Las horas pasaron, Linek miraba el techo blanco y reluciente como si de él dependiera su vida, no podía mover su cuerpo ni los brazos, las cuerdas comenzaban a irritarle la piel a tal forma de dañarse por completo, no quería pedirlo pero, necesitaba ser liberado al menos de esas molestas correas que daban vuelta las camillas buscando atraparlo y apegarlo a las ya húmedas sabanas producto a su sudor.
No podía dormir ni tampoco mantenerse despierto, sentía un vació en su mente, extrañaba las voces producto a su enfermedad mental y entre pensamientos macabros recordó su niñez.
Su padre peleaba con su madre a gritos desgarradores, varias veces el hombre agitado tomaba objetos contundentes para amenazar a la pobre mujer embarazada de tan solo seis meses quien se cubría con los brazos, esta, entre insultos y gritos trataba de poner en razón al hombre drogado y eufórico.
Linek observaba todo preocupado de su hermanito, su hermanito no tenía la culpa de nada y eso apenaba al pobre Linek de seis años quien sollozaba susurrando que por favor alguien detuviese todo. Ahogando sus gritos entre lagrimas e hipo que atacaba su sensible cuerpo tembloroso.
Desde que había tenido la noticia de que esperaba un Hermano, su vida dio un brinco, un amigo nuevo a quien tendría para toda la vida, alguien con quien jugar, con quien compartir sus risas, su comida, presentarle a sus amigos imaginarios, a las mascotas de ellos, pero por sobre todo ¡Protegerlo! Como en las películas que veía cuando salía a la calle hacia las casas familiares y apoyaba sus antebrazos en los bordes de las ventanas para observar en el salón como la familia se reunía a ver películas, donde también proponía llevarlo a ver películas con él ¡Todo sería más divertido con alguien!
Sentía la presencia de su hermano, pero concentraba su visión en ver como su madre se protegía la panza abultada queriendo defender quizá la única razón por la cual estar viva. Pero su padre negaba que aquella belleza de la naturaleza tocara el mundo. Al menos eso se resumía entre los gritos de ambos adultos.
El pequeño agarraba con fuerza el osito que en alguna navidad feliz le había regalado su madre, estaba algo dañado, roto de los brazos y descocido de las orejas, pues desde ese día no tuvo ningún juguete nuevo. Ni una navidad feliz. Linek se dedicó a observar la única joya que conservaba en sus manos, algunas lagrimas caían encima de la figura preciada, los gritos se ambientaban en el lugar como música para el Dios de la guerra pero pronto un silencio prologando incomodo alertó al pequeño rubio escondido a orillas de la puerta, asomó su grandes ojos por el umbral y todo se desplomó en cosa de segundos.
La escena que tenía en frente hizo que su piel se erizara, sus piernas temblaran y las ganas de gritar contra la ansiedad se hicieron potentes, cayó de rodillas con las lagrimas ardiendo en sus ojos y el nudo en la garganta estrangulando su pequeño cuello. Los azules ojos del chico parecían moverse con frenetismo observando la horrorosa escena, era demasiado para la pequeña alma del niño, era mucho y el trauma que estaba viviendo lo dejó seco por completo.
−Mami...- Susurró. −
En ataques desesperados por el padre, optó por tomar el arma blanca que traía en una de sus botas, los últimos forcejeos de la madre parecían débiles contra la fuerza del hombre potente, en una milésima de segundos, había perforado el vientre de su madre en profundos navajazos, terminando con la vida de la madre y de su hermano.. En un ultimo ataque inconsciente, la navaja había quedado incrustada en el pecho de la mujer que caía al suelo sin fuerzas, pálida, el charco de sangre se hizo presente tiñendo la madera de rojo.
La familia se había roto para siempre.
El hombre protagonista de aquel hecho se retiró con las manos manchadas, parecía no tener sentimientos al irse con el rostro serio, se tambaleaba, pero lograba llegar a la puerta donde abrió de ella volteando, Linek estaba de rodillas observando a su madre con el rostro alborotado, quien alguna vez le sonrió felicitándole por sus dibujos y logros, ahora, con la mirada perdida parecía mirarlo únicamente a él.
Pero la voz de ese hombre se hizo presente en el silencio tenebroso.
−Tú, tu madre y tu hermano se pudrirán en el infierno. − Alzó la voz, antes de cerrar la puerta de forma bruta, dejando al pequeño huérfano de madre junto a la hermosa mujer que algún día lo tuvo en brazos y le dedicó todo el amor a pesar de los problemas.
Traumatizado, Linek trató de levantarse cayendo de nuevo al piso en un golpe seco, gateó con lagrimas en los ojos hasta el cadáver de su madre, sollozando, gritando por qué, su corazón estaba comprimido, estaba solo y sentía la impotencia de gritar cada vez más.
−Despierta.. Despierta mami..−Gritaba, palmeando las mejillas heladas de la mujer con la mirada perdida, los ojitos llorosos se fijaron en la panza de su madre, la camiseta floreada que traía estaba roja y húmeda, pues su pequeña manita se posó encima.
−Mi hermanito.. −Habló en voz baja, ahogando un hipo en un sollozo doloroso, sus ojos estaban rojos.
Llorando en gritos agitados, se acomodó al lado de su madre sin importarle que el suelo manchado de sangre tiñera sus jardinera, solo se acostó ahí, en el suelo, al lado del cadáver de su madre con la esperanza de que en el nuevo día, ella estuviera acariciando su frente para despertarlo junto al desayuno que tanto amaba.
Pero no ocurrió.
Linek despertó de aquel pensamiento de inmediato, de sus ojos brotaban lagrimas rebeldes que ni el mismo había deseado que salieran por sus mejillas, era el peor momento para llorar, estando en una camilla, postrado, sin la libertad de poder mover sus brazos y limpiar las lagrimas, recordó su pasado y su actual decisión, un fuerte pitido invadió su mente haciendo que lanzara un grito de dolor, de forma distorsionada oía a su padre, su visión comenzó a nublarse y el mundo daba vuelta, ahora podía verlo frente a él, gritándole la mierda que era, Linek gritaba que por favor se detuviera, pero su mente colapsó a tal punto de ver frenéticas imágenes de la muerte de su madre y de otras victimas, el llanto de mujeres y golpes a puertas, gemidos de animales sufriendo ante torturas. Linek apretó los dientes tensando la mandíbula, el pitido no paraba y los sonidos parecían agudizarse cada vez más, terminó por gritar con fuerza, no podía enfocar nada, no podía quedarse mirando un punto fijo sin que se desalineara. La sensación de que sus ojos salían de su orbita era cada vez más cercana a una explosión.
Había perdido el control y si no fuera por las cuerdas que apretaban su cuerpo estaría destruyendo todo a su paso.
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Carta de un Enfermo mental enamorado.
RomanceLuego de cinco años escondido en los más rurales lugares, Linek, dependiente de la esquizofrenia es encerrado por cadena perpetua en el hospital psiquiátrico de Países Bajos, donde paga la condena de asesinatos y torturas macabras bajo su enfermedad...