Interrogatorio, parte II

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Dos oficiales altos y de tallas superiores abren la puerta de acero en las narices de Harry. Lo revisan de pies a cabeza, le dicen un par de cosas que no logra entender y finalmente, le ceden el paso.

Harry tarda por lo menos cinco segundos en hacer que su vista se acostumbre a la oscuridad del interior de la celda. No puede ver nada por un momento, pero poco a poco, sus ojos empiezan a dibujar las siluetas de lo que tiene en frente de él.

Lo primero que ve es una jarra metálica llena de agua, una cama desordenada y un cuaderno con hojas en blanco. Por un minuto, Harry se pregunta con seriedad si el chico está verdaderamente ahí adentro. Porque no puede verle, y no sabe por qué.

Pero no es hasta que escucha un chasqueo en el fondo de la habitación, que descubre que él ha estado ahí todo el tiempo.

Lo ve.

Está abrazando sus rodillas en la esquina más oscura del lugar. Está sucio, desarreglado, sudoroso y tiene los ojos clavado en un ángulo que Harry no puede definir. De inmediato siente ganas de ayudarlo a ponerse de pie, de mojarle un poco el rostro con el agua que ve que ni siquiera ha tocado. Pero no lo hace, y no porque no quiera, sino porque no sabe hasta qué punto él ha enloquecido.

Harry tiene miedo, como probablemente también deberías tenerlo tú. Pero Harry no va a demostrarlo, porque esa noche tiene una tarea.

No lo piensa dos veces cuando levanta la voz para hacerse presente y sus palabras son un eco que retumba en cada pared de esa celda.

—Hola muchacho —le dice mirando detenidamente cada movimiento que el chico empieza a dar.

Este primero se cubre el rostro despacio, se soba la cabeza e intenta, con dificultad, darle una mirada.

Harry llega a la conclusión de que sus ojos marrones, después de todo, siguen siendo los mismos. Y pierde en el intento de no recurrir a los recuerdos, porque una sensación de nostalgia le invade el estómago y se siente en la necesidad de ayudarlo, de cuidarlo. 

Es tan solo un niño...

—¿Harry? —incluso su voz es diferente. Incluso su voz se ha transformado en un hilo suplicante y desesperado. —¿Eres tú, Harry? —ladea la cabeza e intenta ponerse de pie, tambaleándose en el intento. Solo aquello hace que Harry se planteé cuanto tiempo es que el chico habrá estado en esa posición, sin siquiera moverse.

—Así es, amigo — Harry opta por sentarse muy despacio en una de las sillas que han sido puestas en medio de la habitación, seguramente para facilitar la conversación y que todo fuese más cómodo para él. —¿No quieres sentarte? —le pregunta señalando con la mirada, la butaca que tiene en frente de él.

—Estoy bien desde aquí, Harry —pero él le responde muy calmado, con sensibilidad en su voz. Parece incluso pensativo. —Puedo escucharte —le dice volviendo a sentarse en la misma esquina.

—Si es lo que quieres, está bien. —Harry juguetea con sus dedos, solo porque aquello le hace no parecer demasiado nervioso. —¿Cómo estás?

—He tenido dolores de cabeza y esa cama hace que mi espalda esté literalmente acabada —comenta. Y es increíble cómo sus palabras suenan tan naturales, tan normales, como si no estuviera pasando por uno de los episodios más tristes y finales... de su vida. —¿Tú cómo estás, Harry? —pregunta amable.

—Viajé hoy. El vuelo se retrasó y me cabreé mucho por eso, pero aquí estoy.

—¿De verdad? ¿Y cómo te enteraste de que estaba aquí?

HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora