Capítulo 21: Amor de fuego

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Sonia dejó unas monedas en la mesa, que tintinearon ligeramente. Se encontraba en el barco "Poseidón", que le había llevado a la Isla Maldita. La joven había tenido que pagar cien maguitos (moneda de Eioria) antes de partir y cien al llegar a su destino. Los marineros que le llevaban eran dos viejos lobos de mar que ya habían ido con anterioridad a la isla. Sonia bajó del barco y se fijó en que el templo de lo alto de la isla tenía un fuego encendido. Recordó que la última vez que había estado allí, Nomus les había dicho que no vivía nadie en la isla. Por tanto, ese fuego debía ser de Marcus. La maga se armó de valor y se adentró en la frondosa selva. Era oscura, pues no dejaba pasar la luz, y además tenía muchísima humedad, de manera que la tierra estaba embarrada, y costaba caminar. Además, las raíces de las plantas estorbaban y pequeños animalillos paseaban por el suelo. Sonia siguió caminando con un poco de temor. Incluso un momento oyó ruidos de animales salvajes furiosos, pero parecían estar lejos, así que no se preocupó. Llegó al templo antes de lo esperado. La entrada dibujaba un arco que se unía a los árboles. La joven entró y empezó a subir las escaleras. 

Pan se tambaleó un segundo, pero muy rápidamente volvió a ponerse firme. Yo no le di la oportunidad y volví a golpearle. La tercera vez, salió rodando. Me acerqué hacia donde estaba tumbado y traté de darle una patada. Pero no encontré sólido, y noté que alguien me empujaba cayendo hacia el suelo. Al darme la vuelta, vi con horror que era Pan. Algunas zonas de su cuerpo aún estaban formándose a partir de la arena, una visión tanto grotesca como kafkiana. Una minitormenta de arena me envolvió. Notaba como los granos se metían en mis ojos, imposibilitando mi visión. Pan me cogió del cuello y me lanzó volando. Me estampé contra la pared, pero conseguí amortiguar el golpe utilizando algo de magia de tiempo para alzarme, que no dio mucho resultado. Vi que mi enemigo estaba concentrándose. Había vuelto a dibujar círculos arenosos en la tierra, pero en esta ocasión su trazado era mucho más arcaico y peligroso. Aproveché la situación y tracé mis propios círculos mágicos. Se trataba de algo muy sencillo que había aprendido en la clase de Iniciación a los Círculos Mágicos. Había sido mi trabajo de final de curso, algo así como mi tesis. En esa clase iba un año adelantado, de manera que sabía cosas que los demás no. El trazado era naranja con toques de azul en el interior. Era bello, ya que irradiaba una doble luz que iluminaba mi cuerpo. Me concentré en mi objetivo, que era acumular la magia dispersa a mí alrededor. Lo conseguí, así que desactivé el círculo antes de que mi enemigo me viera. Mi objetivo era sencillo: aparentar ser débil para luego usar un hechizo. Un hechizo tremendamente peligroso y difícil de realizar. Un hechizo que terminaría con mi enemigo. Pan terminó de salmodiar y me miró con ojos amenazantes. Luego pronunció unas palabras inteligibles, y la habitación entera explotó de arena. Lo que pasó es difícil de describir. Del círculo mágico salió una gran cantidad de arena que llenó toda la sala. Como consecuencia, la habitación entera explotó, saliendo las paredes disparadas por la presión. Dejé que la tormenta me arrastrara, pues tenía que mantener mi apariencia débil. Pero fui tonto, y me golpeé contra una pared dejándome inconsciente.

 Metalican contempló el espejo. Recordaba perfectamente el día que se lo habían dado. Fue el día que lo nombraron jefe de Element 5. Después de la ceremonia, Éteh le dijo:


- Quiero que vengas conmigo. 

Le condujo hasta una habitación que Metalican no había visto nunca. Se trataba de una especia de trastero sin ventanas y con una única puerta sellada con llave. El señor y maestro de Elementarial le había dicho: 

- Esto es un espejo vidente que permite ver a cualquier persona de planeta. Lo he hechizado para que solo puedas usarlo tú, y para que solo puedas ver a los demás miembros de Element 5. 

Ammulets Parte I: TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora