36. Una decisión peligrosa.

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Los brazos del platinado sujetaban de forma sobreprotectora el tranquilo cuerpo del más bajo en un enredo apretado, confortante y precioso, al menos para Li, ambos bajo el mismo sueño con diferentes mundos, Linek soñaba en blanco y Sam, en lo que podía ser otro de sus raros y típicos sueños que jugaban con su mente, haciéndole creer que caería desde un precipicio.

Así fue, como en una milésima de segundo aquel mundo del cual creía su muerte, lo despertaba en la realidad sobresaltando con levedad su anatomía, abrió los ojos desconcertado y confundido del lugar en que estaba, en una cama. Cuando ya se había acostumbrado a dormir en el incomodo sofá en el que ni su cuerpo erguido cabía. Aunque eso era lo de poco.

Estaba nublado y habían nubes grises que pintaban el cielo, ese era el hermoso paisaje que daba desde la ventana con madera ya húmeda y sin color.

Después de todo, eso era lo de menos, el haber despertado en una cama desconocida, o mejor dicho, conocida y el lindo clima nublado, se percató de unos brazos rodeando su torso y reposando sus manos frías en su abdomen, una incomoda humedad en su espalda y una fuerte respiración resoplar cerca de su oído. No era necesario indagar quien era, Sam ya lo sabía

Sus pelos se pusieron de punta, las piernas de Linek se enredaban con las suyas como si de una extraña llave se tratara, además ni hablar de la fuerza que este aplicaba, aun estando dormido.

Sam intentó moverse, apenas un poco, pero Linek lo acorralaba contra su pecho soltando un gruñido extraño, como si fuera de dolor. Sam entonces se quedó allí, despertarlo quizá iba a ser peor, o eso creía, porque al ver de reojo el ceño fruncido de mismo, sus ojos lagañosos y el camino de lagrimas brilloso, le hizo creer que algo había pasado mientras dormía.

Sus pies estaban helados y sus muslos algo acalambrados por la mala posición en que estaba, pero de las caderas para arriba el calor era sofocante, al estar rodeado y tan apegado al cuerpo tibio de Li, quien le tenía toda la espalda sudada.

Soltó un suspiro de molestia, pero molestia física, por un momento pensó que Linek tenía fiebre, sus mejillas estaban acaloradas y su respiración lenta pero al exhalar botaba una cantidad de aire duradera por sus fosas nasales.

Pero en realidad Linek estaba así por lo avergonzado y feliz a al vez de tenerlo cerca.

Y sí, a Sam se le pasó por la mente eso, pero lo descartó sin darle mucha importancia, no lo creía importante, gran error, tenía la respuesta allí mismo.

Decidió moverse, de a poco, ir girando su cuerpo y a la vez quitando los sumisos brazos de su cuerpo, desenredar sus piernas con las contrarias sintiendo más potente el cosquilleo en uno de sus muslos pero al voltearse por completo, se encontró con la fuerte y demandante mirada del más alto. Samuel por primera vez pudo contemplar el rostro contrarios de cerca, notó sus labios resecos y rotos, unas cicatrices ya sanas que hundían su piel en una línea bajo el mentón y otras pequeñas por sus mejillas, como si hubieran sido fuertes rasguños.

Ataque de rabia, supuso, las personas al estar solas y sufrir estos inconvenientes, tienden a golpearse o dañarse así mismo para superar su dolor psicológico.

Pero linek lo volvió a agarrar con más fuerza, de hecho, hizo un fallido intento de abrazo, esta vez pegando el rostro sorprendido y tenso de Sam a su pecho, donde el rubio perfectamente oía los latidos jodidamente agitados de quien ahora lo tenía acorralado.

-No me dejes.. Por favor..- Susurró, alzando con fuerza su pecho en un intento de retener el llanto, Sam hizo lo que pudo tratando de alejar su rostro del claustrofóbico lugar cubierto por los brazos del contrario. Lo logró a duras penas, agarró con ambas manos las calientes mejillas contrarias, debía relajarlo, sintió lastima, de seguro el cariño y el afecto físico era nulo en su vida y lo estaba saciando con Samuel.

Carta de un Enfermo mental enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora