028. La fiesta de egresados

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La casa de Sarah es tan inmensa como la recordaba

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La casa de Sarah es tan inmensa como la recordaba.

Grandes y decorados jardines se expanden por todo el exterior, acompañados de un estilo con toques rústicos y acogedores. Desde sus gigantescos portones en la fachada, hasta sus inmensas columnas de mármol. Además, cada detalle de la casa tiene acabados en madera, junto con chimeneas antiguas y detalles de ladrillo en los pisos. Sin mencionar, por supuesto, el lago privado que refleja la luz de la luna, en frente de la gran piscina de forma rectangular. Todo forma un estilo precioso, rústico; puedo imaginar a la perfección que Sarah y su familia deben pasársela increíble aquí, en fechas como Navidad. La verdad, solo he vuelto a ver una residencia de ese tipo en las películas.

Sin embargo, no puedo terminar de apreciar todo con mucha precisión, porque mi atención pasa a centrarse en los innumerables autos repletos de universitarios llegando y estacionándose en la entrada. Además, la música está al tope. Desde afuera podemos escuchar el estallido de los parlantes retumbar cuando la música explota y aquello nos basta para saber que adentro todo es una completa locura.

—No sueltes mi mano hasta que encontremos a los demás ¿de acuerdo?—Finn y yo bajamos del taxi y esas son sus primeras palabras de advertencia. 

—De acuerdo—digo yo, pero no sé si en realidad puede escucharme.

Ambos nos tomamos de la mano y decidimos entrar de una vez por todas, no sin antes darle un último vistazo a la escena que se dibuja frente a nosotros: una casa inmensa, muchísimos jóvenes y música a todo lo que da. Aquello hace que una mezcla de sensaciones se apodere de mi cuerpo, sensaciones que encierran de todo un poco: emoción, nervios, presentimientos. No sé si Finn puede sentir lo mismo que yo ahora mismo, pero algo dentro de mí me alerta que esta será una noche muy larga.

Una vez que ponemos un pie adentro de la casa, el ruido de la música se acrecienta y la escena que se dibuja frente a nosotros enciende cada fibra de mi cuerpo. Cientos de personas aparecen a nuestro alrededor, sobando sus brillosos y sudorosos cuerpos entre ellos, unos contra otros, mientras bailan, se besan, cantan o beben de los picos de las botellas. Es una mezcla que me deja aturdida por unos segundos.

Del mismo modo, la música impacta en mi sistema; el profundo retumbar de los parlantes me provoca ganas de bailar, al igual que el calor que emanan las masas de gente moviéndose eufórica. El olor a tabaco y otras sustancias llega a mis fosas nasales, pero no lo evito. Es casi imposible no contagiarme de tanta vehemencia y adrenalina. Rendirme ante esto sería un pecado.

Rostros ruborizados por la euforia y el alcohol cruzan frente a mis ojos. Tengo que desviar la mirada de ciertos rincones para evitar observar algunas escenas subidas de tono. La gente continua en movimiento y el espacio se hace cada vez más pequeño, más cálido, más enérgico. Entre empujones, logro avanzar junto a Finn detrás de mí, quien aún sostiene mi mano con firmeza. Ahora entiendo su advertencia, y es que, si no estuviéramos de esta forma, probablemente él o yo ya nos habríamos perdido.

HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora