42. Días contados.

436 32 8
                                    

  [La canción de multimedia me inspiró a escribir esto]  


Los días pasaban, ambos como parejas oficiales, puesto que las primeras horas Samuel se encontraba presionado, sentía que esto no iba a terminar bien, pero siempre su corazón humilde rechazaba las opiniones de su cerebro dándole una oportunidad ahora al platinado que lo observaba cocinar sentado en esa esquina donde siempre lo esperaba.

Tres días habían pasado desde que el noviazgo se hizo oficial, durante esos días Samuel descubrió varias cosas, una de ellas, la más importante fue la ausencia de medicamentos, sedantes y drogas que utilizaban con los pacientes alterados, en este caso, Linek, no los necesitaba, Linek simplemente abrazaba a Samuel cuando estaba en riesgo de ansiedad sabiendo que su calor y presencia alejarían las voces que el mismo había creado y ahora alucinaba.

Al principio todo fue extraño, Samuel descubrió la verdadera medicina del platinado cuando uno de esos días, se encontraba cocinando de espaldas al mayor, lo sintió sollozar por un momento y luego arrinconarse donde tanto tiempo se había dedicado a observar al ángel rubio que cocinaba para los dos, había volteado para observarlo y ya con la conciencia acostumbrada a que esos arranques fueran cotidianos, fue en busca de las inyecciones que cada vez eran menos. Dejando los cubiertos de lado, caminó para ir en busca de la mochila que tenía lanzada en quizá donde, no había tiempo para ordenar las cosas cuando Li estaba a punto de desatar un ataque de magnitudes leves pero peligrosos y tampoco para tener ordenada la caja de emergencia, apenas dio un paso para voltear, Linek se lanzó a él abrazándole de rodillas las caderas, Samuel alcanzó a sostenerse con ambas manos en las orillas de las encimeras evitando voltear la sartén con aceite que por poco quemaba su cara, el movimiento del platinado fue repentino al igual que el impacto del rubio, quien ahora se quedaba quieto con la esperanza de ser soltado, pero en vez de recurrir a eso, Li lo impulso al suelo donde estaba, haciendo que sus piernas se doblaran y tropezara cayendo encima del chico quien no parecía tener en sus planes soltarlo, se mantuvo quieto, algo ahogado pues pronto los brazos del peliblanco subieron hasta la altura de su estómago apretándolo contra él.

–Linek por favor.. – Susurraba Samuel, esperando a ser soltado pero no hacía ni la más mínima fuerza ni movimiento para soltarse. Li sollozaba y lo apegaba más a él, mantenía los parpados cerrados, arrugando de estos con la fuerza que arremetía, si miraba hacia cualquier lado lo veía, podía ver el ente que aún protegido no quería dejarlo, pero no lo atacaba, simplemente amenazaba con hacerlo y Li sufría el susto, las voces agudizaban sus oídos haciendo que estos dolieran, pero el dolor no era real. Su único escudo era el rubio, lo tenía en frente, pero el ente alucinado de una criatura jodidamente personificada a horrores, no parecía irse, Li entreabría la boca tomando una bocanada de aire soltándola de inmediato, aún tenía a Samuel entre los brazos y este trataba de voltear para mirarle a los ojos.

Los movimientos de Sam eran dificultosos puesto que Li, pensaba que quería escapar y lo arremetía contra él, tranquilizó al chico acariciando y besando sus mejillas, a veces mantenía sus labios rozando los contrarios cuando el platinado juntaba de los propios asintiendo varias veces, demostrando estar bien.

Pero aún no abría los ojos, no quería hacerlo, temía verlo de nuevo a pesar de oír voces distorsionadas que parecían cada vez desaparecer, logró hacerlo, abrió uno de sus ojos encontrando la adorable sonrisa de Samuel y sus finos ojos cristalinos demostrando humildad, Samuel en una posición completamente incomoda y extraña, logró zafarse de su agarre para sentarse en el piso, junto a él y de frente, pero para que el platinado no pensara la errónea idea de que se alejaría, tomó ambas manos huesudas de este, estaban sudadas, temblorosas igual que la quijada del mismo.

Samuel besó el dorso de ambas y le demostró con una mirada tranquila que el dolor había acabado.

Linek tragaba saliva y de vez en cuando su mirada se perdía con frenetismo por las paredes, buscando que el ente no estuviera ahí, pero lo sentía, su cuello se ladeaba de un lado a otro mirando las cuatro paredes del cuarto y también la puerta entreabierta, un suspiro de alivio y cansancio escapaba entre sus dientes pensando que todo había pasado, Sam agarraba el mentón de este soltando una de sus manos, que se mantenía alzado mirando al techo y lo hizo ver en frente.

–¿Pasó? – Susurró, Li agachó la mirada y asintió, esbozando una sonrisa de oreja a oreja, mostrando sus dientes sin brillo, pues Li no era atractivo de cerca, cuando lucía serio tenía cara de asesino, su delgadez era cada vez más notoria en sus manos y rostro marcando sus pómulos y mejillas, bajo los ojos escondía grandes ojeras que producto a su palidez, esta remarcaban como patrimonio su rostro, los labios rotos, con heridas en riesgo de sangrar y las propias cicatrices pequeñas pero que guardaban memoria como antiguos rasguños productos a la ansiedad que vivía solo, los ataques que hacían sus victimas antes de morir tratando de defenderse, eran los recuerdos que vivían en su cara y Samuel observaba todos estos.

El rubio era atractivo para algunos, simplemente por su adorable rostro que al sonreír, hacía soltar suspiros quien le viera, aun así no era digno de ser modelo, su cabello rubio perdía el color por la herencia donde pronto sería un castaño del montón, pero mantenía sus puntas rubias. El cambio físico por el secuestro era notorio, pero eso solo eran unas ojeras que cubrían bajo el parpado inferior marcando más de estas, pues ya las tenía antes. Sus ojos azules cristalinos era lo que más amaba Li de él.

Ambos se levantaron con las manos entrelazadas, pero con una mirada Samuel le demostró que debía seguir cocinando, Li asintió y antes de irse preguntó extrañando un poco al rubio.

–¿Por qué la gente le da gracias a Dios? –

Samuel, pensó la respuesta esperando a no herirlo, sí, unas simples palabras podían dejarlo dolido, más en su condición donde era normal exagerar las cosas.

–Porque piensan que gracias a él las cosas buenas pasan.. – Estaba algo dudoso de su propia respuesta, pues Sam no creía en Dios y tampoco era quién para responder eso.

Pero la respuesta dejó a Samuel atónito.

–Todos dan gracias a Dios cuando algo positivo pasa, pues yo mando a Dios a la mierda por la miseria que soy al dejarme vivir, ya es hora que este Dios tome su lugar en la realidad ¿No es como nosotros? Que sea una mierda. –

Y se retiró con una sonrisa, una sonrisa tan real y honesta que el Rubio ignoró para no entrar en confusión, todo iba bien por ahora y no quería que algo cambiara, por mientras, siguió cocinando, escuchando la puerta principal abrirse pero sin ser cerrada.

Li caminó hasta el tronco donde la última semana había tomado como un lugar de reflexión, fue en busca de la radio que había escondido de Sam desde que este la vio, no quería que el rubio supiese que estaba pasando.

Porque ya los iban a encontrar y Li por primera vez no sería nómada en su escape.

No se estaba rindiendo.

Se estaba preparando.

Escuchó en volumen bajo una entrevista que encontró al aún ser tendencia, los oficiales anunciaban posibles lugares en que podían encontrar a la pareja, que idiotas. 


Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora