036. Vámonos juntos.

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Se habían tomado una botella entera de vino tinto para celebrar.

El sabor dulzón de la bebida ya hacía estragos en cada nervio del cuerpo de Claire, cosquilleando dentro de ella y recorriéndola a una velocidad extremadamente peligrosa.

Lo cierto era que Claire no era una mujer de bebidas fuertes, mucho menos se consideraba capaz de tolerar el desenfrenado efecto de un poco de alcohol y uva dulce en su efervescente sangre. Por supuesto que no, ¿qué acaso la última vez no se había embriagado con un par de shots de tequila?

Sí, esa noche Claire estaba borracha.

Mas que borracha, estaba jodidamente caliente.

De su garganta solo brotaban risitas suaves sin ningún motivo aparente y cada esquina de su piel le hacía cosquillas, específicamente en ciertas zonas sensibles de su cuerpo que no podía controlar. Maldita sea, nunca se había sentido de esa manera. Tan vulnerable, tan incitada a hacer cualquier cosa, tan excitada por un mínimo contacto físico.

Su vientre pulsaba debajo de ella y tenía el labio inferior hinchado de tantas veces que lo había mordido por los espasmos que se producían ahí abajo entre sus dos delicadas piernas, en aquella mojada y palpitante hendidura que pronto obtendría lo que tanto deseaba.

Justin la tomó de la cintura. Con una mano la sostenía a ella y a su ligero peso, y con la otra cogía la botella de vino que aún tenía un poco de líquido dentro.

No supo cómo lo hizo, pero logró abrir la puerta de su habitación y los dos pudieron por fin entrar en ella. Los dos reían; les habían pasado un par de cosas graciosas en el camino a casa, pero la verdad es que ninguno de los dos recordaba o entendía si es que de verdad estaban riéndose de eso. Hasta ese punto ya no importaba.

Justin no estaba lo suficientemente ebrio, solo se sentía un tanto mareado y relajado por el evidente efecto del alcohol, pero podía manejarlo. Por el contrario, miraba a Claire, y mientras contenía una risa, entendía que quizá se le había pasado un poco la mano al proponer aquella botella de vino para celebrar. Era un Chateau Petrus de 1947, de los mejores vinos que había probado en su jodida vida. El sabor se conservaba tan concentrado y fuerte que podía poner a tambalear a cualquier persona con solo el primer sorbo. Le había costado un ojo de la cara comprarlo, pero la verdad es que el dinero le importaba una mierda.

Después de mucho tiempo, estaba viéndola feliz. Feliz, relajada, libre y sin ninguna presión cargando sobre sus dos hombros. No recordaba haberla visto así nunca, ni siquiera en la escuela. Y tenía que admitirlo, la calidez que eso le concedía la hacía preciosa, todavía más.

Simplemente era ella, ahora mismo tumbada sobre esa gran cama, con el borde de su falda arriba de los muslos, las ondas desordenadas de su cabello por toda la cara, las mejillas ruborizadas por el vino y sonriendo sin entender por qué. Sí, Justin estaba seguro de que pagaría todo el dinero del mundo por verla de esa manera.

HACKER 1 | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora