Treinta y ocho.

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—Sara. Sara. Sara. Sara. Sara. Sara.

—Si te callas te pago una puta, te lo juro Sam. —dijo Nate cansado. ¡Lleva media hora así! Solté una carcajada ante la cara ofendida del rubio pollo.

—Puedo conseguir chicas, no hace falta que me las pagues. —replicó mirando a su amigo.

—Ya, claro. —dije yo esta vez con burla y me atravesó con la mirada amenazadoramente, para luego tornarse burlona.

—Sara. Sara. Sara. Sara. Sara. Sara. Sara. Sa..

—¡ESTÁ BIEN! —grité y todos nuestros amigos comenzaron a aplaudir. Imbéciles. Capullos. Idiotas.

Me podría pasar el día entero insultándoles, pero tengo que acompañar al pesado de Sam.

—Mueve el culo, van a cerrar. —me apuró y suspiré cansada. ¿Por qué siempre acabo yendo yo a la compra? Con Hayes, con Cam, con Sam... pero siempre acabo yendo yo. Me deben de ver cara de bolsa de Eroski o no sé.

Cogí mi mochila de tela color camel (que últimamente se está haciendo inseparable) donde llevo lo imprescindible y caminé a la puerta de la casa de los chicos. Sam ya me estaba esperando ansioso cambiando su peso de un pie a otro.

—¿Y qué quieres comprar? —pregunté cansada.

—Mmm... —se lo pensó.— todavía no lo sé. Necesito un móvil, rompí el mío. —dijo gracioso y guardé mi querido Samsung S3 mini mejor en mi bolsillo, por si acaso. Al parecer lo notó, porque soltó una carcajada.— Vamos, iremos a una tienda y volvemos.

Y lo que iba a ser una tienda se volvieron siete. ¡Siete! De ropa, de comida, de accesorios, de electrónica... ¿Habéis visto esas películas en las que el chico lleva de compras a la chica y carga con todas sus bolsas hasta el punto de que no se le ve la cara? Pues bien, yo era el chico. ¡Hasta compramos tinte para su pelo! Al parecer se lo retoca él cada dos semanas, dice que no le gusta tener raíces.

—Sam, por favor, vámonos a casa. —dije apoyando mi cabeza en su hombro.— ¿Sabes lo cansada que estoy? No, claro que no lo sabes.

—Hey, a mí no te me rebeles. Además, ¿tú no quieres comprar nada?

—No.

—¿No necesitas nada? —volvió a preguntar.

Pensé un rato.

—Debería comprar bikinis, pero vendré con Chris, no contigo. —dije y mi rubio amigo soltó una sonora carcajada.

—Está bien, pues volvamos a casa.

Increíblemente ninguna fan nos había parado. Las gorras y las gafas de sol servían de algo en un centro comercial desierto a la hora de comer.

Llegamos como a las cuatro comiendo chuches, porque sí, compramos chuches. Yo iba comiendo moras y Sam nubes. Llevábamos casi dos kilos de chuches, y antes de que digáis nada, somos diecisiete. No iban a sobrar.

—Ya estamos en casa. —dijo Sam, pero nadie respondió. Nos encogimos de hombros. Tiré todas las bolsas en un sofá cualquiera y me tiré en otro.

—Ir contigo de compras cansa más que ir con Nina. —dije sonriente.

—Cosas de rubias. —respondió Nate apareciendo de la nada.— ¡Chuches! —exclamó.

Nate tiene fama de fuckboy por fumar marihuana, rapear, tener tatuajes y todo eso, pero en realidad es un cielo y muchas veces tiene puntos de niño pequeño como el de ahora mismo.

—¿Quién ha dicho chuches? —preguntó Johnson entrando por el jardín junto a su tocayo.

Le miré algo asustada. ¿Tienen una antena cuando se trata de comida o qué?

—Aquí tenemos chuches. —dijo Sammy señalando la mesa.— Pero Sara tiene algo más dulce.

