Bienvenido a mi vida

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Mi nombre es María Francisca, me dicen Francisca o Fran, soy española y estoy orgullosa de eso, pero, no soy cualquier española, soy la princesa de España, ¡súper!, ¡¡una princesa!! ¡Viva!...si, eso, y bla, bla, bla.

Mi vida es al igual que yo es poco convencional, pero así no fue siempre, hace no mucho todo era distinto, yo era diferente, nunca se me hubiera ocurrido en ese entonces hacer algo que a mi padre le disgustara, pero como dije, eso fue antes, ahora, es ahora....

Estaba en una sesión fotográfica, mis senos al aire libre solo eran tapados con unos zapatos nike, (publicidad), y un pantalón de bluying cubría mis largas piernas.
Me hicieron posar de diferentes maneras frente a las cámaras, había perdido la cuenta de cuantas fotos me habían tomado.

Luego de una exhaustiva sesión, el fotógrafo me dió un descanso de cinco minutos para que retocaran mi maquillaje y tomara un poco de agua. Entré a una especie de camerino que improvisaron en el estudio y tomando asiento en una silla con mi nombre en letras blancas, brochas, delineadores y labiales, hacían presencia en mi rostro, mientras yo me dejaba llevar por mis pensamientos....Ya veía mi foto en cada periódico del país con el titular, "La princesa sorprende con otro escándalo", y el resto ya me lo sabía de memoria.

Sentí a alguien carraspear, voltee hacia la persona y, para mí desgracia, me encontré cara a cara con la víbora chismosa que se hacía llamar la consejera de mi padre. Ella vivía susurrando cosas en el oído del monarca desde la partida de mi madre, pues las cosas siempre debían salir como ella quisiera; para su desgracia, mi padre no era fácil de manipular, y varias veces viendo sus intenciones, la colocaba en su lugar, porque para ubicar a las personas con sutileza y gracia no había nadie mejor que el rey, el cual se lamentaba de que careciera de esa virtud.
¿Y por qué no despedía a aquella "dama"?, bueno, esa era otra historia.

Y ahí como estaba parada, con sus grandes lentes negros, su falda apretada hasta por encima de sus rodillas, una camisa de cuello con solo un botón desabotonado, y una gran sonrisa que enamoraría a cualquiera; desprendía elegancia y perfección, toda una ejecutiva, pero para mí no era así, porque yo sabía que detrás de esa fachada solo había alguien manipuladora y engreída que le gustaba quedarse con toda la atención; una mente maquiavélica, podría decirse. Recuerdo que una vez intentó seducir a mi padre, pero este no dejo que lo enredara en su red de mentiras, lo más triste, fue que ni se dió cuenta de los desesperados intentos de su consejera por obtener su atención.

-¡Señorita que hace aquí y así vestida!- "Señorita", así me llamaba, aunque tenía la sensación que en su mente me llamaba de otra forma.

-Yo...- pensé un momento qué decirle para salir de ese aprieto, pero ya no tenía más escusas, y la verdad, si no se lo decía de frente era por educación, ¿pero desde cuándo era buena con ella?

-Vamos, ¿será lo de siempre verdad? Terminemos con esto de una vez- dije colocándome mi camisa y levantándome del asiento en donde estaba sentada.

La muy chismosa (nunca supe su nombre), se echo a reír-jajajaja...- Y dijo más sería -Que graciosa te has vuelto, por supuesto que así será. ¿Qué esperabas conseguir con todo esto sino?-. Por supuesto, solo veneno sabía lanzarme en secreto, pero cuando todo el mundo miraba, era la mujer más agradable que hubiera visto alguien.

Le hizo una señal a uno de los gorilas a nuestra disposición, y este se acercó al fotógrafo con premura.

Empezamos a caminar hacia un auto negro, un BMW, para mí era uno de los carros más bellos que había visto, en silencio amaba montarme en ese carro y pedirle al conductor, Manolo, (cuando vamos solo él y yo) que acelere y así poder sentir todo el poder de esa bestia.

En todo el trayecto ella se mantuvo callada, yo miraba por la venta mientras me preparaba mentalmente para el castigo que recibiría.

Llegué al imponente Palacio que se alsaba hacia los cielos. Abrieron las puertas a penas identificaron el carro, Manolo estacionó y salí afuera del auto. respiré profundo y me preparé mentalmente para lo que me espera.

La señorita me condujo por el gran castillo hasta la habitación donde mi padre suele leer todas las tardes, aunque yo ya me sabía de memoria el camino, al igual que cada secreto que habitaba en cada rincón del castillo.

Toqué la puerta, de adentro se escuchó un-Pase-.

Abrí la puerta y me acerqué a mi padre lentamente. Él cerro el libro que tenía de golpe.

-¿Qué significa esto?-preguntó con voz severa a la gran chismosa-.

-Mi señor, adivine donde la encontré-dijo mirándome con una sonrisa que ojalá se la pudiera borrar de la cara con un puñetazo -Ella estaba...- dijo muy emocionada por lo que contaría, aunque juraría que estaba más emocionada porque me castigaran.

Mi padre le hizo una seña para que se callara y se fuera.

Ella se arregló la camisa que tenía y, cambiando completamente su expresión se retiró diciendo:-Con permiso-.

Pudiera apostar que esa mujer me odiaba, lo bueno, era que el sentimiento era mutuo.

-¿Qué hiciste ahora?- dijo, mi padre con voz severa haciendo que centrara mi atención en él- ¿Sabes? Mejor ni me digas, prefiero no saber en qué estabas metida esta vez. Lo único que me gustaría saber es, por qué lo haces- preguntó más calmado-Ya hemos hablado de esto, muchas veces- dijo agotado. Si supiera él que yo también lo estaba...

-Si pero...

-¡Nada!- dijo interrumpiéndome. -¡Ya me canse! Usted es una princesa y debe comportarse como tal. ¡Basta de este comportamiento irresponsable! ¿Qué diría tu madre?...Solo me avergüenzas-dijo eso último en un tono de voz muy bajito, pero no lo suficiente para que no lo escuchara.

-Te recuerdo que yo no pedí ser esto- dije refiriéndome a ser princesa-¡Esto es injusto! ¡No me dejas hacer nada! ¡Ya supera la muerte de mamá y déjame vivir mi vida! ¡Dejame en paz!-grité enfadada. -Y si tanto te avergüenzo ¿por qué no te deshaces de mi como lo viviste con mi hermano?

Papá estaba estupefacto, pero rápidamente adoptó su postura firmé.

-Sabes bien que eso no es así. Fue muy difícil para mí, créeme cuando te digo que no tuve otra alternativa- dijo apretando el libro en sus manos. -Y respecto a ti, serás libre cuando demuestres que no te meterás en problemas. Hasta entonces estás castigada.

Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, iba a explotar, pero ya nada podía hacer. Respiré varias veces, y ya calmada hice una reverencia.

-Como ordene su alteza- pronuncié con sarcasmo y me acerqué a la puerta del cuarto.

-Pero que quede claro una cosa, no podrás quitarme mi libertad, no podrás por siempre controlarme, pues no soy pequeña como mi hermano, y para tu desgracia no soy alguien con quien puedas hacer lo que quieras, ni siquiera siendo el rey- dije y supe que esas palabras lo marcaron, pero jamás lo marcarían tanto como me marcó a mí lo que él hizo.

Subí a mi alcoba y lloré desesperada, no podía más, no sabía que más hacer para hacerle ver que esta no era mi vida. Ya tenía suficiente con que me mantuviera alejada de él, no había para mí peor castigo, y al final, tal vez sí me lo merecía.

Cada vez odiaba más mi vida de princesa.

Ser una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora