Capítulo 23

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Scarlett


El instituto hoy ha pasado rápido. Lo único malo ha sido la redacción que nos ha mandado el señor Angel, de la clase de filosofía, para el viernes siguiente. Ha entrado a clase pegando saltitos, emocionado, y nos ha dejado la hora entera para pensar sobre que la queremos hacer, es decir, una hora perdida.

La inspiración no es mi fuerte. Rara vez me siento en el estudio a una hora concreta y se lo que voy a hacer. Es por eso que a veces me levanto a las tantas horas de la noche para escribir o para dibujar. La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando, como decía Picasso

Por la tarde comemos la familia sola, al fin. Dean tenía cosas que hacer y se ha ido nada más terminar los periodos.

No sé que hacer sobre ese tema. Si le cuento a las chicas lo que pasó no sé como reaccionarían. No creo que se cabreen en exceso, pero tampoco estoy segura de hacerlo. Si lo supieran, lo mirarían de otra forma y asumirían cosas que no son como son.

A Dean le subiría el ego, más de lo normal. Veo como sonríe cuando las idiotas del instituto lo miran más de la cuenta, aunque no debería importarme. Pero seamos sinceros, me conozco lo suficiente como para saber que después de haber estado con él, de haberme...acostado con él y de verlo alrededor todos los días siento algo.

No es mi tipo, ni de coña. Es un...un idiota y no para de hacerme rabiar y de intentar sacarme de quicio, pero no voy a caer. Al menos, no caeré más.

-Scar, tu padre y yo vamos a comprar, ¿necesitas algo?- me dice mi madre cuando entra a la cocina y me ve comiendo cereales.

-Chocolate...Y mira si han traido esas gominolas con forma de elfos-

-Okay. ¿Qué vas a hacer esta tarde?-

-Creo que haré inventario y me pasaré por esa tienda de materiales a la que me llevó Gareth las navidades pasadas- le respondo.- Como siga a este paso, tendré que pintar con el dedo.

-Vale, llámame si pasa algo.-

-Sí.- digo levantándome para recoger la caja y le pido las llaves del coche.

Admiro la velocidad que tienen mis padres para olvidar las peleas. Puedes estar gritando y peleando con dientes y garras un minuto, pero a los diez tu sigues con un enfado de dos pares de narices y ellos empiezan a bromear. Pero a mi esto no se me olvida. Georgetown es importante...era importante, hasta que han decidido no dejarme ir. 

Ellos van a la vuelta de la esquina, pero yo tengo que atravesar la mitad de la ciudad y tardaría medio día en ir y volver, así que pongo el aire caliente del coche. Es viejo, y si tuviera que esperar a conectarlo, seguramente llegaría a mi destino y seguiría echando aire frío. Después de salir al granero y escribir en un papel lo que tengo que comprar, vuelvo a ir hacia el coche. Ya es invierno, así que me he puesto el abrigo, un gorro y mi bolso, y conduzco hacia la calle principal.

El tráfico es horrible en el centro, como siempre lo es, pero conforme paso el río se va disipando. Paso una media hora dando vueltas por la manzana donde se encuentra la tienda hasta que un coche sale y tengo sitio para aparcar.

Fuera hace muchísimo frío, y la calefacción del lugar se agradece. El calor de la entrada hace que hasta yo misma note mis mejillas rojas. Sacando la lista del bolsillo trasero de mis pantalones siento como entro en pánico. La última vez vine con mi hermano, y ahora me siento perdida. Bueno, perdida no, perdidísima.

Para no parecer tonta me meto entre dos filas de pasillos, pero no encuentro lo que busco. Estoy rodeada de papel y presiento que va a ser una tarde larga. La primera entrada en la lista son pinturas acrílicas. Tardo bastante en encontrar el lugar, y me sorprendo al encontrar que dos estanterías gigantes me rodean, y que están llenas de botes y tarros de colores. Saco el móvil y hago una foto sin que nadie me vea. Definitivamente esto ha cambiado mucho. 

Tres al cuadrado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora