34. Era él.

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El sonido del reloj circular que reposaba en la pared era irritante, Sam comenzaba a sentir fatiga, unas ganas de vomitar y retorcijones demostrando que su estómago estaba vacío, sí, desde que había visto la horrible escena de asesinato, no pudo tocar el tomate que recibió y ahora se arrepentía enormemente de no haber probado la deliciosa verdura.

En un fallido intento de levantarse, su cuerpo se tambaleó en una danza de equilibrio, caminó a la cocina con lentitud, haciendo crujir la madera con cada paso que daba.

Linek había dejado de jugar con el cubo para mirarlo en silencio y Sam pudo sentir la mirada de Li en su espalda, se armó valor y camino fingiendo no importarle.

Ya en la cocina, indagó por la pequeña habitación helada y abrió la nevera encontrando jamón, refrescos y jugos exprimidos naturalmente.

El pobre anciano debió haber llevado una buena y feliz vida.

Llevaba ya varios minutos rebuscando en la nevera, comió las láminas de jamón con ansias y suspiro insatisfecho. Aún tenía hambre.

Frunciendo el entrecejo encontró una sandía partida en buen estado, agradecía mentalmente eso pues no quería vomitar.

Busco entre todos los cajones de la encima servicios, utensilios y encontró un cuchillo pequeñito, partió la sandía en una rebanada, pero luego de quedarse mirando por un rato esta mitad, decidió cortar otra.

Pero en un mal movimiento, el filo plateado impactó uno de sus dedos que sujetaba la fruta para que esta no resbalara, Sam por instinto tiró de este, viendo la gran herida de su dígito que emanaba sangre, el dolor en un principio fue insoportable, los jugos de la sandía se mezclaban con su sangre combatiendo con las plaquetas para que esta no entrara. Puso su dedo bajo agua, hasta que sintiera su piel ya helarse pero no le importó, solo quería evitar alguna infección.

Suspiró aliviado, buscó un pañuelo pero solo encontró servilletas, no tuvo más opción que hacerse un vendaje barato con la servilleta enrollada por todo su dedo herido y articuló su mano esperando que esta no se acalambraba.

Ahora volvía con lo suyo, buscó dos platos bajos y de paso se aprendió casi todos los cajones de la cocina, dejó las rebanadas correspondientes en cada recipiente y tomó de estos.

Al voltear para salir al salón, se encontró a Linek en el umbral de la puerta observarlo con ... ¿Encanto?

Sam se quedó en su lugar por precaución.

Su corazón se aceleró, por un momento pensó que lo acorralaba para deshacerse de él, estaba muy traumado con la idea.

- Tenía hambre, no sé si tu pero he cortado un pedazo para ti ¿Gustas? - Entre un pequeño tartamudeo Sam modulada las palabras fingiendo seriedad.

Linek ladeó el rostro como un perro curioso y se acercó, tomó uno de los platos y sonrió con ternura, Sam no supo si confiar en su cercanía, lo hizo después de todo.

El platinado dio media vuelta directo a la habitación del tipo a quien había disparado y se lanzó a la cama con el plato en mano, de hecho después gateó a una punta de la cama y comió en silencio.

Sam lo había seguido detrás y ahora, en el silencio de la habitación se sentó en la otra esquina de la cama, comiendo de su sandía con tranquilidad, pero observando al mayor de espaldas a él.

- Cuando era pequeño, mamá siempre me daba esto cuando le ayudaba a limpiar la casa. - La voz de Linek se hizo presente, algo ronca pero tranquila.

- ¿Qué pasó con ella? - Sam aprovechó la instancia de entablar una conversación con él, cabe decir que poco sabía del platinado, más que era un asesino, que las voces alucinantes lo guiaban a eso, pero más allá nunca pudo saber más, puesto que la única entrevista había sido más silencio que diálogo.

- Murió. - Respondió, aun de espaldas, dejaba el plato vacío en en el piso al inclinarse, pero no volteó.

Sam se quedó en silencio. No supo que preguntarle al menos en ese lapso de segundos.

Linek siguió hablando.

-Cuando era pequeño, ya ni sé la edad que tenia, pero mi padre estaba discutiendo con mi mamá, no era gran cosa, solo que desde que quedó embarazada mi papá le tomó desprecio. - Suspiró - -Antes de ir a dormir, lo vi inhalar cocaina en el baño, en un principio que sabía yo que era malo, de hecho, no sabia que era esa mierda. - Li alzó los brazos exagerando lo dicho pero prosiguió más tranquilo, esta vez volteó, dio unos pequeños saltos en la cama y con una gran sonrisa terminó. - A él le encantaban las armas blancas, siempre andaba con una y esta vez si que supo utilizarla, perforó su vientre donde estaba mi hermano y luego dejó la cosa incrustada en el pecho de mi madre. Pensé que iba a vivir, de hecho fui un crío de mierda que pensó que era una pesadilla. Al final.. Mi padre escapó. - Terminó por contar, Sam había respondido varias dudas en su cabeza, pero una le hizo hablar.

-¿Dónde está él ahora? -

Linek sonrió de medio lado y en posición indio jugó a tambalearse antes de morderse la lengua y mirar a Sam a los ojos - ¿Recuerdas al viejo que maté? Era él. -.


Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora