38 [2/2]. Yo no lo pedí.

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-Anoche.. Anoche sentí que te levantabas, pensé en ir a verte pero el sueño me hizo caer de nuevo-. Sam estaba en la cocina, preparando como un experto una ensalada y friendo unos huevos que encontró en el la nevera escondidos. Li estaba en el suelo, apoyado en una pared cerca del basurero abrazando sus propias piernas.

-No fue nada importante. - Respondió en seco echando la cabeza hacia atrás y apretando los ojos con fuerza. Se sentía asqueado y su estómago se contraía con presión, en cualquier momento se devolvería todo lo que había comido y si no iba cuando antes al baño, vomitar ahí mismo, sabiendo que era lo que devolvería, más en frente de Sam lo hacía entrar en alerta.

Levantó su cuerpo con lentitud y sin preguntar Sam se dio cuenta de su estado, no dijo nada a pesar de la curiosidad pulsante. Li comenzó a caminar hasta el baño y ahí se encerró.

En menos de un minuto ya estaba de rodillas frente al viejo retrete, devolviendo una escena sangrienta al agua del estanque. Las arcadas fueron mínimas, no quería hacer ruido y lo consiguió.

Con el dorso de la mano zurda se limpió los labios manchados y salio del baño, el desayuno/cena ya esta servido y Sam terminaba de poner la jarra con jugo recien exprimido.

Desde un principio Sam había dudado, puesto que el mismo platinado había dormido con una camiseta la cual no tenía en la mañana.

Linek lo abrazó por la espalda, Sam se quedó quieto en su lugar ante repentina y extraña acción del más alto, sintió miedo, los músculos de su cuerpo se tensaron y Linek no tenía cara de querer separarse.

Sam no podía ver su rostro, pero si podía sentir su aliento, olía a metal y saliva reciente, las preguntas inundaron su mente y el miedo fue en aumento.

-¿Qué pasa Linek? - Preguntó en tono serio fingido, los brazos del más alto rodeaban su torso y el rubio llevó sus manos a estos para alejarlo poco a poco.

-Dame la cápsula. - Respondió, oliendo con fuerza el cabello de Sam a quien solo asustó más. Sam río nervioso y en tono de duda preguntó.

-¿Qué cápsula Linek? - Trató de ladear el rostro pero el platinado estaba muy cerca, logró separarse y en un movimiento rápido quedó frente a él.

-La pastilla. El dolor. - Frunció el entrecejo por la separación y suspiró resignado, Sam corrió a la mochila donde estaban guardadas los medicamentos, decidió darle una para el dolor de estómago.

Ambos se sentaron a la mesa y Linek comió todo en menos de cinco minutos. Sam demoró en comer, estaba muy pensativo.

-A veces la comida no sabe a nada, otras veces sabe a rayos- Soltó en medio del silencio. Sam con una sonrisa respondió.

-¿Ah si? ¿A qué sabe ahora? - Preguntó aprovechando para entrar en la mente del platinado. Este dejo los cubiertos en la mesa y sonrió de oreja a oreja. -A dioses. - Respondió riendo como un verdadero niño pequeño.

-Eso es un halago Linek, que bien que te haya gustado. - Correspondió a su risa y Linek, sujetando el vaso de jugó con ambas manos asintió -Es de esperarse de un Ángel -.

Aquella referencia dejo en blanco por unos segundos al menor, no se sonrojó, ni lo sintio como un halago de un galan, solo le sonrió casi en obligación y Linek pudo sentir eso, quien frunció el entrecejo molesto.

-Por mi condición jamás me tomarás en serio. - Linek miro a Sam a los ojos, quien también lo observó sorprendido -¿Verdad Sammy? -. Completó con una sonrisa irónica.

Sam no respondió.

-Esto es la típica relación de polos opuestos. El cazador enamorado de la presa, el policía del ladrón... El enfermo mental del psiquiatra.. El demonio enfermo.. d-del ángel que lo salvó, es comprensible, tampoco logró acercar a alguien, sin terminar de hacer algo idiota o enfermo como yo ¡Ja! - Linek terminó de hablar, tomando el ultimo trago de jugó antes de casi lanzar el vaso a la mesa.

Sam se quedó atónito. Linek tenía razón pero, le sorprendió el hecho de que esas palabras salieron de su boca. Por un momento la rabia lo atacó, el mismo se estaba contradiciendo, al dudar de que una persona con tal condición pudiera decir algo coherente, con lógica y lo peor, Linek tenía razón joder, Sam se atrevió a mirarlo y esperó a que este lo mirara también para hablar.

-No dudo de ti, lo siento. - La voz del rubio fue baja. De hecho, por un momento, dudó de su propia profesión como Psiquiatra.

-¿Cómo puedo confiar en ti, si tu cerebro fue lavado en tener que dudar de nosotros? Soy un enfermo mental, no te puedo asegurar que conmigo estarás protegido. Ustedes nos analizan cómo si fuéramos animales ¡Es que joder, esta mierda es genética y no pedí sufrir esto! Estoy cansado de escapar, de que te miren como inferior ¡Por esto! - Y se apuntó su propia cabeza enrabiado, las lágrimas cristalizaban sus ojos oscuros, amenazando con escapar.



Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora