40. Un placer del pasado.

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¿El nombre? No lo recordaba, pero sí la escena distorsionada de él mismo, con ropa desteñida y sucia encima del hombre cuyo nombre le era desconocido, rodeando con ambas manos huesudas el cuello tenso y rojo del tipo drogado, Li se había aprovechado de su estado o eso parecía.

Las arcadas de la víctima en un principio fueron notorias y fuertes por la presión derramando saliva en las manos empuñadas del peliblanco, luego una tos desgarradora donde el mismo fluido saltaba a su cara en pequeñas gotas, pero estas se fueron acabando, la garganta del tipo se secaba, donde buscaba manera de respirar consiguiendo abrir la boca tetricamente tratando de agarrar el oxígeno que las manos de Li privaba.

El rostro del hombre parecía querer explotar al igual que sus venosos ojos mirándole con miedo. La piel pasaba a estar morada pero Li no quería que muriera ahorcado. Quería divertirse.

El hombre era quien le enseñó a conducir como también le regaló unas cuantas armas blancas.

Las mismas que le recordaban a su padre.

Quizá por eso perdió el control. Alucinó y modifico al hombre tirado en el sofá, drogado e incapaz de moverse por tanto LSD en la forma de su padre, lleno de sangre, riéndose de él por haber matado a su madre y que el pobre Li no pudiera haberla salvado de tales garras.

Linek presionaba más sus manos en torno al cuello del hombre con barba de tercer día, incluso esta picaba las palmas del platinado quienes ya sudaban.

Los forcejeos del hombre no duraron más de treinta segundos antes que las manos se enroscaran al rededor de los antebrazos de Li, enterrando las uñas contra la vieja tela buscando una forma en que lo soltará. Pataleaba, trataba de gritar pero Li era más fuerte.

No sentía el dolor físico, las facciones de Li eran neutras, como si lo que hiciera fuera pan de cada día. Pero sus ojos observaban con furia los ajenos, quienes podía admirar como se remarcaba cada pequeña vena ante su presión. Linek veía a su padre reflejado en el hombre que tenia bajo.

Las patadas y forcejeo mínimo dejo de existir, ahora el cuerpo de la víctima convulsionaba y esos ojos a los que Linek admiraba buscaban voltearse hasta quedar blancos, una espuma cayó por la comisura de sus labios. Estaba muriendo. Inconsciente, la cabeza del hombre cayó como peso muerto entre sus manos apretadas y Linek lo soltó, dejando que su nuca azotara contra la baldosa.

Linek salió de encima para ponerse a un lado, el pulso del hombre era lento, muy lento, pero Linek aún quería saciar sus ganas de torturarlo.

Gateó hasta la cocina y rebuscó entre los cajones un cuchillo carnicero. Debía aplicar lo que las voces le habían pedido hace bastante tiempo.

Volvió donde se encontraba el hombre medio muerto y se posó encima de este, como si fuera parte de un coito, retiró de la camiseta ajena dejando el cuchillo filoso a un lado, luego él mismo se retiró la camiseta vieja de una banda cuyo nombre ya no conocía.

Acarició la piel desnuda del hombre, delineando con sus uñas el torso desnutrido del anarquista drogado. Su piel seguía tibia y al subir por su pecho sintió los latidos del corazón.

Tomó el cuchillo de la base, lo acercó al peso muerto y acarició con la punta del filo las mejillas rojizas del hombre.

Jack, Jack era su nombre.

Trazó un corte vertical desde la comisura izquerda de su labio hasta la altura de media oreja. la herida no tardó en sangrar, dejando una línea roja y perfecta que pronto comenzaría a gotear. Hizo lo mismo desde la comisura derecha hasta la mitad de su oreja. Era atractivo así.

Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora