Acusado de numerosos crímenes y homicidios, Justin Bieber deberá contarle a su abogado la historia detrás de los hechos que lo condenaron a prisión.
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Portada hecha por: @sirentale
[Historia ganadora en los #BieberAwards2017 y #WorthyAwards20...
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Antes de llegar a nuestro destino secreto, nos detenemos en un Super para comprar una botella de vino, copas y una pizza de tamaño familiar. En todo el trayecto el volumen de los amplificadores está al tope; suenan diferentes estilos de música: desde Maroon Five, Simple Plan, Jason Walker hasta bandas de los ochenta como The Police.
Justin y yo no paramos de reír mientras hablamos de cualquier cosa: del clima, de su auto, de la carretera... de todas formas, nada es incómodo. Cualquier tontería termina convirtiéndose en una gran historia que los dos queremos escuchar, como si nos conociéramos de toda la vida. Además, de vez en cuando escucho su voz más allá de la música, cantando un pedacito de "Every Breath You Take" deThe Police.
Ya de por sí es jodidamente frustrante admirar lo ardiente que es Justin físicamente, pero lo es aún más escucharlo cantar la letra de esa canción, especialmente cuando dice cosas como: "Oh can't you see, you belong to me...", haciendo unas expresiones con su rostro que lo hacen ver muy guapo. Debo admitirlo, tiene una voz increíble.
Me he dado cuenta de que me fascina verlo así: alegre, relajado y de buen humor. Todo en él me lo dice, desde la forma en la me habla y me cuenta cosas en un tono burlón, hasta la manera en la que observa el camino con la mirada llena de pensamientos e ideas que quizás algún día llegue a saber. Me he dado cuenta, además, de que haría cualquier cosa por verlo de esa manera, siempre.
Después de quince minutos de viaje en auto, por fin hemos llegado a mi destino ultra secreto. Me salgo de la carretera y estaciono el auto en un bosque inmenso con árboles de todos los tamaños; lo increíble de este lugar es que la misma naturaleza ha formado un agujero entre las ramas de los árboles, dejando un pedacito para observar las estrellas, que se ven nítidas desde ahí abajo.
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Me encargo de bajar el vino del auto y él se encarga de bajar la pizza.
—¿Y bien?—le pregunto con una sonrisa de orgullo por haber llegado sanos y salvos y, además, porque el lugar se ve mucho mejor de lo que recordaba.—Lindo ¿no?
