- Un caso obvio de Ansiedad - Uno de los pocos técnicos nocturnos alzaba la tabla donde se apoyaban los exámenes de la chica traída hace unas semanas, tirando los papeles a la mesa rebalsando el café de su taza por el impacto de la tabla que sostenía los dichos examenes. Suspirando ya con cansancio, fue algo difícil de resolver pues en las secciones psiquiatra, la victima se aislaba e ignoraba las preguntas del profesional en cuestión, varias veces mostró rencor en su mirada, contraía su cuerpo en el asiento y con regularidad atentaba con el pánico, queriendo salir de allí.
- ¿Ansiedad? Pero eso no es nada con las personas que han llegado. - Sam había empujado la puerta de cristal para entrar a la oficina que compartía con su compañero de trabajo donde lo encontró de espaldas a él, al llegar se retiraba la bata blanca que comenzaba a molestarle, tirando de ella al asiento delantero de la mesa donde trabajaba la mayoría del día resolviendo hipótesis y teorías, borrando dudas y resolviendo unas cuantas, sentándose en el sofá de visitas para relajar al fin su cuerpo, el trabajo en el hospital no era nada fácil, tomar a la fuerza gente para lograr sedarla o lidiar con ataques de pánico frente a sus narices, aunque este día había sido interesante con su ultima entrevista.
-No fue nada fácil- Negó con el rostro - tuvo un ataque de pánico en medio de la sección. Sus familiares parecían ni importarle, la acompañé las afuera y el tipo quién creo que era su padre me escuchó por un minuto y me dejo hablando solo. - El castaño compañero de Samuel, acomodaba sus lentes pegándolos al puente de su nariz con su dedo medio, volteando para ver a su compañero derrotado de tanta rutina, volviendo a su posición anterior para tomar la taza de café ya frío y tomar de este en dos sorbos, solía ser bruto para sus cosas, por lo que dejó la taza sin cuidado encima del plato blanco haciendo sonar la loza por la silenciosa habitación.
-Eso ha sonado muy.. - Sam se levantó apenas, yendo a buscar la tabla de exámenes que estaba en la mesa del contrario para informarse de aquella victima.
-Cruel. Lo sé, pero que le haremos, ya varios enfermos están aquí por años y nadie los ha venido a ver.- Comentó demostrando tener un corazón de hierro, lo que Sam no tenía por completo, él tenía un corazón dulce, su profesión era por vocación, no por dinero ni demostrar ser alguien superior al resto, como lo creían ser sus demás compañeros exceptuando a Evin, al menos era un poco más diferente que el resto y no discriminaba a sus pacientes por ser enfermos mentales. Este por ahora recogía sus cosas listo para irse, eran al rededor de las tres de la mañana y su turno ya había terminado.
-Tiene dieseis años. - Murmuró, observando la tabla con los datos de la chica y una foto que se dividía en perfil y frente de la muchacha.
-La edad donde se empiezan a presentar y atacar con facilidad la mente de ellos - Respondió Evin, alzando la mochila a su hombro para retirarse. -¿Te iras conmigo o te quedas?
Sam frunció el entrecejo dudoso, lo que se presentaba a una temprana edad de la adolescencia era la esquizofrenia, donde derivaba la ansiedad y ataques de pánico, quizás intervendría con el caso de la chica, algo parecía desarrollarse en la mente de la chica y estaba siendo ignorado por su compañero.
-No, me quedaré haciendo el turno, no.. No te preocupes. -
Evin alzó los hombros en poca importancia y se retiró de allí, dejando a su compañero con la tabla de datos en mano, dudoso de la situación y de la chica en cuestión.
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Carta de un Enfermo mental enamorado.
RomanceLuego de cinco años escondido en los más rurales lugares, Linek, dependiente de la esquizofrenia es encerrado por cadena perpetua en el hospital psiquiátrico de Países Bajos, donde paga la condena de asesinatos y torturas macabras bajo su enfermedad...