometida nos había comentado que no te encontrabas muy a gusto –comentó Vasilis, entornando los ojos.
Abrí la boca para contradecir las palabras de Vasilis, ya que yo no había hablado sobre los motivos que habían impedido a Habis salir de su dormitorio, pero Elsen me dirigió una elocuente mirada, pidiéndome que no dijera una sola palabra. Sidé aún seguía allí, observándolo todo con sus inquietantes ojos; no pude evitar fijarme en que no se perdía detalle de Habis, contemplándolo con el ceño fruncido.
De nuevo tuve el presentimiento que Sidé sabía algo que no había querido decirme, pero relacionado con el momento en que debía tomar una decisión que podría cambiar el rumbo de mi propio destino.
-Ahora que estamos todos –intervino la sacerdotisa, con un tono suave y meloso-, sería mejor que empezáramos. Debemos regresar de inmediato al Oráculo.
Habis se colocó a mi lado y yo le aferré por la muñeca con suavidad, dándole un ligero apretón de agradecimiento. No podía saber qué era lo que le había hecho cambiar en su decisión de no querer acudir a la boda, pero aquel esfuerzo sobrehumano debía significar algo.
Quizá que quisiera arreglar las cosas con su padre.
Quizá mis palabras habían hecho que algo se removiera en su interior.
Habis me retuvo por el brazo, rezagándonos a ambos. Observé las espaldas del resto del grupo dirigiéndose hacia la habitación que habían decidido utilizar para celebrar la ceremonia, preguntándome a qué se debía ese movimiento por parte de Habis.
-Han hablado contigo también, ¿verdad? –me preguntó al oído.
Lo miré con sorpresa y temor, pero los ojos de Habis parecían reflejar lo mismo que yo: una profunda confusión.
Las sacerdotisas habían hablado con Habis, al igual que habían hecho conmigo. Quizá por eso se habían retrasado tanto.
-¿Qué te han dicho? –pregunté en un susurro.
Habis frunció el ceño.
-No lo he entendido muy bien. ¿Y a ti?
Recordé la conversación con la sacerdotisa de manera íntegra dentro de mi cabeza.
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Crónicas de la Atlántida II: La conquista.
FantasyAmelia ha descubierto la verdad: su madre y su abuela tuvieron que huir de la Atlántida; su propio padre murió para que ellas tuvieran una oportunidad de vivir. Ella es la princesa perdida. Su abuela ha sido asesinada. Todas las pruebas apuntan a su...