La sorpresa de Sam no era inesperada, sus ojos por un momento parecían querer escapar de su órbita, el miedo volvía a consumir su lado más débil, Li lo observaba y este no pudo resistir una carcajada ante tal aspecto pálido de Samuel.
-Entonces esta casa..- El rubio bajó la mirada con temor, pues desde que había entablado aquel dialogo miraba a los ojos del Platinado.
-No.. No creas que esta mi casa, solo lo reconocí, tenía la misma cicatriz en la mejilla, no sé si lo notaste, ah cierto.. Estabas lejos ¿Estabas lejos verdad? – Preguntó algo efusivo, con una sonrisa de niño pequeño, Li tomaba como un premio matar a alguien, como una habilidad y si alguien lo había visto, es porque no podían dudar de su excelencia. Como si un niño pequeño hubiera tenido una buena nota y fuera corriendo hasta donde su madre para que le dijera a todo el mundo lo bueno que era en las sumas. Al menos así lo interpreto Sam, quien negó ante su pregunta un poco incomodado.
El platinado frunció el entrecejo notando el pequeño desprecio ajeno y se disculpó con una reverencia.
Desde ahí no hubo más conversación, Sam estaba en silencio revisando la casa, sintiendo siempre la mirada de Linek en su espalda, porque cuando volteaba no lo veía en ninguna parte, eso le erizaba la piel, de verdad que tenía miedo a ser atacado.
De vez en cuando pensaba en como escapar, entraba al baño y hacía sus necesidades, incluso se tomaba una ducha con agua fría, se recostaba desnudo en la fría cerámica y lloraba todo lo que podía. No había solución de escapar, no conocía ningún lugar y estaban en medio de la nada, solo un maldito huerto rodeaba la humilde casa, Linek lo quería para él y Sam solamente seguía ahí, entregándose en bandeja para él, no quería, pero su humilde corazón seguía funcionando, Linek después de todo no era una persona que no supiera cuidarse sola, ya con todo lo que hacía podía ser alguien independiente, pero, aún así tenía a Sam, quien con los días que pasaban, siempre le dejaba preparada alguna ensalada o almuerzo con la comida de la nevera, que ya se hacía poca, cuando lo encontraba en la cama lo cubría y se iba a dormir al sofá.
Ni hablar de la tecnología, supo por si solo que su celular había sido tirado, no había radio, o eso creía y la T.V de la sala estaba estropeada.
Era de noche, hacía frío y Sam ya se iba al sofá al cual llamaba Cama, se recostaba ahí y cerraba sus ojos esperando que nada pasara, algunas veces no conciliaba el sueño y debía ir a por un vaso de agua, la puerta de aquella habitación donde estaba el platinado estaba entreabierta y en la pequeña orilla lo podía ver, dándole la espalda y mirando a la pared mientras se tambaleaba abrazado a una almohada.
Linek lo sentía y lo agradecía, todas las noches que se asomaba para ver si dormía, el furioso Ente que maltrataba la mente impura de Linek desaparecía por miedo y desconfianza, el platinado entonces, coincidía con el sueño, cayendo echo ovillo a la cama.
Y ahí era cuando Sam, al volver de comer algo y tomar un vaso de agua, caminaba en puntillas a la cama para cubrirlo.
Ese día fue distinto, Sam se durmió más temprano que antes después de pasar a verlo, su sueño fue placido, cómodo, durmió sin sentir miedo, quizá por la idea de saber que Linek dormía más profundo que otras veces.
Linek se levantó en plena madrugada, caminó hasta el salón sin hacer sonar sus talones, directamente donde Sam dormía como el angel que era, se quedó observando su dulce rostro por fin tranquilo, sus cejas no estaban encarnadas ni su cuerpo sufría espamos por las pesadillas.
En un logrado intento, logró rodear con sus brazos a Sam y tomarlo en estos, quien por instinto, quizá de su infancia, se aferró a su cuerpo aún dormido, Linek caminó en silencio hasta su habitación rodeando su delgado y calido cuerpo, lo deposito como una delicada porcelana entre las sabanas que aún conservaban el calor del platinado al haber estado recostado allí antes, él necesitaba comodidad y platinado se humillaba así mismo sabiendo que no la merecía.
Pero quería lograr lo que se había plantado. Lo que le había prometido a su personificado hermano.
Se recostó a un lado de Samuel con suma delicadeza, cuidando de no hundir con su peso el lado donde descansaba el rubio y alertarlo. Ahora se sentía feliz, muy feliz, cómodo, una sonrisa estúpida se esbozó en su rostro e inevitablemente buscó abrazarlo, recibir el calor inocente que emanaba, el corazón del platinado comenzó a latir con fuerza y tuvo que relajar su cuerpo tembloroso y nervioso, desde que era un niño no había recibido un abrazo más que los brazos de gente tratando de alejarlo. Una pequeña lagrima cayó de su mejilla, la emoción que sentía era exagerada, como los de su condición, pues después de todo, sabía que Sam se asustaría al despertar y lo alejaría como si fuera un monstruo, aunque tanta diferencia no había, se mantuvo abrazado a él cuanto pudiera, jurando separarse cuando el sueño conciliara.
Pero ese juramento murió cuando los ojos rojizos de Linek se cerraron cayendo en el mismo sueño que Sam.
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Carta de un Enfermo mental enamorado.
RomanceLuego de cinco años escondido en los más rurales lugares, Linek, dependiente de la esquizofrenia es encerrado por cadena perpetua en el hospital psiquiátrico de Países Bajos, donde paga la condena de asesinatos y torturas macabras bajo su enfermedad...