Capítulo 1.

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23 DE DICIEMBRE. OCHO DÍAS ANTES DE LA BODA.

Sospecho que estaba triste. Desconocía desde hace dos semanas que era realmente estar alegre. Me refiero a ese tipo de alegría de las que solo duran un momento, pero cuando está, es ver al mismísimo Dios y como tener la necesidad de agradecerle por todo lo que te ha dado. El amplio pasillo de Harvard me dio la bienvenida a un día más, un día donde mi mejor amiga estaba, nuevamente, muy ocupada en organizar su boda. Con mi hermano.

¿Cómo habíamos llegado a eso? Digo, cómo mierda ellos habían llegado a eso. Era normal que cosas como esas sucedieran. Pero estaba siendo estúpida y posesiva con mi hermano gemelo y mi mejor amiga. Los amo a ambos, ellos son demasiado importantes para mí. Pero al estar juntos, había dejado de tener una mejor amiga y un confidente de bromas. Por lo que mi vida se había tornado miserable.

Resignada a quedarme en un lugar como ese, quise apresurarme hasta el lujoso auto de mi cumpleaños número veinte, obtenido sin mucho esfuerzo y sin absolutamente nada de dedicación.

Me puse en marcha hasta mi departamento. En la entrada del edificio, las personas parecían tener una vida ocupada y entretenida. La señora del departamento de abajo me sonrió, logrando contra todo pronostico saludarme con la mano. Si ella era capaz de saludarme con un teléfono en una mano y un maletín en la otra, yo podría fingir que estaba bien.

-Buenas tardes, señorita Wallace -Ángel, el botones del edificio me sonrió con dulzura y carisma. Las arrugas de sus ojos dejaron entrever que la edad le había dado un fuerte golpe. Le respondí de la misma manera, asintiendo con la cabeza. Quería ser amable, pero estaba un poco amotinada.

Quizás todos en casa de mi padre tendrían la sospecha de que a mí había llegado el Síndrome Premenstrual.

Mi vecina, mejor conocida como una de las mujeres más sexys del mundo, me sonrió. Todos en este edificio eran tan malditamente amables que hasta a mí se me olvidaba por qué andaba con mi ceño fruncido.

—Tienes correo —Señaló mi casillero, donde el número sesenta y dos resaltaba en color negro.

—Gracias —Todos deben pensar que me han roto el corazón.

¡Dónde está la agradable Tracey! Se perdió profundamente en la desdicha y la desgracia.

Perfecto. He esperado tanto tiempo esta estúpida invitación ¿Por qué Katelyn o Tanner no me la dieron personalmente? Tenían que hacerlo dramático, porque para eso ellos eran el uno para el otro. No valía la pena leerla, yo misma me había hecho cargo de mandarlas a hacer.

—¡Trey! —Me giré.

Sin poderlo evitar, por más horrible que esté yendo mi día, sonreí, porque había personas que tenían ese efecto. Y quizás él no fuera realmente importante, pero me hacía sentirme bien. Y por esa razón, no lo dejaría.

Se acercó a besarme, pero pude ver que sonreía como yo. Él también estaba feliz, pero quizás lo suyo fuera un poco más orgullo. La presión de sus labios sobre los míos creó un suave eco. Coloqué mis manos alrededor de su cuello y presioné los pies para no caer como una tonta en pleno beso.

Mi celular rompió el romanticismo. Hice una mueca de disgusto. Me aparté, reconociendo el tono de llamada.

—Hola, traidora ¿Qué tal el traidor? —Katelyn rió, ella siempre creía que yo bromeaba.

—Muy bien, Trey —Susupiró, algo estaba pasando por su cabeza— ¿Está bien que Connor pase por ti? No queremos que traigas tu auto, bonita.

—¿Crees que al llamarme bonita me vas a comprar? —Le sonreí a Vincent, él entendió mi sonrisa como un ruego de calma— De acuerdo. Estaré lista en quince minutos ¿Eso está bien para él?

Los Amantes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora