Capítulo 1: Un nuevo viaje

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El desierto se extendía hasta donde acababa la vista.

Miré con resignación el horizonte. Aún quedaban quilómetros para alcanzar mi destino, mi nueva vida. Miré el reloj. Las tres y media. Pero aquel no era un reloj normal. Era un regalo de mi abuelo antes de morir. Era un reloj mágico. Añorando los viejos tiempo, volví a mirar la foto. Allí estaban todos: el abuelo, Jace, y ella... Pero estaban muertos, ya no tenía sentido lamentarse.

Paré un momento para beber. El agua se estaba agotando y el próximo oasis aún estaba a dos días de camino. Di un paso más y sentí un fuerte ruido. En aquel instante sentí como caía en una especie de túnel...

Cuando volví a despertar, me encontraba en una especie de cueva amplia con 4 grandes puertas laterales. Todo estaba muy oscuro, y pasaron unos pocos minutos hasta que mi visión se acostumbró. Al darme cuenta de lo que había, por poco no me pongo a chillar. Delante de mí había un joven sentado con 5 cartas enfrente. Entonces habló con una voz sorprendentemente melodramática:

- La carta de La Muerte, simboliza el cambio. El Palacio, simboliza la guerra por poder. El Mago, simboliza la sorpresa. El Jinete, simboliza el viaje. El Corazón, simboliza el amor, tanto romántico como roto. Estas son tus cartas, dijo como dirigiéndose a mí.

- ¿Quién eres?

- Soy Michael, mago del Tarot en la Academia de magia. Si aprecias tu vida, corre.

Me quedé desencajado por su respuesta, pero en aquel momento las puertas se abrieron de golpe y entraron cinco personas. Michael se tensó, como si ya supiera quiénes eran. Su mirada, llena de ira, se centró en el único de los visitantes que no iba vestido de uniforme. Entendí enseguida porqué. Se trataba de un hombre de mediana edad, con el pelo y los ojos de color negro, tan negro como el ala de un cuervo. Bueno, mejor dicho, el ojo. Toda la parte que correspondía al globo ocular izquierdo estaba tapada por un parche opaco, del mismo color negro, de manera que casi se podía confundir con un ojo, cosa que resultaba perturbadora a mis ojos. Cuando habló, lo hizo con una voz sádica, que casi disfrutaba con este encuentro:

- Bueno, bueno, que tenemos aquí. Un mago de la famosa Academia y un chico que a juzgar por sus movimientos, tiene un amuleto en su muñeca derecha. Quizás, ¿un reloj? Bueno eso da igual. Son magos, así que tendremos que matarlos.

- No te hagas el gallito, Whip, que aquí todos sabemos quién es mejor, si tu imitación de magia o la de un verdadero hechicero. -dijo Michael con un tono que indicaba el autocontrol del joven.

- Creo que el que está en desventaja aquí eres tú, estúpido cartero. Te crees mejor que nosotros solo porque Dios te dio el poder para controlar las partículas mágicas y alguien te dio un estúpido amuleto. Chicos atrapadle –dijo haciendo una señal a los que le acompañaban, que debían ser soldados de bajo rango.

- Quizás te haya hecho creer que estoy solo ¿Igual lo he hecho a posta, no crees? En ese momento 4 personas más entraron en la habitación. Eran dos chicos, uno muy bajito y el otro con gafas y dos jovencitas, una con el pelo marrón rizado recogido en una coleta y la otra con el pelo negro y gafas.

- Ah, y por cierto, soy un mago del Tarot, no un mago de las cartas, -dijo Michael, casi riendo al ver la expresión del que parecía llamarse Whip.

En aquel instante, las puertas se cerraron como por arte de magia y una especie de candado fluorescente apareció. Al mismo tiempo, la joven del pelo negro comenzó a brillar con una luz azulada. El jovencito de las gafas fue a luchar contra Whip, mientras la otra mujer se enfrentaba a un soldado y el bajito luchaba contra los otros tres. Me dirigí hacia Michael con expresión de sorpresa:

- ¿Quiénes son los refuerzos y que está pasando aquí?

- Oh, el bajito es Marcus, el otro chico es Vincent, la chica que brilla es Sonia y la otra es Alba. Y nuestros enemigos son los Cazadores de Magos.

- ¿Es verdad que sois de la Academia de Magia? Porque es donde me dirigía ahora mismo.

Sin previo aviso, Michael lanzó una carta que se clavó en el pecho de uno de los soldados que estaba a punto de apuñalar a Marcus. El hombre cayó sangrando. Le había dado justo en el pecho.

- Calla y mira la pelea si quieres que te llevemos a la Academia –me dijo Michael con tono imperativo.

Me quedé callado al instante, y fue una suerte porque así no me perdí la impresionante batalla que se realizaba ante mis ojos. Vincent estaba cubierto de fuego y sus ojos resplandecían. Su enemigo, Whip, portaba un largo látigo que parecía eléctrico. Consiguió coger el pie de Vincent y el joven comenzó a convulsionar de dolor, pero reaccionó a tiempo lanzando un poderoso chorro de fuego de su boca. Aquello me dejó patidifuso. ¡Parecía un dragón de las leyendas! Pero Whip no se rindió, y seis tentáculos negros surgieron de la nada. Sin embargo, antes de llegar a su destino, cuatro de ellos fueron parados por unos candados iguales que los de las puertas. Aun así, dos siguieron avanzando hasta llegar donde Vincent. El joven los cogió a duras penas. Al mismo tiempo, Alba hizo aparecer un atrapasueños con el que comenzó a absorber las lanzas de su adversario. Vincent se concentró y los tentáculos se prendieron de fuego. En aquel momento el joven dio un paso al frente y cubriendo con fuego su puño golpeó con tanta fuerza a Whip que este quedó estampado en la pared de enfrente. Al mismo tiempo, del atrapasueños de Alba salió una esfera que su enemigo no dudó en coger. La joven se alejó y la pequeña esfera explotó. Vincent agitó la mano y Whip comenzó a arder soltando agónicos gritos. La sala entera retumbó, y entre los desesperados chillidos me pareció oír algo, como de palabras:

- Si yo muero, vosotros también lo haréis. Mis tropas vengaran mi muerte.

- Oh calla –dijo Vincent y el fuego ardió con más fuerza. Me sorprendí, ya que era la primera vez que lo oía hablar, y su tono infantil no correspondía para nada con su aspecto.

Pero aún quedaban dos soldados que parecían dispuestos a aguantar hasta el fin. Entonces Marcus gritó:

- ¡Todos al suelo!, y lanzó una de sus cartas que describió un arco seccionando las cabezas de los enemigos y pasando por encima de nuestras cabezas hasta volver a su destinatario.

Las puertas se abrieron y un tropel de hombres entró en la sala. Michael tiró una carta al suelo y susurró algo. Entonces el rectángulo comenzó a brillar y alguien me arrastró hacia dentro. Sentí que mi mundo se difuminaba dando paso a algo más. Y me desmayé.










Ammulets Parte I: TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora