Capítulo 5

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Me despertaron los gritos de mi tía Keiko llamándome. Abrí los ojos y... bueno, realmente no recuerdo si los abrí, solo sé que me levanté de la cama como pude y fui al salón en modo zombie.

-¿Qué quieres? ¿Qué hora es? -bostecé y me rasqué la cabeza- Déjame dormir un poco más...

-Calla y mira.

Me froté los ojos y me acerqué donde ella me estaba señalando.

-¿Sabes qué es eso? -me preguntó.

Lo cogí con las manos y sentí el calor que desprendía y su delicioso aroma.

-Es chocolate -le dije, sonriéndole. 

-Espera, mira, hay una nota -la cogió y la leyó.

-"Espero que disfrutes de este chocolate tanto como lo hiciste ayer. Taeil." -mi tía me miró y se empezó a reír- "Espero que lo disfrutes tanto como ayer" -me decía en modo de burla- ¿Qué pasó ayer? ¿Hubo mucho chocolate? ¿Tal vez momentos románticos entre los dos?

Le saqué la lengua mientras intentaba dejar de sonreír como una niña a la que le regalan por primera vez una muñeca. Al fin y al cabo la única diferencia entre Taeil y una muñeca era que él es real.

-Si te callas y te tranquilizas, te lo contaré todo.

Se lo conté todo excepto una parte: cuando, bajo las luces, estábamos a pocos centímetros y él me dio en la frente con un dedo. Decidí guardarme ese pequeño detalle para mí.

El resto del día pasó normal, aunque yo no dejaba de pensar en el detalle de esa mañana. Me había descubierto a mí misma arreglando el pelo de la gente mirando a la nada y sonriendo. Por suerte para mí, no la cagué en ningún peinado. Por fin se hizo de noche. Yo me puse a estudiar para distraerme un rato, pero el móvil empezó a sonar a los pocos minutos.

-¿Diga? -contesté mientras seguía leyendo mi libro.

-¿No crees que el chocolate caliente por la mañana es lo mejor? 

Cerré los ojos y sonreí.

-Es lo mejor del mundo.

Taeil empezó a reír.

-¿Verdad? El caso es que me alegro de que lo hayas disfrutado. Oh, por cierto... ¿mañana por la mañana te gustaría ver cómo se graba un vídeo?

-¿Eh?

-Mañana grabaremos parte de un vídeo, y he pensado que te gustaría estar aquí y ver cómo se hace.

Me emocioné al momento, pero...

-Pero yo mañana trabajo, así que lamentablemente -pero no me dejó acabar de hablar.

-Espera, te llamo en un momento.

Y colgó.

Me quedé observando la pantalla del móvil y entrecerré los ojos.

¿Qué?

Pasados dos minutos, me volvió a llamar.

-Mañana no trabajarás, así que puedes venir -me dijo.

-¿Perdón? -le dije atónita.

-Que mañana no trabajas. He hablado con tu tía y me ha dicho que vendrás conmigo.

-¿Pero cómo... oh. Por eso has colgado.

-Ajá.

Le sonreí al móvil, como si él pudiera ver mi sonrisa.

-Mañana a las nueve tendrás que estar lista, un taxi pasará a buscarte a esa hora.

-Claro, claro, bien -¿él podía notar mi nerviosismo por el móvil?- Estaré lista a esa hora.

-¡Fantástico, hasta mañana!

Y esta vez colgó y no volvió a llamar.

Salí corriendo de mi habitación y busqué a mi tía, que me la encontré en el salón viendo un dorama típico para adolescentes.

-No necesito que me digas nada, ya lo sé todo -me dijo, sin sacar la vista de la televisión.- Obviamente, has aceptado. ¿Por qué? Porque él te gusta y te ha derretido el corazón esta mañana.

-Deberías dejar de ver doramas, Keiko.

Se giró y me miró.

-¿Hay algo en lo que me haya equivocado?

-Yo no he dicho que me guste, eso te lo has sacado de vete tú a saber dónde. Es cierto que lo de esta mañana me ha gustado mucho, pero no esperes más.

-¡Ay, qué seca eres! Pero yo no te creo nada, mientes tan mal como tu madre.

En lo que quedó de noche no pude volver a estudiar, así que me senté con mi tía a ver la serie.

La verdad es que no estaba mal, es más, me gustó. Hacía mucho que no veía doramas, pasaba demasiado tiempo encerrada en mi habitación estudiando o leyendo algún libro polvoriento de los pasillos más olvidados de alguna biblioteca pública. Esos eran los mejores.

A la mañana siguiente, me desperté de un salto cuando sonó el despertador. Había tardado horas en dormirme a causa de los nervios, pero cuando por fin lo conseguí prácticamente me desmayé en la cama. Había preparado la ropa la noche anterior, así que solo era cuestión de meterme en la ducha, desayunar, y vestirme. Hice todo en media hora, así que me sobró una hora y media hasta que llegara el taxi. Mi tía Keiko se levantó poco después de que saliera de la ducha.

-¿Lista para tu segunda cita?

-¿Qué le ves de cita a esto?

-Si es con él, cualquier día es una cita.

Suspiró como lo haría una niña de quince años enamorada.

-Tú tienes un problema muy gordo. ¿Has pensado en buscarte novio y dejar de ver doramas? No, espera, ¿has pensado en buscarte novio y dejar de intentar convertir mi vida en un dorama?

-Ay, para ti es fácil, eres joven y guapa.

-Bueno, tía Kei, tú también eres joven.

-Y más guapa, eso también -le puse mala cara y ella soltó una carcajada-, pero sigue siendo complicado a esta edad. Todos los coreanos de mi edad ya están casados. Por eso, disfruta de todo esto que te está pasando. ¡Eres joven, sé feliz! Y si no te quieres quedar con un hombre, puedes quedarte con más.

-Vale, bien, hasta aquí ha llegado la conversación.

El taxi llegó justo a su hora. Durante el viaje, comenzó a llover muy fuerte.

Llegamos y vi a dos en la puerta, hablando.

-¡Hey! -me gritó uno que tenía el pelo de un rojo muy intenso.- Nos dijeron que vendrías, entra. Por cierto, soy Pyo Jihoon -me sonrió-, pero si crees que te olvidarás, llámame P.O, es más fácil de recordar.

Pues la verdad es que sí, los nombres coreanos son bastante complicados.

-Oye, ¿y qué pasa conmigo? ¿No le vas a decir cómo me llamo? Aunque, claro, siendo yo, seguramente no se ha olvidado de mi nombre -me detiene y me mira a los ojos-, porque lo recuerdas... ¿verdad?

Entrecerré los ojos y medio giré la cabeza.

Pyo Jihoon empezó a reírse.

-¡No se acuerda de ti! -le decía al otro muchacho mientras le daba palmaditas en la espalda.

-Soy Kim Yu Kwon, ¿vale? -me lo dijo como si fuera lo más importante que me habían dicho en la vida y no pudiera olvidarlo bajo ninguna circunstancia. 

Ellos me llevaron donde estaban los demás, pero me dijeron que hablara bajito, ya que en ese momento estaban grabando.

Y ahí estaba, sentado en un sillón blanco, vestido de rojo, blanco y negro, con un bastón que tenía una calavera roja y brillante en lo alto. Estaba tan sorprendida, que no me di cuenta de que Taeil venía hacia mí. Simplemente, no podía sacar los ojos del chico al que estaban grabando. 





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