Ammulets Parte I: Tom

Capítulo 4: Ataque a la Academia Parte 1

Mis ojos no daban crédito a lo que había delante de mí. Miles de cazadores de magos se aproximaban a una asediada Academia de Magia. La confusión y el pánico reinaban en el lugar. Los magos corrían de un lado para el otro, desesperados. Los más jóvenes solo buscaban un lugar para esconderse, mientras que los más veteranos se equipaban con armaduras o potenciadores mágicos para afrontar la pelea. Yo estaba a punto de unirme al grupo de los novatos cuando oí la voz de Vincent gritando.

- ¿De verdad vais a quedaros así mientras nuestra querida Academia es atacada? ¿Qué sois, magos o gallinas?

Nadie respondió en aquel momento, pero poco a poco se fue apoderando de todos los que estaban en la sala unas ganas de sed de sangre. Antes de que me diera cuenta, se había formado un coro:

- ¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar!

Entonces Vincent se dirigió a Nomus:

- Les abriremos las puertas, pero solo a un pequeño grupo. Los destruiremos y luego dejaremos pasar a otro pequeño grupo. Y así hasta acabar con todos –y dirigiéndose a Albert dijo:

- ¿Quiénes van al frente?

- Axe, Cane y Arc.

Supuse que eran de los generales, pues al ver donde apuntaba Albert me encontré con tres personas: una chica con un arco, un anciano con un bastón y un hombre muy grande y fuerte con un hacha.

- Los 6 Atributs –la voz de Nomus era casi imperceptible.

- ¿Quiénes?

- Los 6 generales de Cazadores de Magos también son llamados los 6 Atributs porque cada uno empuña un tipo de arma diferente.

Después de esta pequeña charla, Vincent preparó su plan. Reunió a todos los magos que pudo encontrar y se pusieron a ambos lados de la puerta. Los demás cogimos a los heridos y nos retiramos al balcón, donde un hombre de unos sesenta años creó una barrera para estar a salvo. Entonces la puerta se abrió. Unos cincuenta soldados entraron antes de que se cerraran de nuevo. Al verse en una emboscada, reaccionaron con pánico y fueron presa fácil. Vincent y Albert fueron a quiénes más derrotaron. Entonces la barrera fue anulada y recogimos a los heridos... y a los muertos. Cuatro de los nuestros habían caído, en contraste a los veinticinco muertos del otro bando.

- Muy bien hecho –Fer habló con una voz adolorida. Trató de levantarse, pero no pudo y soltó un gemido de dolor tocándose la parte herida. Estaba siendo atendido por un grupo de magos curanderos, junto con Alba y Marcus, a quién al parecer se había hecho más daño de lo que pensábamos.

De nuevo se repitió la operación. Esta vez entraron cuarenta magos, pero estos no fueron tan fáciles de eliminar. Se llevaron por delante a diez magos, además de causarle una fea herida a Pauline en el costado. La joven tuvo que abandonar la pelea para ser curada.

La tercera vez hubo un poco más de suerte. Sin embargo, cuando se retiró la barrera para curar a los heridos, vi que un soldado enemigo que estaba en el suelo lanzaba un pequeño objeto a las puertas. Y el mundo estalló. Una gran explosión me hizo retroceder, y vi por el rabillo del ojo que un tropel de soldados entraba al salón. Se me fue el alma a los pies. Pero no había tiempo de lamentarse. Vincent creó una barrera de fuego que paró la avanzadilla enemiga. A los soldados que iban delante no les dio tiempo a frenar y salieron al otro lado retorciéndose de dolor. Uno se arrastró hacia mí buscando ayuda, y Albert le clavó una espada de hielo en la cabeza. Cuando vio que le miraba como si fuera un monstruo, tan solo me respondió:

- Era para que no sufriera.

Entonces la barrera de llamas fue retirada por el viejecito del bastón. Yo seguí a Pauline por unos largos pasillos hasta llegar al Gran Salón de las Habitaciones. Allí se estaba produciendo una evacuación al exterior. Ella me guió hacia una puerta y me dijo:

- Escóndete aquí dentro y no abras a nadie que no sea yo.

Entré. Resultó ser un pequeño armario. Esperé hasta que alguien tocó a la puerta. La abrí, pensando que sería Pauline.

Pero no era ella.