035. Pase lo que pase.

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Con un pijama de ovejitas, pantuflas de felpa y una media cola muy desarreglada que dejaba caer finos cabellos en los extremos de su rostro, Claire hizo a un lado las sábanas para salir de la cama cuando escuchó la puerta de su casa resonar ante los golpes secos de un puño enfurecido.

No recordaba cuánto tiempo había estado ahí tumbada, sumergida en ese melancólico precipicio que tenía forma de cama, sábanas y oscuridad. Sus ojos, incluso, ya se habían acostumbrado a la prolongada penumbra que le brindaba su habitación. Y por lo mismo, había perdido por completo la noción de las horas, del tiempo, de la vida.

Desde un principio había apagado el teléfono para evitar algún tipo de comunicación: mensajes y llamadas de ánimo, pésames; estaba cansada de todo eso. Lo único que quería era estar sola, reencontrarse con la soledad y ver qué es lo que esta tenía para ofrecerle.

No entendía cómo, pero Claire juraba que ese rinconcito depresivo de cuatro paredes la llamaba a gritos y le suplicaba quedarse. Joder, seguro se estaba volviendo loca. Después de todo, poco le importaba si eso llegaba a suceder.

Cosas peores ya le habían pasado.

Una vez que dejó su habitación, sus ojos se tuvieron que adecuar a la luz natural que se filtraba por los rincones de la sala de estar. Era de día, al parecer. Lo corroboró cuando observó el reloj de la pequeña cocina que reposaba colgado en una de las paredes: seis de la mañana; seis y tres minutos, para ser exactos. Y la puerta de madera seguía crujiendo bajo los puños desesperados de un desconocido individuo.

Claire, aún adormecida y desorientada, arrastró los pies hasta la puerta principal. Sus ánimos eran tan pocos que solo optó por coger el mango de la puerta y abrirla, sin darle demasiadas vueltas al asunto. En otras circunstancias emocionales, quizá su reacción no habría sido la misma. Pero en esa ocasión, así lo fue.

La puerta de madera se abrió y, poco a poco, la razón de ese despertar tan temprano, fue apareciendo progresivamente frente a Claire.

Con una sonrisa colmada de ironía, que se trazaba de oreja a oreja, una firme mano reposando en el marco de la puerta y la otra en su cintura, Justin subió la tensa mirada hacia Claire.

—Así que tu me llamarías ¿eh? —masculló, con la cabeza ladeada, citando lo que ella le había prometido tres días atrás.

La imponente presencia del chico emanaba reclamo. Su voz, incluso, tenía un tono burlón, pero con bastante cabreo encima. Al parecer, temblaba en una cuerda floja donde su enfado era lo que estaba a punto de hacerlo venirse abajo.

—J-Justin...—Claire no sabía qué decir. Su cuerpo, tan solo de verlo, había cobrado vida en cuestión de segundos.

El corazón empezó a latirle rápido.

HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora