Capítulo 6: En la boca del lobo

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Pauline se giró mientras trataba de romper los barrotes de la celda en la que estábamos encerrados ella y yo. Sin embargo, nada de lo que hacíamos funcionaba. Incluso le habíamos robado nuestros amuletos a un guardia, pero la celda era antimagia. Debíamos hacer algo, y pronto.

Fer fue hacia la Aula Magna. Habían pasado ya dos días desde el ataque a la Academia y el secuestro de Tom y Pauline. Pensar que sus amigos estaban en manos del enemigo solo le hacía estremecerse. Antes de asistir a la reunión, se había cambiado la ropa negra por una camisa blanca y unos pantalones de combate negros. Por la mañana había sido el funeral de Josen, el hermano de Albert. O de lo que quedaba de él. Axe lo había convertido en una masa sanguinolenta, pero dejándolo vivo. Cuando los médicos llegaron, ya nada se podía hacer. Abrió la puerta de la sala de reuniones, el Aula Magna. Allí ya se encontraban el resto de su equipo, Nomus y algunos del Consejo. Albert no estaba, advirtió el Dragon Slayer antes de sentarse. Cuando lo hubo hecho Nomus empezó a hablar. Fer casi ni le escuchaba. Solo estaba haciendo un resumen de lo sucedido en el ataque, de los muertos, los daños y los desaparecidos. Luego le cedió la palabra a Vincent.

- Cinco de los nuestros han sido secuestrados, de los cuales tres eran miembros del Consejo y, ¿vamos a quedarnos parados sin hacer nada? Sugiero entrar en el cuartel general de los Cazadores, liberar a los prisioneros, y derrotar de una vez por toda la amenaza.

- Me parece una imprudencia. El ejército nos derrotaría. Había hablado el General Martin.

- No si vamos un pequeño grupo y nos infiltramos. Además, Annikin y Luken tienen algo que decir –dijo haciéndole una señal a los gemelos Starkiller. Uno era experto en magia de la memoria y el otro en magia de la contabilidad. Annikin carraspeó antes de hablar:

- He estado analizando los recuerdos de todos los supervivientes y Luken ha comparado todos los soldados de los recuerdos con los iniciales y hemos llegado a la conclusión de que el sesenta y seis por ciento del ejército era una ilusión, y el otro treinta y uno por ciento está muerto. Por tanto, solo quedarían vivos unos cien soldados. Comparando estos datos con el número de soldados totales que nos ha proporcionado un espía, a los cien restantes se le añadirían quinientos más.

- Seiscientos sigue siendo una cifra muy grande.

Vincent soltó un gruñido y procedió a exponer su plan maestro:

- No si creamos una distracción. Mientras el ejército de magos se enfrenta a los soldados enemigos, nosotros entramos en la base, rescatamos a los prisioneros, y vencemos a Arm.

Fer soltó un escalofrío. Arm. Se contaban muchas leyendas sobre el legendario líder de los Cazadores. Decían que podía invocar cualquier arma y que él mismo había entrenado a los 6 Atributs. También decían que era tan cruel y sádico que disfrutaba torturando a sus víctimas sin matarlas del todo, luego las curaba, y al día siguiente se repetía el ciclo. La única manera de escapar era mediante el suicidio. Fer esperaba que no les pasara eso a sus amigos. El General Martin se removió inquieto en su silla y volvió a replicar:

- No quedan suficientes magos para cubrir tanto rival. La mayoría están heridos, así que contamos con solo doscientos hombres sanos.

Vincent iba a replicar, pero en ese momento la puerta se abrió y una mujer mayor con el pelo lila entró en la sala. Alba dio un pequeño respingo casi imperceptible al verla. Cuando esa mujer habló, lo hizo con una voz parecida a la de Nomus, una voz que denotaba sabiduría, experiencia y un poco de cansancio.

- Yo os conseguiré ese ejército.

Pauline tenía un plan. Lo sabía por sus miradas, por sus gestos y también porque no dejaba de hacer un extraño movimiento con los dedos, como si estuviera impaciente. Así que cuando los dos guardias se pusieron a hablar, le pregunté susurrando:

- ¿Cuál es tu plan?

Me miró sorprendida antes de abrir las manos y enseñarme un pequeño pero puntiagudo hilo de metal. Luego me explicó su plan:

- Entre las dos y las dos y cinco hay un pequeño momento en el que se queda solo un guardia. En ese momento siempre se sirve la comida, así que cuando se agache para entregarnos la sopa rancia, le clavaré este hilo puntiagudo en el cuello hasta penetrarle las venas. Cuando este muerto, cogeremos las llaves y nos iremos de este lugar para siempre. Miré mi reloj. Las dos menos cuarto. Quedaba poco para la libertad.

Nomus parecía sorprendido por las palabras de la mujer. Entonces habló como si fueran amigos de toda la vida.

- Pero Tara, si recuerdo aquella vez que invocaste veinte soldados y casi mueres de agotamiento. ¿Cómo vas a hacerlo?

- Te conseguiré un ejército, Nomus. Entonces habló a los desconcertados jóvenes.

- Mi magia me permite invocar un ejército de magos semihumanos. Tienen algunos poderes básicos, como fuego o teletransportación corta. No sienten dolor, y cuando mueren se reencarnan en estas bases de metal –dicho eso enseñó unos discos plateados. Alba fue la primera en abrir la boca.

- Pero mi maestra, como bien ha dicho Nomus, morirá.

Marcus y Fer se miraron sorprendidos. ¡Esa mujer era la maestra de Alba! Tara habló para finalmente sentenciar el asunto.

- Entregaré mi propia vida a la magia. Ya tengo demasiados años. Con la energía y sabiduría de mi cuerpo los mil soldados semihumanos podrán seguir funcionando por muchos años.

Nomus bajó la cabeza y dio por finalizada la reunión. El plan de Vincent fue aprobado por siete votos a uno. No hace falta decir que ese uno fue el del General Martin. Al salir, Fer se dirigió a su habitación, y en la sala común encontró a Albert. El Mamoot Slayer fue el primero en hablar.

- ¿Que me he perdido?

- Nada, nos vamos a la base de los Cazadores de Magos en una misión de rescate mientras la maestra de Alba da su vida para crear un ejército de magos semihumanos que funcione de distracción. ¿Te apuntas?

Albert se levantó y junto a Fer fue a prepararse. Luego se reunieron todos y Michael arrojó la carta de teletransportación al suelo.

El plan de Pauline funcionó a la perfección. A las dos menos un minuto el guardia alto se fue, y a en punto recibimos la comida. Pauline tardó dos minutos en encontrar la llave que encajaba en la cerradura, que era roja. Cuando salimos de la celda una alarma empezó a sonar. Miré el manojo de llaves y vi que había una llave igual a la roja pero en color azul. Habíamos caído en la trampa. Tres guardias llegaron y yo miré por la ventana y mis ánimos se calentaron. Me dirigí a Pauline:

- Nuestro equipo ha venido a rescatarnos. Tu reúnete con ellos. Yo me encargo de estos tres.

Dicho esto, ella se fue sin musitar palabra y me dejó solo ante mi destino...

Pauline giró por el pasillo y se encontró frente a una figura conocida. Sonriendo, habló con voz seca.

- Llegó la hora de mi venganza.

Y su enemiga alzó el arco...




Ammulets Parte I: TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora