Veinte.

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Me cogió de la mano y me guió hasta una tumbona, ambos nos sentamos.

—Dime. —le dije con una sonrisa.

—No es nada en concreto, sólo quería pasar algo de tiempo a solas contigo. Charlar un rato.

Y eso hicimos, hablar y hablar y hablar durante casi hora y media. Hablamos sobre su familia, el encuentro con su ex, también hablamos de mi no-ex, Alex. Un grito nos hizo detener nuestra conversación. Entramos en casa y vimos que los chicos estaban haciendo una guerra de caballitos.

—CHICOS. —grité lo más alto que pude. Ellos me miraron y se quedaron parados, sin bajar de las espaldas de sus respectivos compañeros.— ¿Qué hacéis?

—Volvemos a sortear las habitaciones. —contestó Matt gracioso, que estaba en el caballito de Aaron.

—¿Y tú? —pregunté a Nash, que era el único que no jugaba a ese absurdo juego.

—Yo ya propuse otra cosa, pero nadie me escuchó. —respondió indiferente y se encogió de hombros.

—¿Qué cosa? —preguntó Chris a mi lado, que sonreía divertido.

—Que en vez de quedarnos nosotros aquí vengáis lo que queda de semana a nuestra casa. Todos tenemos camas allí y hay más para vosotros.

Me lo pensé. Sí, era buena idea.

—A mi me parece bien. Al final vas a tener cerebro y todo, Grier. —dije divertida.

—No soy sólo una cara bonita. —dijo pasándose la mano por el pelo y sonriendo seductoramente.

Puse los ojos en blanco y casi me quedo sorda cuando Dani grita:

—Pues venga, ¡mudanza!

Reímos, los chicos recogieron sus cosas y Chris y yo subimos a mi habitación a hacer nuestras mochilas. Chris entró en el armario y empezó a sacar ropa mia.

—Lleva esto, te queda muy bien. —dijo sacando un mono corto y te tirantes granate con estampado de flores. Sonreí y lo metí en la mochila.— Y esto. —dijo sacando un vestido palabra de honor azul cielo.

—Ese es de salir, Chris. —respondí riendo.

—¡Qué más da! —rió y negué con la cabeza. No me iba a arriesgar a que me tirasen a la picina con ese vestido. Era muy delicado. Demasiado, estando con estos chicos.

—Y esta camiseta. —añadió sacando una blusa de tirantes blanca abombada. Chris es el típico amigo gay que no es gay pero que parece gay en ciertas ocasiones en las que daseas tener un amigo gay. ¿Me entendéis?

—¡Chris! Deja de sacarme ropa. —le regañé riendo. Cogí ropa interior y bikinis, y mi neceser. El resto de la ropa ya la había metido el moreno — ¿Listo? —pregunté.

—Sip.

Bajamos las escaleras y Dani nos esperaba en la puerta, mirando el móvil. Solamente quedábamos nosotros.

—Venga, vamos, que nos están esperando. —bufó Dani.— Mira que tardas...

Y entre quejas por parte de Dani que ni mi amigo ni yo escuchamos llegamos a casa de los chicos. Esto prometía.

—Me aburro. —dije por sexta vez y alguien me tiró un cojín a la cara.— ¡Traidor! ¿Quién ha sido? —pregunté subiéndome al sofá con una manta como capa y mirando a todos con superioridad.— ¡Que le corten la cabeza!

Todos se rieron -de mí, cabe decir- y siguieron a lo suyo. Puede que Carter me haya dado una cerveza, y puede que luego viniesen dos más y esté algo achispada.

—¡Chicos! —exclamé emocionada y todos me miraron.— Me aburro.

—Sara, cállate ya. —me dijo Tay.

—¿Te vino la regla Taylor Swift? -pregunté divertida y todos rieron ante mi ocurrencia. Si es que soy la reina del humor.— ¿Alguien que juegue conmigo a la consola? —pregunté esperanzada.— ¿Jack? ¿Cam?

—Vamos, pequeña. —dijo Gilinsky inclinándose en frente de mí para que subiese a su caballito y así lo hice. Subimos a su habitación, ya que ellos también tienen consolas en sus habitaciones -ejem ricos ejem- y jugamos un rato al FIFA, yo aún tenía una cerveza en la mano a la que daba sorbos de vez en cuando, y Jack me robó alguno, también.

—¡No me lo puedo creer! —gritó tirando el mando por la habitación. Ups, adiós mando.— ¿Me acabas de ganar borracha? Me acabas de ganar borracha.

—Para el carro. No estoy borracha, sólo he tomado tres cervezas y se me han subido un poco. Y donde hay calidad... —dejé la frase sin terminar y me empecé a reír yo sóla.

Vi que Jack se acercaba a su cama y se metía.

—¿Qué haces? ¿No jugamos otra?

—No. —hizo una pausa.— ¿Por qué no duermes aquí?

Me lo pensé, la verdad es que tampoco sabía bien cuál era la habitación de invitados, así que no era tan mala idea.

—Valep.

Me metí en la cama, ya llevaba puesto el pijama: una camiseta gris enorme y unos pantalones cortos. Jack me tapó con la sábana y pasó su brazo por mi cintura, abrazándome.

—Buenas noches.

—Buenas noches, Jack. —susurré.

California » Magcon Boys » EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora