Capítulo 41: El discurso del emperador

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Fer, Pauline y Silvy habían recibido el mensaje de Laya correctamente, y estaban tratando de encontrar a Marcus cuando se encontraron atrapados. Un montón de soldados estaban frente a ellos, cada uno equipado con diversas armas poderosas. Con una sola mirada los tres magos se entendieron y se pusieron en posición de combate. Fer invocó su chorro de agua, Pauline sacó su espada y Silvy llamó a un montón de abejas. Durante un segundo, la calma invadió la habitación. Pero no era más que la calma antes de la tormenta. Los soldados se lanzaron a por ellos. Fer lanzó volando a dos con un enorme chorro de agua. Las abejas de Silvy comenzaron a picar a todos. Mientras tanto Pauline comenzó a moverse rápidamente por toda la sala, esquivando y parando estocadas, al mismo tiempo que sacaba su lengua para matar a quién pudiera. Fer hizo aparecer burbujas que comenzaron a juntarse y a atrapar a los desafortunados soldados en su merced. Pero se complicó la cosa cuando unos 50 soldados aparecieron frente a ellos. Al verlos, Fer gritó:

-¡Pauline, posición BM estrategia 23! Silvy, ¿puedes traerme algo mejor?

Ambas asintieron y Silvy dijo:

- Por supuesto que te puedo traer algo mejor. Espera y verás. 

Mientras la joven se concentraba, los dos miembros de Ammulets comenzaron la batalla. Fer hizo aparecer una espada de agua gigante que descargó contra sus enemigos. Pauline cogió todas las armas que pudo y con un movimiento estilizado, se las lanzó a los soldados, quiénes no lo esperaban. Entonces sacó su lengua y la primera fila cayó muerta. Los restantes evitaron mirarla a los ojos mientras se acercaban. Fer se puso al lado de Silvy, quién todavía estaba concentrada, y se puso a lanzar diferentes ataques contra sus enemigos. Mientras tanto, Pauline luchaba sin cesar contra sus enemigos, pero cada vez eran demasiados. Fer se sentía cansado y no creía poder aguantar más. Y entonces... Silvy abrió los ojos y dijo:

- ¿Querías algo diferente? ¡Aquí lo tienes!

Y una bandada de pájaros irrumpió en la habitación.

- ¿Y ahora, como piensas combatirme?

Martha repitió las palabras mientras Vincent se hallaba mareado, confundido y exhausto en el suelo. Su cabeza le daba vueltas. Intentó responder, pero comenzó a tener arcadas. Intentó levantarse, pero cayó secamente al suelo. No podía hacer nada. Unas simples vueltecitas le habían derrotado. Entonces Martha le dio la espalda y, apoyándose en la ventana, dijo:

- Bueno, pues supongo que debo matar a tus amiguitos.

Vincent se quedó parado, sin saber qué decir.- Sé que ellos están bastante lejos, pero mi magia es tan poderosa que puedo rastrear su espacio. Así pues, cuatro de ellos se hallan ahora mismo junto al emperador Marcus. Una auténtica lástima, que después de vencer a las demás generales, a las consejeras y a las dos tenientes más poderosas, tengan qué morir, pero bueno, así es la vida. Supongo que tendré que matarte a ti también. Qué pena, podrías haber sido un buen reemplazo para las Tenientes. Digo teniente porque eres tan débil que no podrías ser un General.

Martha continuó hablando sin darse cuenta de que Vincent se había levantado, y que estaba caminando. Cuando estuvo frente a ella, la General se giró y dijo:

- Pero, ¿qué estás haciendo levantado? ¿No te das cuenta de que nunca podrás atravesar mi espacio?

Y entonces Vincent cerró el puño y moviéndolo lenta y dolorosamente, empezó a penetrar en el espacio de Martha. Ella alarmada, preguntó casi chillando:

- ¿¡Co-cómo?! 

Y Vincent dijo:

- La explicación es muy fácil. He comprendido que lo único que podía traspasar tu espacio era el espacio de otra persona, completamente concentrado en un único punto. Así que he concentrado todo mi espacio en mi mano. Es muy sencillo hacerlo después de haber sentido mi espacio gracias a ti.

Martha comenzó a alarmarse, y comenzó a hiperventilar, pero de nada le sirvió. Vincent cerró su mano en su cuello, y el fuego surgió. Y mientras los chillidos de la última General terminaban, en otra parte del castillo se libraba otra batalla diferente...

Nada ocurrió en cuanto Marcus chasqueó los dedos. Nada sucedió un segundo después. Nada sucedió cinco segundos después. Y entonces, sentí como una fuerza invisible me empujaba a una de las sillas que se hallaban frente al trono, y observé que a Albert y Michael les estaba ocurriendo lo mismo. Tras sentarme, traté de moverme o de hablar, pero nada ocurrió. Marcus se hallaba frente a Sonia, y dijo con voz solemne:

- Llevaba tiempo esperando este momento. El momento final de la guerra. El momento que dará culmen a un año entero de planes. ¿Y, cual es mi plan, os preguntaréis? Muy sencillo. Yo tengo unos jefes. Unos jefes los cuales quieren el mundo entero, pero no quieren mancharse las manos. Así pues, después de esta noche, el mundo será de ellos, y yo recibiré una adecuada recompensa por mi esfuerzo. ¿Y cómo, voy a conquistar el mundo, os preguntaréis? Pues muy sencillo, -dijo mientras sacaba una llave gigante de detrás de una cortina- voy a activar un aparato creado por mí que acabará con todos los insurgentes a mi poder, dejándome solo con mis fieles. Pero no acabará con su vida, no, sino con su opinión. Les convertirá en marionetas mías, seres sumisos. Y esto, amigos míos, es por lo que estoy aquí ahora. Faltan los demás. ¿Los traemos?

Entonces chasqueó los dedos de nuevo, y todos los demás ocuparon las sillas restantes. Alba, Laya, Silvy, Christine, Fer, Pauline, y un Vincent que no tenía muy buena cara. Todos. Sonia se quedó sin palabras al oír el discurso del que antaño fuera su amante, pero recuperó la cara, y dijo:

- Puede que tú tengas un arma secreta, pero yo también tengo una que acabará contigo. -Dicho esto puso los dos brazos completamente rectos, de manera paralela, uno encima de otro, con las manos paralelas a los hombros, y la tierra que pisaba se iluminó formando un candado-. Hoy voy a matarte, Marcus Chai, y voy a hacerlo con el hechizo más poderoso que conozco. ¡El Final Padlock, más conocido popularmente, como El Candado Definitivo!


Ammulets Parte I: TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora