002. Vine para disculparme contigo

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Newark es un barrio que está catalogado como uno de los más "peligrosos lugares para vivir" según la revista Forbes. Está atestado de repartidores de drogas, se organizan carreras ilegales con autos robados y es bastante normal encontrarse a muchas mujeres de la vida fácil vendiéndose como carne fresca en las esquinas. 

Aquí la policía no pone un pie, pues el gobierno ha decidido que es mejor no intervenir en lugares como este. Se dieron cuenta de que este pequeño espacio es como un negocio, que aquí hasta ellos podrían perder la cabeza si se atreven a interceder en el comercio de traficantes o si se aventuran a encarcelar a las prostitutas de los grandes vendedores de mujeres. Es mejor, simplemente, hacerse a un lado. 

Pero no todos en Newark somos así. Está el otro porcentaje de personas que solo se dedican a ver los crímenes desde sus casas sin decir una sola palabra. A mí, por ejemplo, ya me ha dejado de importar qué probabilidades tengo de llegar a casa sin ser violada o ultrajada antes. No es algo que suene digno de decir, pero he aprendido a vivir con eso. La incertidumbre siempre está ahí; sin embargo, con el pasar del tiempo, he entendido que la única forma de vivir aquí sin sentirme paranoica es aceptando la realidad de mi entorno. 

Finn siempre insiste en acompañarme a casa, y yo casi siempre le digo que no. No porque no me guste sentir la protección de mi mejor amigo o ver cómo amedrenta a muchos vecinos con ganas de fastidiar, sino porque de esa manera puedo evitar un enfrentamiento entre él y mi hermano mayor. Ya ha sucedido antes, y no es nada bonito de presenciar. Sin embargo, se me ha hecho imposible no ponerme a pensar muchas veces en que quizás, si las cosas fueran distintas, ellos dos serían grandes amigos. Pero a Dylan no le gusta nada, ni nadie. 

Mi hermano mayor tiene veinticuatro años y hace algún tiempo atrás, estudiaba derecho en una universidad de la ciudad. Fue en una tarde de octubre cuando lo encontré por primera vez fumando marihuana en su habitación. El olor era tan fuerte que había llegado a propagarse por toda la casa y fue imposible no percibir de dónde venía. Recuerdo que le pregunté qué demonios estaba haciendo y él me respondió que era la primera que fumaba, que no tenía por qué preocuparme, solo lo estaba haciendo para probar "cosas nuevas" y sentirse diferente. Bueno, parece que esa mierda lo hizo sentirse bastante diferente, porque hasta el día de hoy Dylan no puede dejar de consumir hierva diariamente. 

Los días en los que está cuerdo me pregunta por las cuentas, por el trabajo, por papá. A veces, muy pocas, se sienta sobre el sofá y se pone a llorar diciéndome que a partir del día siguiente buscará trabajo y dejará la vida en la que está enredado. Pero hay días en los que no está bien, ni mal, simplemente está desesperado. Esos, son los días en donde más le temo. 

Aunque sé que es incapaz de hacerme daño, he leído y escuchado que la gente adicta a una sustancia tan dependiente como la droga puede salirse de control de un momento para otro, sea quién sea la persona que tiene al frente. Quiero pensar que eso nunca va a suceder, pero la balanza muchas veces se inclina... Y no exactamente a mi favor. 

Al llegar a casa dejo mi abrigo sobre el perchero. Las luces están encendidas, por lo que puedo notar que quizás él ha llegado antes. Intento no ponerme a pensar demasiado cómo es que voy a encontrarlo hoy, estoy tan cansada que solo pienso en encerrarme en mi habitación y dormir hasta el día siguiente. Pero como lo supuse, él se aparece de pronto por el marco de la puerta de su cuarto. Está vestido con ropa limpia, algo que no suele ser normal en él, y me mira con una esencia que pide  desesperadamente piedad de parte de mí. 

Sé lo que quiere.

—Claire—me llama con una sonrisa nerviosa en sus labios— Es tarde, ¿por qué no me pediste que fuera por ti al trabajo?

—Nunca sé cuando estás aquí—le respondo con sinceridad, cerrando la puerta de la casa detrás de mí—Es bueno verte ahora.  

—Sí...—sus susurros son pesados. Me mira reflexivo, callado, hay algo que quiere decirme pero quizás aún no ha encontrado las palabras adecuadas.—¿Y cómo ha ido hoy todo en la cafetería?

HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora