Capítulo 35: Juego de ilusiones

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Mi mundo se partió en mil pedazos literalmente. Todo lo que me rodeaba se rompió como si de un espejo fuera, y me encontré perdido en un extraño lugar gris, lleno de humo y niebla, sin saber dónde ir.

- ¿Dónde estoy? ¿Michael? ¿Albert? ¿Ev? ¿Alguien?

Pero mis chillidos no obtuvieron respuesta. Entonces me di cuenta de que alguien me estaba susurrando al oído: era Ev.

- Deja tu mundo... Abandona tu realidad y sumérgete en las ilusiones... Tan solo cierra los ojos...

Y aunque sabía que tenía que resistirme a su embrujo, que tenía que luchar, su voz era tan atrayente y envolvente...

Alba se quedó completamente boquiabierta ante las palabras de la joven rubia conocida como Christine. Lo único que pudo hacer es preguntar:

- ¿Quién eres? ¿Y por qué me tienes que matar?

Christine se esperó un segundo para contestar:

- Lo siento, de verdad que lo siento. Me llamo Christine Kovta y soy una de las tres consejeras del emperador Marcus. Y me han encomendado la misión de matar a cualquier enemigo.

Dicho esto se llevó su mano a la muñeca, donde tenía una pulsera negra de la que colgaba la figura de un perro salchicha. Entonces gritó:

- ¡Yo te invoco, Baxter, mi guardián! ¡Modo destructor!

Y un terrible caballero, con una armadura azul, dos lanzas cortas en las manos, una espada en el cinto y un yelmo cubriéndole la cara apareció frente a Alba.

Michael se encontraba en un prado verde, tranquilo y sin nada a la vista. Una suave brisa soplaba alborotándole su corto cabello. Mariposas blancas volaban de aquí a allá. Las flores se movían al compás de una suave música que procedía de todas partes. Michael se tumbó apaciblemente, y llegó a olvidarse de todas sus preocupaciones por un momento, pero entonces se dio cuenta de que se trataba de una ilusión de Ev. Trató de levantarse, pero no pudo. Y oyó la voz de su enemiga riéndose a la lejanía:

- ¡Jajajajaja! ¡Nunca podrás escapar de mi yugo! ¡Voy a hacer que olvides absolutamente todo al igual que haré con tus amiguitos!

- ¡No, no!

- Cierra tus ojos.

Michael trató de resistirse, pero de repente dejó de oír la voz y volvió a notar la suave brisa, las blancas mariposas y la sutil música, y no pudo evitar cerrar los ojos.

Sonia se abrió paso por los pasillos del Open Castle. Su mano derecha se encontraba tocando su pulsera del candado, por si acaso tenía que pelear, mientras que en su mano izquierda aferraba la llave roja y una brújula de magia con la que esperaba encontrar a su ex novio, el malvado y traicionero Marcus. Sonia se encontró con 2 soldados cuyos corazones paró al instante con su magia. Entonces la aguja de la brújula giró ligeramente a la izquierda, donde una puerta antigua de roble le trababa el camino. Con un giro de muñeca la hizo explotar y sonrió. Durante este último año había aprendido que su magia no solo le permitía cerrar candados, sino también abrirlos. Aun así no podía abrir cuerpos, ni cabezas, ni corazones como Marcus hacía. Sin embargo, puertas e incluso barreras mágicas que poseían algún objeto ligado eran presas para su nuevo poder. Sonia entró en la habitación esperando encontrar a Marcus, pero en su lugar había una chica morena con el pelo de color chocolate negro. La chica iba vestida con uniforme y se sobresaltó un poco al verla. Luego dijo:

- ¿Quién eres tú?

Albert estaba en su habitación de la Academia. Estaba sentado en su cama, haciendo un cubo de Rubik mágico cuyos colores cambiaban cada segundo. Le encantaba hacer cubos cada vez más difíciles, ya que ponían a prueba su mente y le distraían de cosas importantes. Mientras pensaba en eso un pensamiento extraño comenzó a rondarle por la cabeza. Tenía la extraña sensación de que cada objeto de su cuarto había sido sustituido por una copia exacta. Entonces recordó. Recordó que todo era una ilusión. Pero el cubo de Rubik comenzó a cambiar de color cada vez más rápida e hipnóticamente, y Albert comenzó a cerrar los ojos...

Y entonces desperté. No me esperaba para nada estar de vuelta en el Key Impery. A mi lado, Albert y Michael ponían la misma cara de incredulidad, pero no era nada comparado con la de Ev. La General tenía la boca completamente abierta y estaba tratando de hacer funcionar su poder de nuevo, sin éxito. Entonces me di cuenta de que había alguien detrás de Ev, y sonreí. Era Laya.


Ammulets Parte I: TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora