Capítulo 22

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Habla Zico.

Había quedado con Miyu en la puerta de la discográfica donde habíamos ido hacía unas semanas. Llevaba casi diez minutos esperando, cuando vi un taxi parar. Miyu salió del coche, y así pude ver mejor cómo iba vestida. Llevaba medias negras hasta poco más arriba de las rodillas, una chaqueta oscura también, que estaba abierta, y así se veía el jersey de lana que llevaba. Estaba preciosa. Eso sí, por alguna razón que no comprendía, llevaba Converse rojas. Cuando me vio, me sonrió a lo lejos y vino corriendo hacia mí. Verla sonriéndome y acercándose rápido hacia mí me hizo sonreír como un imbécil. ¿Cómo podía hacer que con algo tan estúpido mi corazón latiera de otra forma?

-¿Llevas mucho esperando? -me preguntó mientras cogía aire.

-No, acabo de llegar.

-¡Ay, qué bien, estaba preocupada por si habías pasado frío por mi culpa!

¿Estabas... preocupada por mí?

-Pues no te preocupes, no he sentido el frío en absoluto. Venga, entremos -asintió, sin dejar de sonreír. Estando conmigo, nunca la había visto sonreír tanto. O, quizás, antes no me fijaba en si lo hacía. Una parte de mí me decía que esa sonrisa no era por mí, que yo no importaba para ella, pero quería sacarme esos pensamientos negativos. Estuviera feliz por mí o no, lo importante es que estaba a solas con ella, aunque fuera solo por un rato.- Te veo muy contenta, ¿por qué? -me dio un golpe en el brazo mientras subíamos al ascensor.

-¿Por qué crees que es? 

-¡Oh, claro! -exclamé- ¡Es porque estás conmigo! -se encogió de hombros, se puso frente a mí, y me cogió de las mangas de la chaqueta. Me sonrió otra vez.

-Eres un idiota, pero te quiero agradecer esto. 

Ji Ho, por el amor de Dios, quita esa cara de tarado. ¿Acaso eres tan obvio?

-De nada.

Salimos del ascensor, y mientras pasábamos por un pasillo bastante largo, el principal de esa planta, vi a una mujer conocida a unos metros de nosotros, observando el móvil.

-¡Ay, mierda!

Cogí a Miyu, y la llevé conmigo para ocultarnos en uno de los pasillos secundarios que había cerca nuestro. Le tapé la boca con la mano.

-No digas nada -le susurré. Ella asintió, confundida. Bajé la vista, y vi bien cómo estaba. Yo la sujetaba por la cintura con un brazo, mientras que con el otro la abrazaba. Miyu me sujetaba del brazo con el que la abrazaba, realmente no sabía qué estaba pasando. Tener su cuerpo pegado al mío me encantaba. No era la primera vez, recordé cuando estaba en su cama y ella intentó despertarme, que la cogí para que se acostara conmigo. Claro que, aquella vez, yo no tenía demasiado claro qué estaba pasando, pero ahí estaba totalmente despierto.

Cuando vi a la mujer pasar delante de nosotros, sin vernos, me relajé. Solté a Miyu, aunque la verdad es que no quería hacerlo, y ella se giró para mirarme.

-¿Qué ha pasado? -me preguntó, mientras volvíamos al pasillo principal.

-¿Has visto a la mujer que pasó antes? -asintió.- Pues... hace unos meses me acosté con ella, le dije que la llamaría, pero...

-Pero no la llamaste, ¿verdad? 

-Eso es. Y no quería que me viera, porque me empezaría a hacer preguntas incómodas y todo eso.

-¿Y por qué no la llamaste?

-¿Por qué iba a hacerlo?

-Bueno, le dijiste que lo harías, ¿no? Aunque únicamente la hubieras querido para una vez, tendrías que haber sido sincero con ella, y así no tendríamos que escondernos. 

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