Capítulo 1

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Las piernas me dolían, pero no podía dejar de pedalear. No me podía permitir llegar tarde mi primer día de trabajo. Sentía cómo el sudor iba bajando por mi espalda, pero si me sacaba la chaqueta y el aire frío me daba, llegaría con una neumonía bastante importante.

Llevaba en Corea del Sur casi un mes. Me alojaba en casa de mi tía Keiko, la hermana pequeña de mi madre. Una solterona que a sus treinta y cinco años seguía buscando su príncipe azul. Aún recuerdo cuando mi madre la llamó y le dijo que yo dejaría mi casa en Tokio para pasar unos meses en Corea, ya que estaba pasando una mala racha. Yo intenté convencerla de que podría estar bien en un pequeño piso, que me pagaría con mis ahorros y el dinero que consiguiera trabajando, pero mi tía Keiko se negó.

-Mi única sobrina no estará sola en esta ciudad de locos, Miyu. ¡Lo pasaremos muy bien juntas! Tendrás tu propia habitación y cuarto de baño. Ay... esta casa es demasiado grande solo para mí. Además te ayudaré con lo del trabajo, ya que trabajarás para mí. ¿Hiciste un cursillo de peluquería, verdad? Pues ya está, serás mi ayudante.

Pensé que con la velocidad a la que iba podría llegar a tiempo, y cometí el error de bajar la vista para ver mi móvil, no sin antes asegurarme de que por la calle que iba no había nadie. Pero, como decía mi tía Keiko, en esa ciudad de locos, la gente salía de cualquier lugar, en el momento más inesperado.

Volví a levantar la vista y vi a un chico que no tuvo tiempo a reaccionar, y antes de que los dos nos diésemos cuenta, estaba siendo atropellado por mí.

-¡Oh dios! -grité, y me bajé de la bici para ayudar al muchacho que estaba tirado debajo.

-¡Es que no ves por dónde vas! -le tendí la mano pero la ignoró- ¡Me he ensuciado por tu culpa! Tsé, maldita loca. ¡Me has atropellado!

No conocía de nada a ese chico, pero me empezaba a parecer bastante desagradable.

-Yo, yo... -miré el móvil otra vez y abrí los ojos todo lo que pude- ¡Yo llego tarde!

Cogí la bici, me subí, y me separé del muchacho que me miraba sorprendido. Empecé a pedalear.

-¡Pero discúlpate! -me gritó.

Cinco minutos más tarde llegué al centro de estética Honoka, que había abierto mi tía hacía ocho años. El centro Honoka estaba en una de las calles más bonitas de Seúl, ya que, aun estando en el centro, había un enorme jardín en frente que te hacía olvidar todas tus penas. ¿Cómo podías sufrir estando en un lugar tan hermoso?

Al bajarme de la bici, me di cuenta de que me había dejado el candado en casa.

-¿Por qué hoy? -me dije en voz alta- ¡¿Por qué hoy?! -una pareja que pasó a mi lado se asustó ante mi grito.

Dejé la bici al lado de la puerta y entré. Mi tía me estaba esperando con total tranquilidad, mientras se tomaba un café.

-¡Miyu! -dejó el café y vino a abrazarme- ¿Cómo te ha ido todo?

Ugh, contacto humano... No es que no me gusten los abrazos, pero no soy precisamente la persona más sociable, y si puedo evitar tocar otras personas, pues mejor.

-¡No he traído el candado! -decidí saltarme el hecho de que había atropellado a alguien unos minutos antes- Soy una idiota, ¿qué hago con la bici?

-Tranquila, cariño, éntrala y la pondremos en el almacén.

Después de hacer lo que mi tía me había dicho, suspiré y me serví café.

-¿Y los clientes? Me habías dicho que hoy habría un montón de gente.

-Sí, sí, pero se están retrasando. Cosas de famosos, supongo.

Me atraganté con el café y miré fijamente a mi tía.

-¿Famosos? ¿Peinaré a famosos?

Keiko se rió y asintió.

-Sí, son niños de tu edad.

-¿Niños? A mis veinte años yo ya no soy una niña, tía Kei.

Soltó una carcajada.

-Son buenos chicos, te caerán bien. A veces son un poco revoltosos, pero no suelen dar problemas.

-¿Y por qué son famosos?

-Son de un grupo de K-Pop.

Al oír eso me puse algo nerviosa. Yo sabía cómo eran los integrantes de los grupos de K-Pop, eran como la perfección hecha persona. Con sus caras perfectas, su piel perfecta, su todo perfecto.

-De saberlo me habría arreglado más.

Antes de que mi tía pudiera contestarme, entró un hombre por la puerta.

-¡Keiko! -le dijo- Muchísimas gracias por hacernos este favor, la sesión es en frente y sería una estupidez y pérdida de tiempo que los arreglaran donde siempre.

Mi tía siguió hablando con ese hombre, pero perdí el interés por su conversación al verlos entrar.

Eran siete. Siete hermosos hombres de mi edad, con hermosas caras, sedoso pelo, y...

-¿Es él? -me dije para mis adentros.

El muchacho que había atropellado un rato antes había entrado por la puerta. Él me miró sorprendido, pero me volvió a ignorar.

Todos fueron a hablar con mi tía, parecían amigos de toda la vida. Yo no sabía qué hacer; podía ir y presentarme para caerles bien y empezar a trabajar, o podía quedarme donde estaba, mirando, sin moverme, demostrando otra vez lo antisocial que soy. Elegí lo segundo.

-Oh, chicos, esperad, os voy a presentar a alguien -Keiko me señaló que me acercara-, esta es mi preciosa sobrina Miyu.

Por supuesto, preséntame ante seres de una belleza superior como tu preciosa sobrina, Kei.

Interiormente quería salir corriendo de ahí, pero ignoré mis instintos y me seguí acercando mientras sonreía.

Los chicos me saludaron y me sonrieron, eran todos muy simpáticos y agradables. Excepto uno. "El atropellado".

-¿No te presentas, Zico? -le preguntó uno al que había sido atropellado.

-¿Eh? Ah, sí -me miró e intentó sacar una sonrisa, pero no lo pudo conseguir-, hola.

Yo creía en el "coger asco a primera vista", y ese chico no me gustaba nada.





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