Capítulo 37

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Habla Zico.

Estábamos sentados en el suelo de la cocina, comiendo el bizcocho que habíamos hecho. El bizcocho sabía muy bien, pero se secó demasiado rápido.

-Algo hemos hecho mal -me dijo Miyu mientras apretaba un trozo-, no es normal que se seque tan rápido. Dios mío, somos cocineros terribles -me reí y ella se cruzó de brazos.

Yo estaba sentado detrás de ella, y la abrazaba con ambos brazos mientras apoyaba la barbilla en su hombro izquierdo. Cada tanto le daba un beso en la mejilla, y ella se sacudía. Sonreía como un idiota cada vez que lo hacía. Era demasiado feliz. 

-Es tarde -me dijo cuando miró el reloj de pared que había en la cocina.

-Lo sé, tengo que irme -me quedé un rato en silencio y la abracé más fuerte-, pero no quiero. 

-No puedes quedarte -asentí.

-Lo sé, lo sé, eso no causaría más que problemas -la solté y se puso de pie. Me tendió la mano para ayudarme a levantarme, le di mi mano, me levanté, y me acerqué a Miyu, aún sosteniendo su mano. Con la mano que tenía libre, le quité los mechones de pelo que caían sobre su cara, y le di un beso en la frente.

-Ojalá hubiera sido todo distinto desde el principio -le dije.- Ojalá no hubiera sido así contigo, ojalá... me hubieras peinado a mí. -Me encogí de hombros mientras balanceaba su mano.- Tal vez todo esto era algo que nos tenía que pasar. Algo así como el destino -Miyu negó con la cabeza.

-Yo no creo en eso, Ji Ho.

-¿Por qué?

-Porque no. No creo que todo esté escrito desde el momento en el que nacemos. No creo que, simplemente, nuestra vida sea guiada por alguien o algo. Yo creo que de nosotros depende forjarnos un futuro, sea cual sea. Son nuestras elecciones, nuestras acciones, nuestros deseos. Por eso no soy una persona religiosa, porque yo solo creo en las personas -sonreí.

-Te entiendo. Sí, me gustas así. 

Aunque, a veces, haces mal en creer en algunas personas.

Me acompañó a la puerta, la abrí, y llegó el momento de la despedida. Me pareció que se sentía incómoda, sin saber qué hacer. Yo no quería presionarla, pero deseaba con todas mis fuerzas volver a besarla.

-¿Está bien si...? -Pregunté, y ella asintió. Me acerqué, puse una mano debajo de su barbilla, la levanté, y volví a besarla. Cuando me separé, le sonreí y me fui. Iba con una sonrisa que parecía un imbécil. Sí, lo había logrado. 

Adiós, Taeil, Miyu ya ha elegido.



Habla Miyu.

Cerré la puerta, suspiré, y fui a mi habitación. Me tumbé en la cama, y poniendo las manos bajo mi cabeza, mi mente se inundó de pensamientos.

¿Por qué me sigo preocupando por si lo que hago está bien? ¿Por qué pienso más en él que en mí?  ¿Por qué me olvido de que la primera en mi vida tengo que ser yo? Por primera vez desde que estoy aquí, echo de menos mi casa. Mi calle, mi ciudad, mi país. Tal vez no fue la mejor idea venir aquí. Tal vez no tuve que dejar la universidad. Tal vez... 

Un ruido en la cocina me despertó. En mi casa no podía haber nadie más que yo. Miré el reloj, eran las nueve de la mañana. Keiko no volvería hasta la tarde... ¿Entonces?

Joder, joder, joder, mierda, ¿quién hay en la cocina? ¿Han entrado a robar? ¡Mierda! ¿Qué hago? ¿Voy? ¿Me quedo?

Cogí aire varias veces y me levanté sin hacer ruido. Abrí la puerta de mi habitación con cuidado y fui en silencio caminando hasta la cocina. Cuando me asomé, suspiré.

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