1 DE MARZO.
—Llegas tarde —Me acusó Connor.
El intento de expresión seria en su rostro me causó gracia y no tuve la mínima intención de fingir que de verdad me estaba tomando mi retraso en serio.
¿Quién podría con esa carita de bebé prematuro mirándome de esa manera?
—Yo nunca llego tarde, tú llegaste más temprano —Lo acusé.
Le saqué la lengua a modo infantil y aunque resultara una inmadurez para los veintiún años que cargaba encima, no me importó.
Me senté frente a él, al tiempo que lograba percibir algo en su -ya dicho- rostro de bebé prematuro.
—¡Te dejaste crecer la barba! —Exclamé.
Pasé mi mano por su rostro sin ningún tipo de intención en ser tierna con él y su rostro, hoy me sentía un poco brusca, de hecho.Oh, cielos. Su barba se sentía tan bien.
Quería pegarme contra él y sentir su barba contra mi rostro.
Pero estábamos en público, debía contenerme. Además de que tampoco sería demasiado cortés y mucho menos apropiado. Aunque no sería la primera vez que disfruto de su rostro por mi...
Me estoy desviando.—
¿Se ve bien?
¿Cómo decírselo sin que suene mal?
Y mal no en el sentido de que parece un ogro con barba, en el sentido de que piense que estoy loca solo por su apariencia.
Aunque en parte es cierto, pero también me gustan sus sentimientos y toda esa mierda romántica.
—¡Luces como un jodido modelo Alemán! —Se rió.
Si no fuera por toda esa barba, hubiese jurado que ese hombre estaba ruborizado.
Alza sus cejas y quiero besarlo, besarlo por todas partes y decirle cuánto lo quiero.
—Ya pedí los helados —Me informó.
Su cuerpo se posicionó frente a mí, mientras se inclinaba para poder verme mejor.
Sus ojos tenían esa mirada de soy un chico afortunado ¿Puedo pedir algo más?
Que él se sintiera afortunado me hacía sentirme afortunada a mí.
Aunque quizás las cosas no funcionan de esa logística manera mía.
—¿Stracciatella? —Cuestioné.
Apoyé mis codos en la mesa y mi rostro entre mis manos. Asintió. Una sonrisa me hizo víctima de su divino conocimiento sobre mí.
Una vez más.
Él sabía más de mí que cualquier otra persona. Y es como si pasara mucho tiempo estudiándome.
—Qué lindo —Arrugué mi nariz sin dejar de sonreír.
—¿Por qué tardaste tanto?
Suspire, admirándolo.
Qué belleza de hombre.
No sé qué mierda es lo que sucedía conmigo hoy, pero sentía que todo lo que tuviera que ver con Connor valía la pena y era como si necesitara de él todo lo que me puede ofrecer.
Todo.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que me había preguntado algo, mi cabeza estaba perdida en la manera en la que se veía con esa barba moderada.
Mi corazón dio un salto fuerte contra mi pecho. Solo por una barba él se veía excesivamente sexy y me estaba matando cada vez un poco más.
Creo que Nora y Patrick pasaron mucho tiempo pensando en como lo harían a él. Quiero saber su secreto para tener hijos así de guapos.
—Iba por la calle y me detuve unos minutos a ver un afiche. Estuve confundida, muy confundida— Resoplé—. Era sobre una teoría.
»Un gato, una máquina y un gas venenoso; los tres en una caja opaca cerrada.
Crucé mis brazos sobre la mesa y seguí pensando en analizar la idea que el condenado gato me había dejado en la cabeza. Me sorprendió incluso que sus ojos azulados me estuviesen prestando atención, esto era una bobería ¿Por qué parecía tan interesado?
—Entonces, la máquina tiene una partícula que luego de un tiempo, es soltada, lo que causa que el gas se libere y mate al gato. Hay un cincuenta por ciento de probabilidad de que eso suceda.
»Pero también existe el cincuenta por ciento de probabilidad de que la partícula no se suelte, el gas no se libere y el gato no muera.
Connor tenía su ceño fruncido y había adquirido la misma pose que yo. Bienvenido al grupo de los confundidos, querido sexy chico de la barba.
Nunca iba a superar lo bien que se veía con esa barba.
Nunca.
—¿Lo que quieres decir es que mientras la caja no se abra, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo? —Fruncí los labios.
Alcé un poco la barbilla para detenerme a pensar si realmente era eso lo que quería decir.
Sí, cierto, en parte.
Había algo más que me comía la mente.
El muchacho dejó un grande helado de dos sabores frente a nosotros, pero por ahora yo solo quería seguir divagando en la dichosa teoría que traía mi cabeza mareada.
Tomé la cuchara y llevé un poco de helado a mí boca.
Él me imitó.
—Eso mismo digo —Continué.
—¿Y qué es lo que te confunde? —Comió más helado mientras que yo era incapaz de hacerlo.
—¿Por qué estaba ese afiche en la calle? —Contesté.
Caí en la cuenta de que era una confusión estúpida ¿Le di tanta vuelta al tema para preguntar por qué ese afiche estaba en la calle? Solté una carcajada que sin duda él no pasó por alto.
No tardó mucho en ponerse al día con mi risa.
Soy una idiota, maldita sea.
El condenado gato anduvo en mi cabeza como media hora y eso es lo que verdaderamente me preocupaba. ¡Otra cosa, además de su barba, que jamás olvidaría!
—Así que llegaste reflexiva hoy —Asentí con mucho helado en mi boca.
—Muy reflexiva —Tragué—. Venía de estar hablando por teléfono con Vincent y le colgué porque dije: Si un teorema como este es más interesante que mi novio, mejor dejo de hablarle. Y le colgué a media frase…
—¿Este es tu momento de sinceridad?
—Seguía diciendo —Proseguí ignorando que él tal vez estaba comprendiendo cuánta presión estaba sobre mí y era la única razón por la que había aceptado esta cita.
Sentía que en cualquier momento iba a ponerme llorar, estaba presionaba por mi relación y por mi carrera, ahora más difícil que nunca. Llegaba todos los días a casa y leía dos veces mi tesis, acostándome a la hora que tuviese que hacerlo.
—Entonces llegué aquí y dije: Este parece un chico interesante con esa barba como David Beckham. Le contaré de mi travesía y él me escuchara.
—Trace… —Advirtió el castaño.
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Los Amantes©
عاطفية«-Tengo miedo. -¿A qué le temes? -A dejes de quererme» No se trata de una elección, se trata de saber qué chico corresponde sus sentimientos. Una noche lleva a más y ese 'Más' se convierte en consecuencias.