Interrogatorio, parte I

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Stuttgart, Alemania

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Stuttgart, Alemania. Prisión de máxima seguridad. 



Harry mira su anillo de compromiso, le da una vuelta entre su dedo, lo quita y juguetea con este observando atentamente el nombre de su esposa inscrito en el metal.

Hoy Harry cumple tres años de matrimonio con ella. Pero Harry no está en casa, con su esposa, celebrando el día que los unió hace tres años para convertirse en uno solo ante los ojos de Dios.

Harry está muy lejos de eso.

Una voz a lo lejos pronuncia su apellido. Es una voz gruesa y conocida, con un acento alemán que ha escuchado desde que estaba en la universidad. El vibrante en aquel sonido sigue produciéndole arcadas, pero sabe manejarlo.

—Por fin has llegado, hombre— le dice Richard Leitner, tendiéndole la mano para ayudarlo a colocarse de pie. Aunque Harry lo hace sin problemas. —¿El avión se retrasó?

Richard Leitner es un hombre de casi cincuenta años con un cargo importante en las agencias de justicia de Alemania. Es alto, pero no demasiado; es amable, pero no estúpido; es inteligente, pero no lo suficiente. Sin embargo hay algo en él que hace que Harry se sienta seguro de sí mismo y pueda desenvolverse sin problemas.

—Lo de siempre—contesta el buen Harry, colocándose el sombrero negro y caminando al mismo ritmo de Richard en medio de la prisión de máxima seguridad de Stuttgart, Alemania. —Siento la demora.

—No ha sido culpa tuya. Además...—Richard mira por el rabillo del ojo a Harry y titubea por un segundo si debe o no demostrar su emoción ante lo sucedido— La buena noticia nos ha tomado desprevenidos a todos. 

Harry siente la tensión apoderarse de su sistema al escucharlo. Pero no son solo sus palabras lo que le tienen tan incómodo, sino también el lugar y los reclusos de su al rededor, encerrados en celdas y mirándole como si fuera la presa fresca de esta noche.

Harry odia las malditas cárceles.

—¿Cómo está?—pregunta él, con una chispa de preocupación en su voz. Queriendo asesinarse en el acto por descubrir que todavía tiene cierto tipo de consideración por el muchacho.

—Hambriento.—la voz de Richard es determinante—No ha comido nada desde que lo hemos traído aquí. No habla, no interactúa, no hace una jodida mierda, Harry.

—No esperes menos...

—Al diablo con eso. ¿Sabes? No me pagan lo suficiente como para tratar de analizar a un chico con problemas mentales.— el hombre se detiene en medio del largo pasillo e intenta bajar un poco el volumen de su voz, al notar que es escuchado por la mitad de los presentes—Mi trabajo es obtener la información y condenarlo a un juicio. No pienso hacer más por él. 

—Así que lo del juicio sigue en pie...—Harry retoma el camino, pero algo en él empieza a alterarse.

—Todos los gobiernos del mundo quieren su cabeza, hombre. Todos le quieren ver muerto o pagando por todo el daño que ha hecho desde que...

—¡Tiene solo 18 años!— las palabras de Harry son casi parecidas a un grito, pero logra recobrar la calma a tiempo. Se tranquiliza. Sabe tranquilizarse. Del bolsillo izquierdo de su abrigo, saca un inhalador y lo usa una o dos veces. —Es un niño, Richard. Y conociéndolo como lo hago, puedo decirte y apostar mi cabeza a que no es un mal hombre. 

—¿Sabes qué es lo mejor de mi trabajo, Harry? Que estoy ya bastante zurrado de ver todos los días a gente como tú. Que intentan defender lo indefendible. —sobándose la frente, sostiene:—El chico te tiene manipulado, justo y como lo hizo con todo el mundo. Está en tu mente, está ahí...—con el dedo índice, Richard empieza a golpear su sien repetidas veces. —Tú no puedes verlo, porque ese es el poder que tiene sobre la gente. Siempre está dos o tres pasos más adelante que nosotros —el hombre niega con la cabeza, mirando a su amigo con cierta pena ajena creciendo en su interior.—No te he traído aquí para que discutamos sobre algo que ya no tiene solución. El chico será condenado a cadena perpetua, pero necesitamos los hechos contados desde su boca, ¿entiendes lo que digo? Yo no puedo ir y decirle que me lo cuente todo, porque no lo hará. Pero tú sí puedes hacerlo. Él te escuchará, Harry. Has sido la única persona por la que ha preguntado desde que llegó aquí... Tú y... esa chica.

—¿Ha pregunta por ella?—Harry intenta no parecer demasiado sorprendido ante su propia pregunta.

—Desde que ha llegado aquí.—confirma su colega—Incluso le hemos escuchado hablar en sueños sobre esa chica y creemos que lo más probable es que te pregunte por ella cuando vea tu rostro. —Richard se detiene, haciendo que Harry también lo haga. En frente de ambos, hay una última puerta de acero donde termina la prisión. 

Él está ahí adentro.

—Queremos datos básicos, su historia. La forma en la que todo comenzó, por qué sucedió y que lo llevó a hacer todos los atentados, robos y crímines planeados que ocasionó en Estados Unidos y en el mundo entero. Recuérdalo, Harry: Ese chico es el diablo en persona. Justin Bieber es el diablo en persona, y por nada del mundo cometas el error de creer alguna palabra que diga.—explica en susurros apurados—Por nada del mundo cometas el error de caer en su juego. Porque todo está en su mente y lo único que puedes hacer, es huir de ella.












HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora