33. ¿Un nuevo hogar?

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Las autoridades presente alertaron y expandieron la noticia del escape y secuestro por todo el país y localidades de Países bajos, una de las fotografías de Linek, quienes tomaron al momento de someterlo al juicio estaba dando vuelta por todo canal de noticias, periódicos e incluso paredes con la típica frase ¨¿Lo has visto?¨ y una gran recompensa si se llegara a encontrar y varias fotografías de Samuel que Evin se encargó de enviarlas con la tristeza en el corazón.

Pero no pasaban por bajo el secuestro del guardia anciano, dueño de la sangre encontrada al piso junto al químico derramado del extintor, a pesar de ser un gran alivio para Evin de saber que esa sangre no provenía de Sam, la incógnita de saber donde estaba no se comparaba con el descubrimiento.

El chico de lentes se encargó de anunciarles el secuestro del rubio a sus familiares, el padrastro, la madre y su hermana menor de tan solo trece años, después de todo eran los únicos familiares que vivían en países bajos, los demás habitaban por toda Europa.

La respuesta y asombro del trío era de esperarse, una madre completamente preocupada de su primer hijo, un padrastrofurioso y estresado al pensar cómo la seguridad de aquel lugar no era supervisada desde antes, sabiendo que tenían ya a un fugitivo de ese lugar.

Y una hermana cansada de tantas lágrimas, al notar como actuaban los adultos antes tales casos.

Nadie sabía dónde estaban ni donde podían estar, las evidencias eran pocas, una jeringa usada, tirada en el sofá de aquella oficina testigo de todo, la camisa de fuerza destruida por completo, el metal barato aún incrustado en la herradura de la puerta metálica, los fierros de la pequeña ventanilla del cuarto tirados en la tierra, lo que en un principio causó la duda al presentarse dos posibles lugares de escape, pero esto fue resuelto al no encontrar el auto del guardia también desaparecido ni el extintor que ocasionó el aturdimiento del mismo anciano.

Pero su cuerpo ya estaba podrido en uno de los cuantos ríos existentes, comido por cuanto animal y parasito marino, incluyendo aves que devoraban sus ojos cuando este flotaba de la presión en su cuerpo, quienes se guiaban por el fuerte olor putrefacto de este. Una escena horripilante e interesante a la vez.

Lamentablemente la señal tecnológica en los nuevos pueblos rurales no se hacían presente, no después de haber indagado por cada lugar urbano en busca de los asesinos, sí, los policías llevaban aquella técnica en secreto, sin saber que Li aplicaba una vida nómada cuando ya comenzaba a oír el rumor.

La casa donde ambos habitaban actualmente era pequeña, pero acogedora, un salón con muebles rústicos y algo desteñidos, un sofá color rojo vino y un suelo de madera flotante notorio de no haber sido cambiado hace muchos años.

Sam estaba sentado en ese Sofá, abrazado a sus rodillas observando una figura de porcelana reposar en el mueble más grande con varios compartimientos, de ves en cuando dirigía su mirada hacía Linek, quien estaba en medio de la sala, con las piernas cruzadas en el suelo a posición indio y jugar concentrado con un cubo de rubik que encontró extrañamente en el baño, Samuel oía los gruñidos que lanzaba cuando no lograba armar una cara completa, el por su parte no decía nada, estaba asustado, pensaba las diferentes formas en que podía morir, también la oportunidad de escaparse pero la gran posibilidad de perderse, no sabía dónde estaba y por supuesto, su familia, sus amigos, aunque mejor dicho, sus pocos amigos, en ese momento ni se le pasaba por la cabeza el moreno a quien aceptó ser su novio, solo quería estar con ellos, quería al menos despedirse si sus días están contados con los dedos de las manos.

Aunque trataba de ignorar la pregunta del millón, la gran pregunta que trataba de atormentar ya su tranquilo cuerpo y mente.

¿Qué quiere Linek del rubio, si ya no lo había querido matar teniendo la oportunidad en uno de sus ataques?

Recordó el suceso de la entrevista, cuando se le lanzó encima y en vez de atacarlo lo abrazó, como si agradeciera algo que hubiera hecho.

Samuel acomodó su cuerpo en el asiento mirando al Platinado por un buen rato, estaba tranquilo, de hecho se veía entretenido pero a la vez alerta, porque apenas se removió, notó como los brazos en movimientos de Li se quedaban quietos como si hubiera percatado su movimiento.

Tenía que aplicar algún examen o experimento como psiquiatra que era, al menos para mantenerlo tranquilo y que no sufriera algún escándalo con el hombre. 





Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora