Capítulo 12

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Al salir del edificio, me detuve de pronto.

-¿Pasa algo? -me preguntó Taeil.

-Oh, no, es solo que... no sé donde llevarte.

Me sonrió y se acomodó la bufanda negra que llevaba.

-Supongo que ese es mi rol, ¿no? Siempre soy yo el que te lleva. Pero esta vez te dejaré a ti, así que date prisa, porque tengo hambre.

Me quedé pensativa un momento, hasta que me vino un restaurante de comida japonesa a la mente.

-¡Lo tengo! -le dije, orgullosa.

Caminamos un par de calles mientras hablábamos de lo que habíamos hecho ese día.

-Sí, ya sabes, para mí fue un día normal. Aburrido, se podría decir.

-¿De verdad? Pues yo estuve con unos amigos casi todo el día. ¡Oh, ahora que lo pienso, hoy Zico había quedado con Kim Nam Joon! Vaya, si me hubiera acordado le habría dicho que le pidiera un autógrafo para ti... soy un idiota, lo siento.

-Oh, no te preocupes, ya le conoceré... en algún momento.

Otra vez.

Asintió y entramos al restaurante japonés. Mientras nos comíamos dos bols enormes de ramen, mi tía me llamó.

Mierda.

-Discúlpame, por favor, es mi tía.

Salí rápido del restaurante, olvidándome la chaqueta dentro...

-¡Tía Kei!

-Necesito que me digas ¡POR FAVOR! por qué hay un muchacho borracho y otro comiendo ramen en mi casa.

-A ver, es complicado de explicar...

-No, no, si el que devora la cena ya me lo ha contado, pero no me lo puedo creer. ¿No crees que me tendrías que haber llamado y contármelo? ¡No, claro que no, llego a mi casa y me encuentro por sorpresa a dos chicos! ¡Y ni siquiera una nota o un mensaje! ¡Nada!

-Tía Kei, lo siento, de verdad, pero me entró el pánico...

-No habrás hecho un trío, ¿no?

-¿Qué? ¡No! 

Suspiró mientras yo daba saltos intentando entrar en calor.

-Entonces estás en una cita ahora mismo...

-Sí, sí, y estoy en la calle hablando contigo, ¿tú sabes el frío que hace?

-Pues ya hablaremos tú y yo seriamente cuando llegues a casa. 

Colgó y agradecí a todos los dioses que existían por dejarme entrar otra vez.

-¿Ha pasado algo?

Me he metido en un problema hermoso, eso pasa.

-No, no, era para consultarme una cosa.

Acabamos de cenar y nos pusimos a caminar sin destino alguno, como solíamos hacer. Pasamos por una tienda de dulces y tuve la necesidad de entrar. Él me miraba mientras yo llenaba una bolsa de plástico con diferentes golosinas de varios colores y tamaños. Para mí, estar en una tienda de dulces es algo similar a morir y estar en el cielo para un religioso. Al salir, miró la bolsa que llevaba y se empezó a reír. 

-¿De verdad te vas a comer todo eso?

-Bueno, en realidad es para los dos... yo no podría con todo esto.

Mentira.

Seguimos caminando mientras comíamos las golosinas que había comprado, y yo no podía ser más feliz en ese momento.

Pasado un rato, nos detuvimos delante de un conjunto de luces de colores que se alzaban haciendo la forma de un árbol navideño.

-¡Es precioso! -le dije- ¿Cómo es que no me lo habías mostrado?

-Es el primer año que lo veo.

-¡Me encanta! 

Me acerqué un poco más admirando los distintos colores de las luces, y cómo estaban puestas de una forma tan perfecta. 

-Realmente me encanta Seúl -le dije, mirándole.

Él me sonrió, como hacía siempre, provocando una aceleración en mi corazón. Se acercó a mí, poniéndose a mi lado, para ver también las luces. Yo me quería concentrar en lo que estaba viendo, pero me costaba sabiendo que él estaba a mi lado, y me estaba poniendo muy nerviosa. Por mi cabeza flotaban un montón de pensamientos y él aparecía en todos, sonriéndome.

-Miyu, ¿sabes qué?

-¿Qué? -le pregunté, ladeando mi cabeza para poder verle mejor.

-Ahora tienes que saber muy dulce.

-¿Dulce? ¿Yo?

-Sí, y la verdad es que me gustaría comprobarlo.

Me besó. Me cogió de un brazo, llevándome hacia él, y antes de que pudiera reaccionar, me besó. No sabía cuánto deseaba que lo hiciera, hasta que ocurrió. Fue el beso más dulce y apasionado que me habían dado en mi vida. El beso fue corto, como todos los primeros besos. Cuando se separó, vi lo rojas que se habían puesto sus mejillas, y noté lo que me ardían las mías. Le miré a los ojos hasta que la vergüenza se apoderó de mí, y apoyé la cabeza en su hombro. Cerré los ojos mientras disfrutaba del perfume que llevaba.

-Tenía razón, estás muy dulce.

Me llevé una mano al corazón, esperando que así se calmara, pero no podía. Yo seguía apoyada en su hombro, con los ojos cerrados, sonriendo.

-¿Y te gusta el dulce?

-Nunca había probado un dulce igual.

-Puedes probarlo cuando quieras.

Abrí los ojos de golpe, sorprendida por lo que acababa de decir.

-¿Incluso ahora? 

-Sí, incluso ahora.

Se echó un poco hacia atrás para que yo dejara de apoyarme en él, y, sujetando mi bufanda, volvió a llevarme hacia él.

Ese beso fue más largo, y cuando acabó puse una mano en su corazón, mientras la otra estaba en el mío.

-¿Qué haces? -me preguntó, divertido.

-Quería saber si tu corazón iba tan rápido como el mío.

-¿Y cómo va?

-Van rápidos los dos, latiendo a la vez.

Taeil puso sus manos sobre las mías y cerró los ojos. Apoyó su frente en la mía, y sonrió. Sonrió como hacía siempre que estaba conmigo, y yo le devolví la sonrisa. Hacía muchísimo que no sentía una felicidad tan grande, y en ese momento me di cuenta de que mi felicidad llevaba su nombre.








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