—¿El qué? —pregunté confunsa, y Nate soltó una carcajada. No habíamos comprado más comida

—No puedes ser tan inocente, has salido con un tío mayor.

Me estoy perdiendo. ¿Qué tiene que ver Álex en todo esto? Estábamos hablando de comida. Menos mal que llegó Nina para salvarme de mi empanamiento.

—¿Has comprado chuches? —preguntó mirando la mesa llena de bolsas llenas de esas extrañas pero deliciosas cosas químicas.

—Hemos, gracias. —dijo Sammy. Nina hizo un gesto con la mano para quitarle importancia y se puso a rebuscar en las bolsas.

¿Y los pulpos?

Oh mierda. Se me habían olvidado los pulpos para Nina. Os explico: mi obsesión con las yayitas es parecida a la de los pulpitos de gominola de Nina, sólo que si compras chuches y no le compras a Nina pulpitos, estás muerta.

Empecé a correr hacia el jardín esquivando chicos que empezaban a entrar.

¡MIS PULPITOS!

Mañana te compro, lo juro.

No me vale, los quiero ahora. —dijo sin parar de correr.

Está cerrado, ¡no seas cría! —dije fastidiada.

Nuestros amigos nos miraban divertidos desde las tumbonas, la piscina o la puerta de casa. Dani y Chris traducían, como siempre.

—Está bien, pero quiero pulpo de verdad. —se cruzó de brazos.

—¿Sabes cuánto... ? —empecé a quejarme. Puto delfín, se pasa el día comiendo pescado, no sé como lo soporta.— Está bien.

Se subió a mi espalda como si no hubiese pasado nada y volvimos a entrar en la casa. La dejé caer encima de Shawn ''casualmente'' y ahí se quedó. Di una vuelta sobre mí misma y localicé los regalices.

—Cam, que sepas que tienes mis regalices. —dije seria.

—Oh, lo siento, no sabía que eran tuyos. —respondió sentándose recto y me reí.— ¿Me estabas vacilando? —entrecerró los ojos.

—Un poquito, pero con cariño. —me senté a su lado, le quité un regaliz y me lo llevé a la boca.— ¿Qué habéis hecho sin nosotros?

—Descansar. —respondió gracioso y le di un puñetazo en el hombro.— Auch. Era broma, lo de siempre, piscina, cantar, cerveza, fútbol, videojuegos...

—¿Algún día dejaremos de hacer lo mismo? —pregunté divertida dando un sorbo a su refresco. Hice una mueca al darme cuenta de que no era gaseosa, si no cerveza.

—El otro día fuimos a la playa. —me recordó y negué con la cabeza.

—¿Un día de cuántos, Cam? —pregunté y mentalmente comencé a contar cuánto llevábamos aquí, pero el moreno me interrumpió.

—¿Qué más da? Lo pasamos bien, es lo que importa. —dio un largo trago de cerveza camuflada en lata de refresco y sonrió.— Dame un abrazo.

—¿Aquí? ¿Ahora? ¿Porque sí? No.

—Vamos, no te lo pienses tanto. —abrió los brazos y me tiré encima suyo para formar un abrazo. Dejó un beso en mi cabeza y sonreí. Después de eso nos quedamos medio abrazados, yo con la espalda apoyada en su pecho y las piernas encima de Matt y Aaron y el abrazándome por los hombros.

—Esto es agradable. —susurró cerca de mi oído. Aunque juraría que Aaron lo escuchó porque nos miró cómplice.

—Sí, lo es.







 ¡HOLA! ¡NO PASES DE MÍ TODAVÍA QUE TE INTERESA!

NUEVA NOVELA: Naroa.

También es de Magcon. Bueno, mentira, es de Hayes Grier, pero alguno más saldrá.

Como siempre el personaje y la historia de fondo está muy desarrollada, así que si os gustan las historias en las que ya están enamorados en el tercer capítulo no soy vuestra escritora.

Y ya puestos a hacer spam, si no os habéis pasado por Wedics, ¿a qué esperáis?

GRACIAS POR LEER, UN BESAZO



California » Magcon Boys » EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora